Su último disco se titula Zainak eman, que en castellano significa “dar las venas”. ¿Se trata de un álbum especialmente sincero y confesional?

–Todos han sido bastante sinceros, pero es verdad que este ha sido más crudo. Además, aparte de ese significado que tú has dicho, el título tiene otro sentido, algo así como “intuir”. He querido jugar con esa palabra, también.

Se trata de un álbum bastante ecléctico, en el que ha incluido bastantes sonidos electrónicos.

–Sí. Me he arriesgado más, hemos jugado con otros estilos que hasta ahora no había explorado tanto. Hemos grabado el disco en los estudios Olivera, en Girona, y eso me ha dado otro espacio para experimentar con ese tipo de estética sonora. 

¿Le ha resultado sencillo combinar las sonoridades más orgánicas con la electrónica?

–A mí, sí. He disfrutado mucho del proceso. También sientes cierto vértigo y preocupación, porque hay un público que está acostumbrado a una cosa más concreta, e igual esto no le llega tanto. He tenido que trabajar para desprenderme de esa expectativa.

Hay alguna canción especialmente bailable…

–Sí, esa es una de las cosas que quería poner en práctica con este disco. Hay cierto prejuicio respecto a mi música y respecto a mí, y quería romperlo. Me apetecía dar lugar a una espacio más de diversión.

En las letras ha contado con varias colaboradoras: hay un poema de Itziar Ugarte y otras las han escrito las bertsolaris Leire Vargas, Oihana Arana e Izaro Bilbao. Tengo entendido que tuvo una especie de bloqueo al escribir los textos y que por eso recurrió a ellas. ¿Fue así?

–Eso es. En todos mis discos hay letras de otras personas, aunque la mayoría son mías. En este caso, he pedido ayuda porque no me satisfacía nada de lo que estaba escribiendo, lo cual es bastante frustrante y llegó a bloquearme. Sentí presión, la necesidad de responder a ciertas expectativas… Incluso algo que no es cierto, que es como si estuvieses representando a más gente. Supongo que son piedras que nos metemos en la mochila y que no ayudan a que fluya la creatividad. Me ha pasado esto, sí.

¿Y cómo ha sido el proceso? ¿Usted les pasaba la música y les decía de qué querían que hablara el texto? ¿Les daba carta blanca?

–En este caso ha sido distinto. He intentado trasladar mis ideas respecto a lo que tenía en la cabeza, y estas personas han hecho las letras sin ceñirse a una melodía ni a una métrica. Con esas letras, yo he construido las canciones, las he armonizado. Ellas han partido de mi mundo conceptual y yo he partido de sus textos. 

¿Le resulta más sencillo componer las melodías?

–Sí, creo que las melodías de me salen de una manera más natural y espontánea. Las letras son más racionales y las pasamos por más filtros. Me cuesta más saciarme con las letras, sí.

En cualquier caso, su proceso compositivo es lento. Algunas de las canciones del disco vienen de ideas en las que empezó a trabajar varios años atrás.

–Exacto. Además, me gustaría reivindicar hacer las cosas despacio. Parece que en este mundo que vivimos ya no tenemos tiempo para nada, ni para cuidar las cosas ni para hacer procesos largos. Soy una persona de metabolismo lento, quiero huir de lo rápido que va todo. Sé que voy a contracorriente en eso, pero lo reivindico. 

Efectivamente, ese ritmo lento llama la atención en este mundo en el que vivimos, en general, pero más especialmente en el mundo de la música, donde parece que los artistas tienen que estar sacando nuevo material constantemente, subiendo cosas a redes sociales…

–Totalmente. Como ves, no creo que el algoritmo me premie (risas). Son unas lógicas que no comparto y de las que me gustaría quedarme al margen, al menos en la medida de lo posible, porque al final hay unas cartas con las que tenemos que jugar todos. Necesito salirme de eso por mi salud mental y porque no creo en ello; prefiero hacer las cosas con mimo y que la música no sea un mero objeto para ser consumido y que desaparezca, sino algo que perdure.

Hasta ahora, me la imaginaba componiendo con guitarra y piano, pero imagino que en este álbum habrá utilizado también el ordenador, ¿no?

–La guitarra y el piano son los instrumentos con los que mejor me desenvuelvo, pero también he hecho uso del ordenador para crear beats, bases, programaciones… Dependiendo de la canción, el proceso ha sido distinto. El instrumento tiene mucho peso a la hora de decidir hacia dónde va cada canción, al menos en mi caso. Elijo uno u otro instrumento dependiendo de a dónde quiero llegar con cada canción. 

Hablaba antes de que quería romper la imagen que el público podía tener de usted. El disco lleva un tiempo en la calle. ¿Cómo ha sido la recepción?

–Tenía un poco de vértigo y de miedo a que no gustara tanto este trabajo, que igual no entraba tan fácil a la gente, pero estoy muy contenta. Ya simplemente con el hecho de que esté en la calle… me he quitado un gran peso con eso. Además, se mantiene una comunidad bastante fiel a las evoluciones que transito. Al final, la gente conecta con lo que hago independientemente de las formas que utilice, y eso me ha dado mucha paz. Ha sido muy guay.

¿Les está resultando sencillo trasladar los nuevos sonidos a los conciertos?

–Nos ha costado bastante. Nos hemos pegado todo el verano mis compañeros de la banda y yo metiendo bastantes horas para ver cómo podíamos ser fieles al disco y fieles al directo. No queríamos que fuese una cosa solo de pregrabados. Queríamos tocar lo máximo posible, que fuese algo que sucediese durante el concierto. Nos ha costado, pero estoy muy contenta con el resultado. Todavía estamos ajustando todo, intentando perfeccionar cada sonido, pero estoy satisfecha y orgullosa de mi banda.

Por cierto, ¿lleva mejor los conciertos? Antes sufría con ellos…

–Sí. Depende mucho de cada concierto. A la presión que supone subirte al escenario se le suma también la de otras responsabilidades que la gente no ve. Hay muchas cosas detrás de una concierto que están invisibilizadas pero que están a nuestro cargo. Esa carga mental te puede desconcertar, es lo que me ha podido pasar a mí. También el hecho de estar dando muchos conciertos y estar trabajando por encima de las posibilidades de una. Todo eso te puede llevar a un estado un poco crítico. Ahora estoy muy contenta, hemos cambiado algunas piezas y, en mi caso, me ha dado mucho espacio para concentrarme en cantar, en hacer bien el show y en conectar con el público. Estoy en un momento muy bueno.