En Los muertos no pagan (Fondo de Cultura Económica), el pamplonés Fermín Goñi nos traslada hasta la ciudad de Buenos Aires a principios del presente siglo para sumergirnos en las consecuencias de un suceso “macabro” que parte de un hecho real, el que el periodista y autor de otras historias más que entretenidas (Puta vida, El hombre de la Leica, Una muerte de libro), decide brindarnos “para impedir que caiga en el olvido”.

Por su parte, en Luna, el barcelonés Carlos Bassas nos regala (!buen regalo¡) otra historia: la de tres generaciones femeninas; Luna es, por otro lado, un ejemplo de narrativa clara y concisa:

“-No eres nada sin un hombre.

-¿Y usted, madre?

-No es lo mismo, yo soy viuda, a tu padre se lo llevó Dios antes de tiempo.

-Ya.

-No es natural. La esposa debe estar con el marido.

-Dejémoslo, madre.

-¿Qué ejemplo le estás dando a la niña?”.

La novela del autor de El honor es una mortaja resulta, además, el intenso relato de un hogar en el que el oscuro pasado tiene su importancia: “Sara se pregunta qué hace su madre todo el día en esa casa de silencio perturbador, donde la soledad es la única constante mañana, tarde y noche; nada sabe de las rutinas que le mujer se ha ido creando con los años para sobrellevarla (...)”.

NOVELA

LUNA

Autor: Carlos Bassas del Rey.

Editorial: Alrevés, 2024.

Páginas: 208.

Alrevés, que ha publicado distintos relatos de interés, como El miedo en el cuerpo (Empar Fernández) o Café cortado (José Francisco Alonso), acaba de presentar Dinero para los muertos (Andreu Martín) y Luna enriquece dicha oferta de un modo sincero: “Tengo que contarte algo y este momento es tan bueno como cualquier otro, dice Miguel de vuelta a casa. Sara se deja caer en el sofá situado frente a la butaca en la que su madre se muere un poco más cada día”.

“(...) de nuevo esa inquietud al sentir la mirada fija de la mujer mientras Miguel regresa de la cocina con un vaso colmado de anís. Sara le da un trago y el dulzor le ayuda a ocultar la peste a rancio que emana de Aurora; Miguel ya está hecho a ella, por eso no arruga la nariz cada vez que entra en la sala y se sienta a su lado”: Luna, Sara y Adoración representan las complicadas consecuencias de estas relaciones familiares.

Carlos Bassas tiene algo que contarte: “Adoración la espera en la cocina, su reino y parapeto; a estas alturas todo el pueblo sabe ya lo ocurrido con Álvaro; corre de boca en boca y de oreja en oreja con el brío de una ráfaga de solano”; Carlos Bassas del Rey continúa: “Sara llega y se sienta, no hay nada en el fuego y la habitación está en penumbra, algo fría de repente para la época del año, pero ni Dora ni ella sabrían decir si ese frescor proviene de fuera o les emana de dentro”.

Luna es el desarrollo de los ires y devenires de tres mujeres que parecen tener dificultades serias para reconducir sus existencias:

“-Lo sé todo, madre”.

-¿Sí? ¿Y qué es eso que crees que sabes?

-Todo.

-No sabes nada. Yo, en cambio, sí sé qué le ha pasado a Álvaro, pero no te preocupes, no diré nada, eres mi hija y tampoco es culpa tuya.

-¿Qué quieres decir?

-Que estamos malditas. Tú, yo y la niña. Tenemos las entrañas negras”.

Si en Aki, el misterio de los cerezos (Toro Mítico) ya logró entretener a lectores y lectoras de diferentes edades y en otras citas con la novela de adultos como Siempre pagan los mismos (Alrevés) o Cielos de plomo (HarperCollins) mostró a sus lectores el dominio de la escena propio de alguien relacionado directamente con el mundo del cine y el de la docencia, en la narración que ahora nos ocupa, Carlos Bassas traslada al lector su interés en las dificultades de algunas mujeres para disfrutar de una vida tranquila o... algo parecido.

Luna, la lucha por la supervivencia.