Berriozar, otoño de 1997. ¿Cómo se empieza a gestar la idea de Marea?
(Kutxi) Yo venía de tocar con Kolibrí en un grupo que se llamaba Kintal. Kolibrí estaba también en un grupo de versiones de soul que se llamaba The Forrest Band. Alen estaba con El Nido del Cuervo. El Piñas estaba trabajando conmigo en la obra y César también, poniendo aire acondicionado. Como yo ya había tenido grupos de esos en los que a cada cual se le asigna su instrumento al azar, pensé que había llegado el momento de hacer uno con gente que tuviese mis mismos intereses musicales. Le llamé al rubio (Alén) y le regalé un bajo al Piñas, que no había visto uno en su vida. Piñas me dijo que tenía un colega que tocaba la guitarra. Era César, pero lo que no me dijo es que había empezado a tocarla hacía un mes. Necesitábamos a alguien que distinguiera un do de un portazo, así que llamé a Kolibrí.
Es curioso que, después de haber pasado por varias bandas y conociendo por tanto a músicos con experiencia, Marea se formara con dos miembros que no sabían tocar. ¿Por qué fue así?
(K) Pues no lo sé… Había oído que la gente que bailaba bien tenía potencial como bajista, así que pensé que el Piñas tenía que ser un bajista de puta madre. Me equivoqué… (risas).
(Piñas) Sí, porque bailo fatal (risas).
(K) Pensé que, como eran amigos, se iban a entender bien. Y yo me entiendo con cualquiera. Fue instinto, como casi todo lo que ha pasado en mi vida.
¿Qué expectativas tenían cuando se formó Marea? ¿Era un grupo para pasar el rato con amigos? ¿Aspiraban a tocar por pueblos de Navarra? ¿Soñaban con poder vivir de la música?
(K) No pensábamos en eso, yo creo que nadie lo hacía. Hoy en día igual sí, porque hay otros medios, las cosas han cambiado y puede que la proyección sea más fácil. También hay más oferta. En aquellos años, tampoco estábamos tantos.
(P) La idea era hacer temas y cuando los tuviésemos, grabarlos. Luego, tocar por ahí. No pensábamos más.
¿Pero veían factible profesionalizarse?
(César) Queríamos pasarlo bien. Nos íbamos a tocar los cinco por ahí en la furgoneta… no sé, a Almería, y era una aventura. Tengo más recuerdos de aquellos conciertos del principio que de los de la última gira.
(Kolibrí) Es que si en aquel momento hubiésemos pensado en profesionalizarnos, lo hubiésemos dejado, porque era una ruina total: económica, de salud…
(C) Igual tocábamos en Extremadura y nos volvíamos sin dormir. O hacíamos dos conciertos la misma noche, en Tudela y Zaragoza.
(P) Yo no había salido del barrio nunca. Era la excusa para conocer sitios.
En los inicios, las músicas las componían Kutxi y Kolibrí.
(K) Sí, así hicimos hasta el Besos de perro. Luego ya, a partir del cuarto, empezó a componer también César, que en algún disco nos salvó el culo.
(P) Era impresionante, cada día venían con una canción nueva.
(Ko) Es que Kutxi y yo ya habíamos tocado juntos antes, teníamos mucha complicidad. Con el tiempo, ya la cogimos entre los cinco y ahora todo el mundo aporta.
(K) Igual que a nivel personal: cuando uno ha estado bajo, el resto le ha ayudado a levantarse. De ahí viene la supervivencia del grupo.
¿Cómo eran aquellos primeros conciertos?
(C) Teníamos la suerte de que la gente de Berriozar venía con nosotros, en autobús. Llenábamos cualquier garito.
(Ko) Éramos el único grupo que llevábamos el backline, los músicos y el público.
(K) Íbamos todos juntos en el autobús. Pedíamos bote y se lo dábamos al conductor para que nos dejase fumar. Teníamos concierto en el Casino de Elizondo, por ejemplo, y allí nos plantábamos con el autobús, del que bajaban setenta personas.
La grabación del primer disco se pagó con el premio del concurso de cantautores que ganó Kutxi.
(K) Iba un día con Kolibrí y vimos un anuncio del concurso; daban de premio doscientos cincuenta talegos (1.500 €), y le dije: “Me apunto, lo gano y con el dinero grabamos el disco”. Y así fue. Mi novia, que hoy en día sigue siendo mi compañera, nos dejó 50.000 pelas (300 €) que nos faltaban; dice que todavía no le he devuelto.
Con ese dinero, se fueron a los estudios Sonido XXI, donde grabaron este primer álbum que ahora se reedita.
(K) Lo hicimos en cinco días, la grabación y las mezclas. Cuando salimos del estudio, Javi San Martín (dueño del estudio y productor del disco junto a su hermano Juanan, NdR) nos decía que no se lo enseñásemos a nadie. Para él era una maqueta que servía para enviarla a las discográficas y si a alguna le gustaba, grabar el disco ya en condiciones. Nosotros le decíamos: “Los cojones, esto ya está hecho y el que quiera, que lo compre”. Y sigo pensando lo mismo a día de hoy: ese es el disco.
(Alén) Claro, por eso suena tan fresco. Esas imperfecciones… Ese disco refleja exactamente lo que éramos nosotros en ese momento.
Teniendo tan poco tiempo para grabarlo, ¿llevaban todo bien atado?
(K) Bueno, todo lo atado que lo podíamos llevar.
(P) Fue un cristo. Yo hacía mis tomas y estaba esperando, sufriendo, hasta que me decían que una estaba bien.
(Ko) Era la primera vez que íbamos a un estudio, no sabíamos ni cómo prepararnos para ir a grabar.
(C) Los hermanos San Martín tienen mucha profesionalidad y el trato humano es exquisito. Dejamos de ir a grabar allí porque ahora lo hacemos nosotros; tenemos a Kolibrí, que tiene su estudio y es nuestro productor… Ese es el sueño de cualquier banda. Pero Sonido XXI es una maravilla.
(K) Es que sigue siendo un gran estudio, sacan cosas muy buenas.
¿Cómo ven ahora este disco, 25 años después? ¿Pesan más las imperfecciones o la frescura y el empuje de la juventud?
(A) A mí me gusta ver la evolución de una banda, desde el principio. No me gusta cuando un grupo vuelve a grabar sus primeros discos, y lo han hecho varios. Puede que esté técnicamente mejor, pero se pierde la magia, el alma. Un disco recoge la energía de un momento concreto. Me gusta que no nos avergoncemos de nada de lo que hemos hecho. Hay temas de este disco que los seguimos tocando en directo, tal y como están aquí.
(Ko) Tú escuchas este disco y notas que son unos chavales tocando, es real. Hoy en día, cualquier disco tiene una produccion muchísimo más elaborada. La magia de este tipo de discos es precisamente esa: las imperfecciones, la nobleza, la juventud… No se esconde nada. Así es como sonábamos en el local.
Tenían unas referencias muy claras y, lejos de esconderlas, las pusieron en las dedicatorias: Rosendo, Roberto Iniesta, Loquillo, Mala Fama, Neruda, Bukowski…+
(K) No había nada que esconder. De hecho, en aquellos años nos intentaban atacar diciendo que éramos una copia de Extremoduro. Muchos periodistas nos entraban así en las entrevistas. En cuanto aceptamos la sombra de Extremoduro, nos dejaron de molestar con eso.
Una vez publicado el disco, lo enviaron a discográficas. ¿Tenían contactos?
(A) No, los buscamos por Internet. Entonces no sabíamos ni qué era un A&R (empleado de la discográfica encargado de fichar nuevos talentos, NdR) ni nada, así que se lo mandamos al director de la compañía, José María Cámara, directamente. El caso es que lo escuchó y debió gustarle, porque mandó a un par de emisarios para ficharnos.
(K) Justo ese fin de semana nos dijo Marino (Goñi) que él también nos lo sacaba, pero le explicamos que estábamos para firmar con una multi. Marino nos ayudó con el contrato.
¿Qué supuso para Marea entrar en una multinacional?
(K) El paso por BMG fue anecdótico. El disco ya estaba grabado, hicimos un poco de promo, la gira de Reincidentes…
(P) Entramos a la vez que Estopa. Nos ofrecieron tocar con Reincidentes, que en ese momento estaban muy fuertes. Nos dieron medio kilo (3.000 €), y para los conciertos que llegase.
(A) No me parece mal. Es que no podían hacer otra cosa. Estopa puede entrar en la radio fórmula, pero nosotros no. No podían hacer nada por nosotros, un grupo de rock tiene que hacer su propio camino. Nos ofrecieron un buen atajo, porque en la gira con Reincidentes nos vio mucha gente. Luego, al final de la gira de Revolcón, ya estábamos llenando las salas.
Si no tenían apoyo del sello para la promoción, ¿cómo movían el disco?
(P) Nos íbamos César y yo a los bares y les pedíamos a los camareros que lo pusieran. Mientras sonaba, nos bebíamos unas cañas. Luego a otro bar y lo mismo. Así, toda la tarde. Nos cogíamos unos pedos… La portada del disco es una foto desenfocada; cuando la veíamos enfocada, era el momento de irse a casa.
Hay que aclarar que el grupo se llamaba La Patera y el disco, Marea. Fue estando en BMG cuando se enteraron de que otro grupo tenía registrado ese nombre y tuvieron que cambiarlo.
(K) Sí. La compañía nos dijo que teníamos que registrar el nombre, que no lo habíamos hecho. Y entonces vimos que había un grupo en Melilla. Llegamos a hablar con ellos, pero pasaron. Nos dio igual. Cambiamos el nombre y listo.
En su momento, ¿qué recepción tuvo el disco?
(P) Nadie sabía que habíamos sacado el disco. Aquí sí, los quinientos que habíamos vendido, los colegas que venían a los conciertos… Pero fuera no, nadie nos venía con el disco.
(C) Fue a partir del segundo, con el Revolcón y el Besos de perro, cuando empezamos a notarlo. Las salas se llenaban, la gente se sabía las canciones…
(K) Con el primero, bastante teníamos con sabernos nosotros las canciones (risas).
A los pocos meses de haberles fichado, BMG les dio la carta de libertad. ¿Eso les desanimó?
(K) No, la habíamos pedido. Yo estuve un tiempo mandándoles una carta cada día, porque no nos hacían caso, ya no nos cogían el teléfono ni nada. Al final nos la dieron. Ya teníamos el segundo disco hecho. En cuanto estuvimos libres, hablamos con Marino (Goñi) para que nos sacase el Revolcón. La carta nos la dieron en verano y el 15 de septiembre salió el segundo disco. No tardamos nada.
En 2017 ya hablaban de que estaban intentado reeditar este disco. Ha sido un proceso largo…
(A) Ha costado años. Los procesos de las multinacionales son muy complejos; dependen de fondos de inversión, cambian mucho de personal… A veces, por las políticas de monopolio, les hacen vender catálogo. BMG se convirtió en un subsello de Sony, pero a la vez se había desprendido de parte de sus discos, entre los que estaba La patera. No sabíamos con quién podíamos hablar ni dónde estaba exactamente el disco. Finalmente, después de mucho insistir, pusimos el asunto en manos de un abogado, Javier de Torres, y lo hemos conseguido.
Ahora, con estas lujosas reediciones de ‘La patera’ por fin en la calle, ¿qué sienten cuando ven el disco?
(K) Nuestro primer disco es el último recién levantado de la cama: sin lavarse la cara, sin maquillar, sin vestirse… Sin nada, pero la esencia ya estaba allí. Y tiene todo eso que nunca más vas a tener: la inocencia, la inconsciencia, la juventud, el coraje… Vas a tener otras cosas, experiencia, medios… Pero el primer disco de casi todo el mundo, por lo general, tiene unas virtudes que luego, inevitablemente, se van perdiendo.