El escritor Manel Loureiro, ganador del Premio Fernando Lara 2024 por su novela Cuando la tormenta pase, asegura que “la suerte existe y es real, pero somos dueños y esclavos de nuestros propios actos”.

El novelista (Pontevedra, 1975), quien afirma durante su visita a Zaragoza que “las pulsiones humanas son las mismas ahora que hace 2.000 años y dentro de 10.000”, agrega que, en un libro, “lo que haces es una serie de promesas implícitas y planteas ciertos enigmas que el lector debe resolver”. Por ello, con este thriller, Loureiro se ha trasladado a la isla de Ons para hablar de temas como las tradiciones y los enfrentamientos rurales y que los protagonistas estuvieran “atrapados en un sitio del que no pudiesen salir”, ya que este rincón de Galicia está “prácticamente incomunicado con el resto del mundo en invierno” y “aunque es desconocido para el gran público tiene un potencial enorme”.

Hacía un tiempo que al autor le rondaba la idea de escribir un thriller “con todos los elementos del género”, pero diferente. “Los protagonistas de la historia debían estar atrapados en un sitio del que no pudiesen salir. Es entonces cuando me tropiezo la isla de Ons y veo que es el lugar perfecto para contar una historia de estas características”. Un lugar para generar “esa sensación de misterio en el lector”, que acaba resolviendo sin la impresión de no haber entendido algo en concreto de la historia.

UN LUGAR DESCONOCIDO

“Me fascinan las historias que tienen raíces en lo rural, en un mundo que poco a poco desaparece y muere”, explica. Para el escritor, son espacios que “nos conectan con algo muy primario y humanístico”. “La diferencia a la hora de ver el mundo está en cómo vivimos. Los que estamos en ciudades tenemos un ritmo más acelerado y más pragmático, mientras que en lo rural, por regla general, su modo de vida es más pausado y tienen otra perspectiva. Ese choque siempre me ha llamado la atención”, indica.

Cuando estaba el trabajo de documentación de la novela, Loureiro se fue a la isla cuando estaba prácticamente vacía. “Una de las lecciones más valiosas que aprendí, además de todo lo que saqué de ambientación, es que hay que tener cuidado cuando decimos que ojalá nos pudiéramos ir a una isla desierta porque allí la soledad puede pesar mucho. Es algo muy desasosegante caminar horas y no ver a nadie”. A la vez, el autor se percató de que el ritmo de vida de allí era más tranquilo y, “cuando me adapté, ya me tocaba volver a tierra firme”.

La metáfora de la tormenta es “obvia”. Y coinciden dos tormentas. “Por un lado está la meteorológica, que envuelve a los protagonistas desde el principio, y la tormenta de acontecimientos que se van a desarrollar desde que el protagonista ponga un pie en la isla”. Así, a medida que la tormenta va aumentando de intensidad, también aumenta lo que sucede.

El gallego no sabe si el destino está escrito o no, pero cree que la suerte existe y “es real, pero somos dueños y esclavos de nuestros propios actos. Nuestras acciones nos llevan a obtener cosas”.

LA NATURALEZA HUMANA

Rencor, odio... Son algunos de los sentimientos que experimentan los personajes de esta novela. “Es parte de nuestra naturaleza. Las pulsiones humanas son las mismas ahora, hace 2.000 años, hace 10.000 años y dentro de 10.000 años. Los humanos somos lo que somos: amor, odio, venganza, redención, lujuria, deseo, ambición... Las pulsiones, nuestros deseos más profundos y nuestra manera de entender el mundo nos hace ser lo que somos”, opina el autor, al que no le disgustaría que esta historia pasara también en el entorno audiovisual. “Contar la historia en otro formato siempre es maravilloso, pero todavía estoy inmerso en los procesos de adaptación de otras obras. Algunas se estrenan este año y me encantaría que Cuando la tormenta pase acabe siendo una de ellas. Ya veremos, pero esperemos que sí”, cuenta.