El Museo Gustavo de Maeztu abre la oportunidad histórica de conocer parte de la obra José Gutiérrez Solana, uno de los grandes creadores visuales de la primera parte del siglo XX y cuyos grabados y litografías podrán verse en la pinacoteca de Estella-Lizarra. Un creador muy unido a la literatura y vinculado a una visión popular de entender la creación. A ello pareció entregarse en una pasión casi secreta en la que logró trabajar arquetipos personales con técnicas de aguafuertes donde captó momentos efímeros pero con gran carga cultural como las procesiones o los carnavales; bodegones atípicos o vitrinas; hombres y mujeres curtidos en sus experiencias vitales.
Fue un creador pictórico que “pintó mucho y grabó poco”, según aseguró Leyre Bozal responsable de la colección cedida por la Fundación Mapfre y que permanecerá en la sala de exposiciones temporales del museo hasta el 2 de febrero. Un creador a contracorriente de la presión vanguardista de la época que avanzó ajeno a los diferentes movimientos renovadores de la pintura y de alguna manera también superó su vinculación con las tradiciones por más que se embarcara en el realismo como expresión. A través de este realismo se atrevió a recrear una realidad palpable que entronca con la visión goyesca de la vida, convirtiendo su carrera pictórica, también en fuente de controversias tanto en su vida en Madrid como en sus salidas a Cantabria. Entre sus grandes defensores contó con la figura de Ramón Gómez de la Serna, el creador del género literario de las greguerías. Pequeñas creaciones artísticas que tenían en las vicisitudes del lenguaje su propia razón de ser. Así también, los grabados de Solana fueron pruebas de expresión artística en estado puro. Intentos de combinar la realidad con el arte y la expresión. Y es que el autor escribía antes sus propios cuadros o sus litografías como si quisiera dotar de varios puntos de vista sus creaciones exponiendo su visión de la realidad social como apuntes que señalan pero no juzgan “solo espera que el espectador sea quien decida sobre lo que él ha reflejado”, insistió Bozal.
Esa es también la misión de los 26 grabados que pueden verse en Estella (de los 28 en total que creó) y de las cuatro de las siete litografías que Solana realizó. Una técnica que descubrió en la Escuela de Artes Gráficas de Madrid en 1918 y a la que iría volviendo posteriormente como una asignatura pendiente que reflejar con aguatinta y punta seca, como las rescatadas por Adolfo Rupérez y Juan Hidalgo a partir de las planchas originales que el artista dejó perfectamente acabadas pero sin ver la luz, antes de morir: como máscaras de carnaval que el público podrá descubrir en el futuro. Una experiencia que se puede vivir de manera exclusiva en Estella-Lizarra hasta el dos de febrero en el Museo Gustavo de Maeztu, otro pintor coetáneo con el que tuvo muchos paralelismos “ambos fueron escritores, se apasionaron por los grabados y las figuras humanas de sus obras poseen mucha rotundidad”.
Retratos. Casi todas las estampas de Solana remiten a un modelo pintado y en muchas ocasiones este mismo modelo está previamente descrito en su trabajo de escritor.
Amoral. Solana se vale de varios instrumentos como por ejemplo las máscaras, para tratar de expresar diversos aspectos de la existencia, pero a la manera de Goya no transmite ningún juicio moral, simplemente nos presenta este mundo, para que nosotros como curiosos espectadores de la vida, lo contemplemos o valoremos.