El escritor pamplonés Miguel Izu ofrece una nueva novela ambientada en los tensos días de julio de 1936 en Pamplona, coincidiendo con el inicio de la Guerra Civil Española. Inspirado por el descubrimiento de un documento histórico olvidado, Izu teje una historia de ficción en torno al asesinato del comandante de la Guardia Civil, José Rodríguez-Medel, un crimen real rodeado de misterio. Con su habitual rigor histórico y una estructura narrativa que sigue los acontecimientos “en tiempo real”, el autor explora los límites entre la verdad y la leyenda, reflexionando sobre las tragedias de la guerra y el papel fundamental de la memoria histórica. Justo casi al mismo tiempo de la publicación de la novela, Miguel Izu ha ganado el XII Concurso Internacional de Relato Bruma Negra por su relato Un suicidio presagiado.

¿Qué lo llevó a elegir el 19 de julio de 1936 como el momento para ambientar su nueva novela?

–Esta novela es una consecuencia de mi libro anterior, Todos se conocieron bien (2023), donde abordé la historia del Ayuntamiento de Pamplona durante la sublevación militar de 1936. Durante la investigación, descubrí en el Archivo Militar de Ávila un documento olvidado: las diligencias judiciales sobre la muerte del comandante de la Guardia Civil, José Rodríguez-Medel, iniciadas el 18 de julio de 1936. Este hallazgo me inspiró a explorar una laguna histórica a través de la ficción, imaginando una investigación que pudo haber llevado a cabo en medio del caos de Pamplona.

¿Puede contarnos más sobre el agente Salvador, protagonista de la novela?

–Manuel Salvador es un policía desengañado de su trabajo y de las circunstancias políticas. Junto a su compañero Mansilla, se ve obligado a investigar el asesinato de Rodríguez-Medel, un caso comprometido, pues todo apunta a los guardias civiles sublevados. Salvador es un personaje atrapado entre la neutralidad que desea y la presión de los acontecimientos históricos, mientras enfrenta, además, complicaciones personales y amorosas.

Cada capítulo cubre unas pocas horas. ¿Qué buscaba transmitir con esta estructura?

–Quería reflejar de manera precisa los hechos documentados, mezclados con la ficción de manera verosímil. Esta estructura en “tiempo real” permite que el lector siga de cerca la trama y se sumerja en el ambiente de la Pamplona de 1936 sin perderse en los detalles.

¿Cómo logró mantener la tensión narrativa en una cronología tan estricta?

–La clave está en dosificar la información. El lector sabe desde el principio que hay un asesinato y quiénes podrían ser los culpables, pero no conoce todos los detalles ni el destino de los personajes. Así, compartirá las incertidumbres y los riesgos que enfrentan los protagonistas, lo que mantiene la tensión hasta el final.

¿Qué espera que los lectores se lleven después de leer su novela?

–Más que transmitir un mensaje cerrado, quiero que el lector se identifique con las vicisitudes y congojas de los protagonistas y reflexione sobre las miserias de la guerra y la política convertida en conflicto bélico. También me gustaría que aprendan algo más de nuestra historia, a través de las vivencias de los personajes.

¿Ve algún vínculo entre esta novela y sus obras anteriores?

–Sí, en cuanto a que todas mis novelas, ya sean históricas o policíacas, exploran los límites entre la verdad y la leyenda. En esta ocasión, la investigación se basa en un crimen real, lo que la diferencia de mis obras previas, donde los crímenes eran ficticios. Pero, como en mis otros libros, mis personajes sufren las consecuencias de la búsqueda de la verdad.

¿Cómo cree que la literatura ayuda a mantener viva la memoria de eventos históricos?

–La literatura de ficción es clave para perpetuar la memoria histórica, ya que llega a un público más amplio que los textos académicos. Un novelista puede tocar las emociones del lector, lo que permite que los hechos históricos permanezcan más vivos en la memoria colectiva.