Con el Navarra Arena lleno hasta la bandera y el público sentado, pero no por eso menos animado, comenzó la actuación. Quedaban por delante tres horas de emoción, belleza y sentimientos a flor de piel. Les acompañó el sonido, que fue extraordinario durante toda la velada; no en vano había siete músicos en escena, incluyendo guitarras, teclados, percusiones, violín, bajo… No faltó detalle.

En cualquier caso, aunque todo en el concierto rayó a gran altura (escenografía, sonido, iluminación…), si hubo algo que brilló y marcó el pulso del show, ese fue Manolo García. Veterano y curtido en mil y un escenarios, pero siempre con la ilusión de un principiante. No es fácil encontrar artistas que se le asemejen sobre las tablas. Durante los ciento ochenta minutos que duró el concierto, el catalán cantó, bailó, corrió, paseó entre el público en varias ocasiones, tocó la guitarra y la armónica, se arrodilló para tocar unos bongos, se anudó al cuello un pañuelico de San Fermín, gritó, se carcajeó, golpeó la tarima con un bastón, se cambió de ropa, se tumbó en un sofá, blandió un pie de micro del que colgaba un racimo de cucharas, arengó a la audiencia con mensajes en favor de los agricultores… En definitiva, arrasó. Y lo más importante, contagió al público, haciéndole partícipe de su entusiasmo, logrando un grado de comunión nada frecuente en los directos. Un auténtico animal de escenario, título que suele otorgarse con demasiada facilidad, pero que realmente pocos merecen.

El concierto estuvo dividido en dos partes de hora y media cada una. De hecho, casi podría considerarse que fueron dos conciertos consecutivos con una pausa en medio de diez minutos (durante este receso, sortearon algunos regalos: una batería infantil, un peluche y un jamón). Después de cuatro décadas largas de carrera, a Manolo García le sobran las canciones y puede permitirse estos repertorios tan extensos. Su público, desde luego, se lo agradece mucho. El desarrollo de las dos partes fue similar: comienzo más calmado, centrado en canciones de su etapa solista con algún guiño a su época en El Último de la Fila (Aviones plateados, Mar antiguo…). Abundaron aquí los medios tiempos, todos ellos bien cebados de poesía. Después un pequeño set de canciones más aflamencadas, dejando ver la afición del catalán por este género, en el que salió al escenario una bailaora que aportó vistosidad y espectáculo con sus danzas. Y final apoteósico en ambos casos: Lápiz y tinta, San Fernando e Insurrección en la primera parte; Somos levedad, Prefiero el trapecio, Carbón y ramas secas en la segunda.

Antes de despedirse definitivamente, presentó a sus músicos, con especial atención a Iñigo Goldaracena, bajista navarro que lleva más de veinte años con él. Agradeció el trabajo de sus técnicos y dijo adiós con un par de versiones: El rey, que es ya parte de nuestro folclore, y La bamba. Nunca el tiempo es perdido, dice la canción. Y no lo fue, desde luego. Qué rápidas pasaron las tres horas…

CONCIERTO DE MANOLO GARCÍA

Fecha: 24/02/2024.

Lugar: Navarra Arena.

Incidencias: Lleno, entradas agotadas. Músicos y público muy entregados. Se habían dispuesto sillas en la pista, aunque fueron pocos los que permanecieron sentados en ellas. Tres horas de actuación.