Regresa a Pamplona para presentar nuevo disco, pero, en el caso de Depedro, me da la impresión de que eso es una mera circunstancia, porque es un grupo que siempre está en la carretera.

Claro, es nuestro oficio. Los discos son lo que dan sentido a todo; sin canciones, no hay ningún motor emocional que mueva emocionalmente nuestro camino. Todavía tengo hambre, pienso que esto recién comienza.

Tanto es así, que Depedro ha tocado en los cinco continentes, toda una hazaña en unos tiempos en los que a los grupos cada vez les resulta más difícil tocar en directo…

Ahora viajo un poco menos. Me lo puedo permitir, porque Depedro está en un momento dulce y procuro estar más tiempo cerca de los míos. Pero siempre hay viajes. Ahora tenemos uno planeado a Colombia, otro a Europa, acabamos de venir de México y de Argentina… Depedro tiene un lenguaje que conecta bien fuera de nuestras fronteras. Es el tópico ese que se suele decir de que la música es un lenguaje universal. Cuesta tener una voz propia, y creo que Depedro la ha encontrado.

“Una buena conversación, tener la capacidad de escuchar a la persona que tienes delante, puede ser un lugar perfecto”

El disco se titula Un lugar perfecto. ¿Cuál sería ese lugar perfecto para alguien que ha viajado tanto?

Es un lugar emocional, más que físico. Es el lugar al que estoy intentando llegar. Uno intenta siempre mejorar, sobre todo a nivel personal. A lo mejor, una buena conversación puede ser ese lugar perfecto. Tener la capacidad de escuchar, que no es lo mismo que oír, a la persona que tienes delante; igual se te queda algo.

En el estribillo dice que estamos perdiendo ese lugar perfecto. ¿A qué se refiere?

El lenguaje de la canción no tiene un punto naïve de dar por hecho que has llegado a ese lugar. Todo lo que merece la pena en la vida viene detrás de un esfuerzo descomunal, al menos en mi caso siempre ha sido así. Ahora todo se mide en los parámetros de lo inmediato y siento que mi vida ha ido por un camino totalmente opuesto. He disfrutado de cada paso, pero he ido por muchas carreteras secundarias, donde tienes tiempo para contemplar y, si eres listo, para escuchar lo que te tienen que decir.

Por primera vez en su carrera, ha contado con un productor externo, Gustavo Guerrero. ¿Por qué?

Le conocía, era muy fan de su trabajo, no solo como productor, sino también con su propio proyecto, Augusto Bracho, que no me canso de recomendarlo. Es agotador abrir siempre los mismos cajones, necesitaba vivir la experiencia de que fuera otro el que gobernara la grabación y tomara responsabilidades. Hemos llegado a sitios nuevos, Gustavo tiene un talento y una formación impresionantes. Ha sido un proceso muy bonito y muy necesario, también.

Creo que se implicó mucho y que estuvo dos meses viviendo en su casa, con su familia.

Gustavo no hace las cosas por hacer. No hay truco: si quieres hacer las cosas bien, tienes que escribir los arreglos, darle vueltas a la canción… La labor principal del productor es hacer brillar las canciones, que lleguen a conectar con el oyente. Cuando la compones, la canción está en pañales; igual no está en el tono que necesita, o le falta un arreglo… Ese es el trabajo del productor.

Viajando tanto para tocar, con el productor metido en casa dos meses… ¿le cuesta separar la vida artística de la personal?

No. En mi casa, a mi familia le encanta la música pero no hablamos de eso, sino de las cosas importantes.

Que, además, son de las que se nutre para escribir nuevas canciones.

Sí. Además, el discurso de Depedro tiene mucho de lo cotidiano, de lo que experimento día a día. A veces buscamos en lugares lejanos y lo más importante lo tenemos delante de los ojos, aunque no sepamos verlo.

El folclore iberoamericano siempre ha estado presente en su música, pero en este disco se nota especialmente.

Sí, es un tributo a todas esas fuentes de inspiración. De hecho, acabo de grabar un vídeo con Javier Macipe, que ha hecho una película preciosa, La estrella azul. Me dijo que iba a estrenarla en uno de los lugares en los que se rodó, en Santiago del Estero, al norte de Argentina, y me fui con él porque es uno de los corazones del folclore americano. Por supuesto que pivoto muy cerca de las fuentes de la música popular, tengo muchísimo que aprender ahí.

No lo había pensado, pero es cierto que su figura tiene muchos paralelismos con la de Mauricio Aznar, que después de su época rockabilly con Más Birras descubrió toda la música iberoamericana y se quedó fascinado por ella, como se cuenta en la película.

Cuando vi la película no sabía de qué iba, y me tocó muchísimo emocionalmente. Soy coetáneo de Mauricio; él era un poquito mayor que yo, pero con mi grupo, La vacazul, tocamos en los mismos sitios que Más Birras y he conocido a algunos de sus miembros. En aquel momento, Mauricio hizo un viaje que a nosotros ni se nos ocurrió soñar, fue un pionero.

De quien siempre le sentí cercano es de Santiago Auserón, que también ha estudiado mucho toda la música africana e iberoamericana…

Por supuesto. Santiago, directamente, ha sido constructor de autovías entre una costa y otra. Sin él, no estaríamos hablando ahora mismo.

Antes hablábamos de que usted ha tocado en los cinco continentes, y en América lo veo lógico por idioma y estilo musical, pero en según qué países de Europa, su propuesta les tiene que resultar exótica y lejana…

Sí, pero necesitan nutrirse. Si hay un grupo portugués que imita a los Pixies, ya tienen a los Pixies. Pero si hay un grupo portugués que canta fados y lo mezcla con rock, eso sí que puede ser muy interesante. Por eso yo creo que Depedro toca tanto fuera, por lo que te decía de la voz propia. A veces hay muchos grupos locales que en vez de hacer algo que les toque más de cerca, se dedican a impostar. Todos hemos pasado por ahí, yo el primero, al final es un proceso muy largo.

“En Pamplona la venta va muy bien; me siento como un niño pequeño con un juguete que no acaba de envejecer”

El disco salió ya hace unos meses. ¿Cómo está yendo la gira?

Esta semana hemos tocado dos noches en Madrid con todo vendido. Uno piensa que en algún momento se acabará el recorrido emocional, pero de momento no lo hace. Ha sido muy emocionante, y me acaban de decir que en Pamplona también está yendo muy bien la venta de entradas. Me siento como un niño pequeño con un juguete que no acaba de envejecer.