"En este oficio te abres en canal; respetando mucho el tema del que hablas, pero atreviéndote a la vez a mirar la oscuridad que todos llevamos dentro"
La actriz navarra aspira a ganar un Premio Max en la noche del lunes 1 de julio en Tenerife por su interpretación en la obra ‘Psicosis 4.48’, de Sarah Kane, el primer monólogo de su carrera.
Psicosis 4.48 es un viaje a la oscuridad que todos llevamos dentro. Un historia triste, dura, pero necesaria. Así se lo ha manifestado parte del público a Natalia Huarte (Pamplona, 1989). A decir de la crítica, la interpretación de la actriz navarra es “impactante”.
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En la noche del lunes 1 de julio, Huarte compartirá candidatura con Victoria Luengo (Prima Facie) y Nerea Moreno (Coronada y el toro). “Estar con ellas en esta nominación ya es un regalo”, afirma la intérprete, que se inició en el Taller del IES Navarro Villoslada con La Posadera de Goldoni, bajo la dirección de Ignacio Aranguren. Allí empezó también Alfredo Sanzol, que este pasado sábado recibió el Premio Príncipe de Viana de la Cultura y con el que ha trabajado en La valentía y enEl bar que se tragó a todos los españoles.
Quedan unas pocas horas para la gala de entrega de los Max, ¿ilusionada? ¿Nerviosa?
–Más que nada, ilusionada. Imagino que en el momento de estar allí me pondré nerviosa, pero la nominación ha sido tan bonita que lo que siento es mucha ilusión y, sobre todo, mucho agradecimiento.
Tiene como compañeras de nominación a Victoria Luengo y Nerea Moreno, con trabajos también muy potentes.
–Totalmente, son dos actrices a las que admiro muchísimo. Ya estar nominada con ellas es un regalo inmenso. He visto sus trabajos y estoy muy contenta de poder compartir ese momento con ellas. Lo pasaremos bien.
Aparte de la nominación, ¿qué ha supuesto para Natalia Huarte la obra ‘Psicosis 4.48’?
–Psicosis 4.48 ha sido un proceso muy especial. La directora es Luz Arcas, coreógrafa que tiene la compañía La Phármaco y que en enero del año pasado decidió hacer pruebas para este proyecto. Era la primera vez que iba a dirigir teatro y empezó buscando bailarinas, pero, finalmente, decidió abrirse a actrices. Yo hice dos pruebas con ella y al final resultó que sí.
Y se embarcó en su primer monólogo.
–Sí, y en el Teatro Español. Ha supuesto un reto en muchos sentidos; por el tipo de obra que es y porque es un monólogo bastante complejo, con muchísima poética. Sarah Kane, la autora, lo escribió cuando atravesaba una depresión muy severa. De hecho, un mes después de terminar el texto se suicidó... Por la forma en la que está escrito y por lo que cuenta, tenía mucho sentido que lo dirigiese alguien como Luz, que está tan en contacto con el cuerpo. Porque creo que la depresión también afecta muchísimo físicamente. Hay muchos síntomas como no poderse levantar, no poder moverse, tener ganas de vomitar, estar paralizada...
¿Le exigió mucho esfuerzo físico?
–Sí, era un reto en muchos sentidos, por el trabajo físico que tuve que hacer, por el trabajo textual que había también en la propia dramaturgia y por enfrentarme por primera vez a un monólogo donde no tienes compañeros que te retroalimenten.
¿Cómo ha vivido esa soledad en el escenario?
–Ha sido precioso, porque, de repente, empiezas a llevar la función tú. Además, no es verdad que estés sola, porque efectivamente el teatro al final es un encuentro con el público. Cuando estás con otros compañeros, siempre sientes mucho al espectador, pero, al estar sola, todavía lo sientes más. La gente que viene a verte es una especie de personaje que te acompaña. Aparte de eso, estaba muy rodeada de elementos. La primera media hora estaba totalmente tumbada en la cama, hablando por unos micrófonos que había alrededor de todo el espacio; me ponía un pañal, tenía unos botes de pastillas... Y la luz era muy importante en este espectáculo, igual que la respiración de la gente. Pasaron cosas como muy, muy mágicas con el público, unos silencios muy impresionantes. Había personas que se quedaban durante mucho, mucho rato sentadas en la butaca una vez había terminado el espectáculo, y les costaba levantarse para salir.
Ya lo ha apuntado, esta es una obra que habla de temas muy de nuestro tiempo: depresión, ansiedad, adicción a los fármacos, suicidio... ¿Cómo hizo para colocarse en un personaje así?
–El teatro, la ficción, te ofrece la posibilidad de investigar sobre personajes y sobre temas que no tienes por qué conocer en primera persona. Es la gran magia que este trabajo nos ofrece a los intérpretes. Hay que tener muchísimo respeto y a la vez, en un momento dado del proceso, perderlo para poderte meter de lleno en el personaje y en la piel de lo que estás contando. Quiero decir que llega una fase del trabajo en que tienes que dejar la cabeza, la información, y coger el cuerpo. En ese sentido, Luz me llevaba en los ensayos a estados físicos bastante fuertes y potentes, pero conseguimos un espacio muy seguro para poder adentrarme en esas emociones. Al final, todos hemos tenido épocas malas. No voy a decir que hemos tenido depresión porque no es real y porque me gustaría también dar el valor real a las palabras como ansiedad, depresión, incluso a trastornos como la bipolaridad. Estamos muy acostumbrados ahora a decir ‘tengo ansiedad’, cuando igual lo que ocurre es que estás pasando por un periodo de estrés o de nervios porque debes tomar algunas decisiones. Y lo mismo pasa con la depresión, tal vez no la tengas y solo estés triste durante unos días. Es importante nombrar bien las cosas, sobre todo ahora, que, con este exceso de información, en ocasiones nos confundimos.
Por lo que cuenta, habrá sido un trabajo personal intenso.
–Sí, para meterte en un proceso como este tienes que atreverte a ahondar en los momentos más difíciles de tu vida e, incluso, a tirar de lugares que sí que conoces para poder meterte en ellos sin miedo a evitarlos. Era bonito sentir que al terminar la función había personas que se quedaban a esperar. Me pasó prácticamente todos los días, sobre todo con gente que se había intentado suicidar. Me agradecían el trabajo porque se sentían muy identificados con las palabras que se pronunciaban en la función y que ellos habían dicho, pero nadie les había creído. Yo ya con eso me quedo muy tranquila. Aun no habiendo pasado por un proceso de intento de suicidio, hemos sido capaces de marcar esa línea fina entre el respeto y la incorporación de la emoción. Pero, bueno, así es nuestro trabajo, hay que abrirse en canal; respetando mucho el tema del que hablas, pero atreviéndote también a mirar la oscuridad que todos tenemos dentro.
"Es mi primer monólogo, pero no me he sentido sola. La gente que viene a verte es una especie de personaje que te acompaña"
¿Es de las actrices que deja los personajes atrás o hay algunos que le acompañan?
–Profesionalmente, empecé en 2012, o sea, que ya llevo 12 años y he tenido una carrera progresiva en el teatro que me ha dado la oportunidad de trabajar mucho. Ahora me haces esta pregunta y me planteo si yo ya soy parte del eco que han tenido mis trabajos, y si por ellos soy la persona que soy hoy. No creo que tenga lógica decir que los personajes que he hecho no han influido, sobre todo porque cuanto más mayor me hago y más trabajo, más ganas tengo de poner mucho de mí en los personajes. Pasa como con todas las experiencias de mi vida, todos mis proyectos teatrales o de audiovisual forman parte ya de mi proceso vital, ya bien porque he vivido un proceso muy bonito con el equipo, que eso ya te deja eco en la vida, o porque los personajes realmente me han hecho ver el mundo como nunca lo había visto antes. Me gusta pensar que algo de ellos se queda y que, para bien o para mal, están en mí.
Hace ya diez años de nuestra primera conversación. Entonces estaba en la Joven Compañía de Teatro Clásico con'La Cortesía de España', de Lope de Vega, y ahora acaba de volver a la CNTC con ‘La Fortaleza’.
–No es exactamente una obra clásica. Entre 2012 y 2016 hice varios montajes seguidos en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Después he trabajado mucho fuera de ella, y ahora he vuelto con este montaje en la sala pequeña con Lucía Carballal, con la que ya había trabajado. Realmente no es una función de teatro clásico, sino una revisión contemporánea de un texto clásico, pero me ha gustado volver a la compañía, es como si se cerrara una especie de círculo. Aunque en este caso no era una función en verso.
¿Trabajar en verso durante años le habrá aportado mucho?
–Mi acercamiento a la profesión tuvo mucho que ver con la Compañía Nacional, que durante años sentí como casa. Aprendí muchísimo en esa etapa. El verso es un entrenamiento tan fuerte y tiene algo tan formal que me ha proporcionado una disciplina muy fuerte también a la hora de enfrentar otros trabajos de textos más contemporáneos donde las formas están más disueltas y el texto es algo más natural y orgánico. Ahora me encantaría trabajar un texto clásico en verso.
También ha rodado o sigue rodando la serie ‘Legado’ para Netflix.
–Este año he rodado Querer en Bilbao, con Alauda Ruiz Azúa, que se estrenará en otoño en Movistar. También rodé un personaje muy bonito para Ena, una serie de Televisión Española sobre Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia. Y ahora todavía estoy rodandoLegadopara Netflix. Está protagonizada por José Coronado, Belén Cuesta y Diego Martínez y yo interpreto a una de las hermanas.
Nada mal.
–Nada mal, sí. Estoy inmersa en el mundo audiovisual y muy contenta, la verdad. Son proyectos diversos, con directores totalmente distintos y con tonos también muy diferentes. Alauda ha hecho una serie maravillosa y muy interesante sobre el consentimiento y tengo muchas ganas de ver el resultado. En Ena hago de una actriz de teatro que fue amante de Alfonso XIII, y meterme en época ha sido súper bonito. Como también lo ha sido trabajar con Javier Olivares, que es el creador de la serie, y con Anaïs Pareto, la directora. Legado es como una inmersión de un montón de meses en la que estoy aprendiendo infinito de José, de Belén, de Diego, y compartiendo momentos muy buenos con ellos; de mucho vértigo también por lo nuevo, pero estoy muy agradecida.
¿Vive un buen momento?
–Sí. Todos los días me levanto y agradezco el sitio en el que estoy, porque esta profesión es muy difícil. Yo considero que hay que trabajar muchísimo, pero también hay que agradecer mucho cuando te dan la oportunidad de trabajar. Estoy estoy muy contenta.
Ha hecho teatro, televisión, pero muy poco cine.
–Sí, cine un poquito menos. Le tengo muchísimas ganas. Siempre pienso que en la vida las cosas pasan en el momento en el que eres capaz de hacerlas. Esta idea me sirve mucho para no tener prisa, porque en este mundo en el que vamos tan rápido y con las redes, podría darte la sensación de que te pierdes cosas todo el rato o de que no estás en los sitios que se supone que tendrías que estar. Pero a me gusta pensar así, que a veces las cosas llegan cuando tú puedes asumirlas, no te van a pasar por encima y estás en un momento fuerte, suficientemente fuerte como para decir ‘venga, pues voy a rodar ahora esta serie de ocho capítulos’. Tengo la esperanza de que igual llega el cine en este momento o igual no, porque la vida también es así.
Este sábado, Alfredo Sanzol ha sido distintiguido con el Premio Príncipe de Viana en Fitero.
–Lo sé, nos había reservado invitaciones a mí y a mi padre y le llamé para decirle no podía ir. Qué pena.
¿Qué ha significado en su carrera el trabajo que has realizado con él?
–Mucho. Es lujo haber currado en dos montajes con Alfredo, que es un genio, y también estar participando en el Centro Dramático Nacional. De hecho, cuando salí del clásico, el primer montaje que hice fuera de la compañía fue La valentía. Me ayudó mucho a atreverme a abrir nuevos caminos y a empezar a meterme también en el teatro más contemporáneo. A Alfredo le debo mucho porque ha confiado siempre mucho en mí, en la actriz que soy. Ha generado un espacio de libertad muy importante que me ha dado mucha confianza a la hora de enfrentarme a otros trabajos después. Le estoy muy agradecida, ha significado y significa mucho para mí.
Para cerrar la conversación, volvamos a Navarra. Me cuentan que tiene un vínculo muy estrecho con Eslava.
–(Ríe) Sí, total. Es el pueblo de mi padre y de mi madre. Un lugar pequeño donde hay gente valiosísima y talentosísima. Para mí es un sitio donde siempre se me ha tenido muchísimo cariño y al que siempre quiero volver. Y vuelvo. En verano, siempre intento estar en las fiestas. Hace poco estuve en la romería que se hace de Eslava a Ujué, comimos migas y chuletón y nos encontramos todos allí. Siempre que puedo me escapo, mi cuadrilla sigue siendo muy grande, y va creciendo porque están naciendo hijos. Espero no perder nunca ese vínculo, para mí es muy importante saber de dónde vienes. A veces, en Madrid me sale el acento navarro y digo ‘bueno, es que es una manera de entender mundo’, El lugar del que vienes, dónde te has criado y cómo te han educado te hace mirar las cosas de una manera determinada. Por supuesto que hay que ampliar la mirada y que tenemos que empatizar con otras maneras de ver el mundo, pero de vez en cuando volver y disfrutar de esta alegría que hay en la Zona Media de Navarra me gusta mucho. Siempre que puedo volver a esa humildad del pueblo pequeño donde no hay tanta prisa, donde no hay tanto que hacer, es muy importante para mí.
¿Le gustaría trabajar más en Navarra?
–Sí, tengo muchas ganas de seguir tendiendo lazos artísticos con Navarra. Es importante que no todo se quede centralizado en Madrid. A veces, las carreras y las vidas te hacen quedarte en un sitio, pero tengo muchas ganas de seguir interesándome por todo lo que se está generando en Navarra. Sé que hay gente movilizando mucho la cultura allí y no quiero perder la pista de eso.