Euskadiko Orkestra

Pinchas Zukerman, violín y dirección. Programa: Mozart: obertura de la Flauta Mágica y concierto para violín número 5. Paul Ben-Haim (1897-1984),” Berceuse sfaradite”. Beethoven: sinfonía número 2. Baluarte. 5 de diciembre de 2024. Casi lleno. Incidencias: Concierto In Memoriam del trompetista de la orquesta Didier Bousquet, recientemente fallecido.

El ambiente relajado y expectante que suele haber en otras ocasiones, no se ha dado en el concierto que nos ocupa. El trágico accidente que le ha costado la vida al trompetista solista de la orquesta, y la protesta a favor de Palestina por parte de un sector del público, cambiaron, radicalmente, el ánimo de todos. Descanse en paz nuestro querido trompetista. En cuanto a la protesta, quien así lo consideró se salió para no escuchar la obra del judío Paul Ben-Haim; quien decidió quedarse, como es mi caso, seguro que, también, estamos en contra de la guerra, pero sin personalizar las culpas en dos excelentes músicos. Sobre todo en Zukerman, que hizo gala de gran profesionalidad y respeto. En los corrillos del descanso se oía de todo: …que si hay que pedir, también, que Hamás libere a los rehenes…, que tampoco boicoteamos a los compositores rusos (por la guerra de Ucrania)… etc. Como estamos en un país con libertad de expresión, esto fue lo más importante del incidente, el ejercicio de libertad. Esperemos que nadie demonice a nadie. Por esto, sin duda, lo mejor de la tarde fueron la obertura de la Flauta Mágica de Mozart y la segunda sinfonía de Beethoven, que abrían y cerraban la velada, respectivamente. La obertura antes del incidente. La sinfonía, después del descanso. La “Berceuse sfaradite” de Paul Ben-Haim (compositor judío que orquestó el himno israelí, y motivo de la polémica) es una preciosa canción de cuna para violín y orquesta, que Zukerman interpretó con sumo cuidado y cariño, sustrayéndose en lo que pudo a las circunstancias. El sonido del violín de este gran intérprete es extraordinariamente puro, siempre en lo alto de una afinación impecable y bellísima. Lo comprobamos, también, en el concierto para violín número cinco de Mozart, aunque ya con el ambiente viciado que no dejó que las cosas fluyeran a la altura de su categoría interpretativa. Zukerman se hizo acompañar por la orquesta a modo de grupo de cámara, o sea sin director, y los profesores respetaron escrupulosamente el volumen del violín y el tempo, más bien asentado, que se impuso.

Como director, en la segunda sinfonía de Beethoven, Pinchas Zukerman, a mi juicio, fue magistral, enlazando con la tradición de los grandes maestros del siglo XX, sacando a la orquesta ese sonido redondo, pero claro a la vez. Los que tenemos cierta edad lo identificamos con el sonido de los discos de vinilo. Sonido grande, recogido, sin aristas, pero que, a la vez ofrece nítidamente el color de las familias. Mantiene 6 contrabajos, o sea una cuerda grave poderosa, y violines y violas, salen (por ejemplo los violines segundos en la obertura), cuando hace falta. Su gesto desde el podio es sumamente austero, de los que irradian autoridad sin hacer aspavientos. Hay variedad de planos sonoros, con matices piano en la orquesta (por ejemplo en la respuesta al fagot en el segundo movimiento) muy hermosos. Busca delicadeza y, a la vez grandeza. Porque, en la versión que nos ocupa, la sinfonía 2, la menos interpretada del maestro de Bonn, siempre sonó, con indiscutible poderío, a Beethoven.