Llega con una doble cita a la capital navarra. La de este 7 de mayo en la Biblioteca de IPES, que está de celebración, y la del jueves día 8 –también a las 19.00 horas– en Condestable, dentro del ciclo Oh, diosas amadas, donde Remedios Zafra ofrecerá su visión personal sobre la pensadora Simone Weil, cuya vida y obra recorrieron el activismo político, la mística y la filosofía. El último ensayo de la autora cordobesa, El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática (Anagrama, 2024), se analizará en la conversación que mantendrá este miércoles en IPES con Nerea Madariaga.
La tristeza burocrática de la que habla nos afecta en mayor o menor medida a todas las personas.
Aunque en el ensayo acoto a esas personas que tienen esa diversidad de trabajos, culturales, académicos, creativos..., efectivamente para mí esa tristeza burocrática es algo que trasciende el mero trabajo cultural y académico, puesto que es casi una seña de época, en tanto que la tecnología ha traído consigo que incluso trabajos como los derivados de la agricultura vengan cada vez también más necesitados de mediación burocrática.
La palabra tristeza dice mucho.
Sí. En los últimos años hemos hablado de muchas maneras de esa burocracia con palabras como tiranía o violencia, pero me parecía que aludir a la tristeza burocrática me permitía apuntar algo para mí muy importante, y es que los trabajos a los que yo me estoy refiriendo son trabajos a los que llegamos por una suerte de motivación o vocación, es decir, trabajos que en algún momento amamos, y que por tanto nos motiva realizarlos; y sin embargo ese incremento irracional de requerimiento administrativo hace que merme la autoconfianza, o sea, que crezca la inseguridad, la sensación de falta de autoestima, la sensación de que siempre estamos haciendo las cosas mal..., porque cuando tienes que hacer muchísimo trabajo administrativo es muy habitual equivocarte, claro. El trabajo es mejor cuando cuando hay concentración en ese trabajo y no está constantemente torpedeado por esta gran cantidad de de actividades que además han crecido con la tecnología.
“La autoexplotación contemporánea solo puede entenderse desde una primera persona del plural, es una presión estructural”
Esa exigencia burocrática merma nuestra libertad, la creatividad, al final también la diversidad, la originalidad, y sí es verdad que el día a día se vuelve más triste, más homogéneo, más aburrido, ¿no?
Sí, exacto, más aburrido. Yo creo que triste es una palabra que significa, sí; en muchos momentos del libro se habla de ese dilema vida-trabajo, que yo entiendo que deja de ser dilema cuando el trabajo que realizamos es un trabajo que nos gusta, y hay muchas personas que están cerca de un trabajo que les gusta o que pensaban que estaban en un trabajo que les gustaba, aunque se ha convertido en otra cosa; y ese descubrimiento de pronto, esa conciencia de que yo estoy en la docencia o estoy en la comunicación o estoy en la investigación, pero eso es una parte cada vez más pequeña porque el tiempo está fagocitado por esas otras tareas, nos hace seres más tristes, pero también deteriora la calidad de lo que hacemos. Porque cuando queda muy poco tiempo y en esas rutinas administrativas se prima más la justificación de un hacer que la calidad de un hacer, terminamos primando la productividad. Un hacer numérico, un hacer que nos permita entregar. Esta idea que de uf, por fin he entregado esto que me reclamaban o he llegado al plazo, esos resoplidos para mí son muy dolorosos cuando los pronuncio y cuando los escucho, porque hablan de un ceder a un hacer precario y de una pérdida de oportunidad de hacer con creatividad, con concentración, profundizando en lo que hacemos.
Multitarea, autoexplotación, rapidez, la esclavitud de la inmediatez... Se ha abonado el terreno para dificultar que se cultive el pensamiento crítico...
Sí, esto que debiera ser el principio y el final de un hacer, de una práctica, comenzar con un pensamiento crítico que a mi modo de ver es también un pensamiento autoconsciente, es decir, un pensamiento que no hace las cosas por rutina o por hacer. Ese pensamiento crítico nos permite ser nosotros mismos y por tanto ser conscientes de lo que estamos haciendo y de si lo que hacemos lo podemos mejorar, cambiar, modificar. Y ese pensamiento crítico también es necesario al final de ese proceso para valorar realmente si hemos podido mejorar lo que hacíamos o simplemente seguimos en esa rutina que nos lleva a la cadencia del siempre igual, ¿no? Esto habla de una suerte de mecanización y de deshumanización, y encaja muy bien con muchas de esas palabras a las que aludías, rapidez, velocidad, autoexplotación. Son elementos que contribuyen a seguir una inercia más irreflexiva donde es la acumulación, la cantidad lo que prima, y no la narración, no la duda. Así es difícil distanciarse y preguntarse: ¿es esto lo que quiero hacer, o mejor introduzco determinado elemento o lo pienso de otra manera? Claro, si no están esos elementos propios de un pensamiento crítico, que es un pensamiento que interpela nuestro trabajo, un pensamiento que no lo da por supuesto, sino que convierte el reto de trabajar en una labor para el contexto en el que se hace, y también en una labor y una una función social..., si no cumple ese cometido en su pleno sentido estamos llenando el mundo de sucedáneos, de escritos de sucedáneos, de prácticas que se hacen sin esa pasión contraria a la tristeza, diría yo. Y no es necesario hablar de una gran pasión, sino de una pasión que nos movilice en esa satisfacción de hacer bien un objeto, un artefacto manual, de dar bien una clase, de cuidar tu huerto.
“La sumisión y la docilidad acontecen en gran medida cuando hablamos de burocracia, pero podemos pasar a la rebeldía”
El cuidado. Aplicado a nosotras mismas, a los demás, también a la forma en la creatividad. En su ensayo sí cuida esa belleza formal, supongo quiere poner en valor lo poético.
Sí, me interesa mucho el valor de lo poético, el modo de hacer y el cuidado. Para mí el buscar testimoniar a través de la mayor honestidad en una escritura ensayística, es poder contrastar, compartir o incluso dialogar con la experiencia propia. Esa experiencia propia me permite mayores grados de honestidad. Es decir, no especular sobre lo que le está pasando a otros, sino sobre lo que veo que le está pasando a muchas personas, pero también me está pasando a mí. Y en ese sentido creo que los modos de decir son tan importantes como aquello que se dice. Para mí el discurso está a la misma altura que la escritura.
¿Qué podemos aprender de lo que pensaba sobre el trabajo Simone Weil, de quien hablará este jueves en Pamplona?
Ella decía que, en los contextos laborales, ejercida determinada presión, las personas no se rebelan, sino que se docilizan. Es decir, la respuesta en lugar de ser la rebeldía es la sumisión. Y yo creo que esto acontece en gran medida cuando hablamos de burocracia, porque es esa presión que sentimos de manera individual cuando cada una o cada uno está en casa. Pero justamente mi enfoque tanto en el informe como en la charla, será algo que intuyo que Simone Weil también planteaba en su obra cuando ella arengaba a los trabajadores, ella era una gran defensora del sindicalismo, y estaba identificando también una cierta reversibilidad. Es decir, si ejercida determinada presión, la respuesta es sumisión y no rebeldía, también puede que ejercida determinada presión podamos pasar de la docilidad a la rebeldía. Yo creo que esa presión tiene que ver con el pensamiento y con la colectividad. Es decir, primero con un freno que nos permita pensar sobre lo que estamos haciendo, y posteriormente casi con un gesto de cabeza, de observar que no estamos solos en esto.
Ahí el individualismo es clave, ¿no? Esa presión en lo laboral suele funcionar porque se ejerce de una manera individualizada, o jerarquizada.
Sí, esto es crucial. Quienes entienden la autoexplotación como un yo en singular, yo me autoexploto..., esta es una idea que en mi obra Frágiles yo critico hablando de que la autoexplotación contemporánea solo puede entenderse desde una primera persona del plural: Yo me autoexploto, tú te autoexplotas, él se autoexplota..., es decir, cuando vemos que esto es una pluralidad, hablamos de nosotros; es convertir esa multiplicidad de individualidades en una colectividad, y cambia por completo la percepción. Porque vemos que ya no es algo coyuntural, o que no es que seamos muy débiles y que no no resistamos lo que todos resisten. Vemos que es una presión estructural, pero una presión que la mayoría llevan con sumisión y el único escape posible es el desahogo en las esquinas de los trabajos.
“Con pasión me refiero a algo que nos movilice en esa satisfacción de hacer bien un objeto, de dar bien una clase, de cuidar de tu huerto”
¿Y dónde ve esperanza? Porque aboga por reapropiarnos del tiempo, ¿eso sería lo primero para poder cultivar desde ahí la empatía y la colectividad?
El tiempo es la primera palabra que estaría en esa posible concatenación de cambios que necesitamos para poder transformar las cosas; quizá antes que el tiempo está el desvío, el desvío frente a lo siempre igual. El desvío nos permite dejar de repetir esa rutina que hacemos por responsabilidad, por obligación, porque la mayoría lo hace... El desvío de eso, que a veces es una toma de conciencia como extrañamiento reflexivo, a veces un hartazgo que viene incluso encarnado en el propio cuerpo con problemas de salud, es decir, no puedo más... Ese desvío que genera también movimientos corporales nos permite ese mover la cabeza, nos permite ver a otros, identificar que no estamos solos y que nos pasa a muchas personas. Y esa empatía, ese vínculo lleva a la actividad transformadora. Así que sería el tiempo colectivo como primer paso para recuperar ese tiempo propio que es urgentísimo en nuestras vidas.
¿La reducción de jornada es un camino en este sentido?
Sin duda sería una vía porque nos sorprendería ver lo poco que ha cambiado la jornada laboral en el último siglo, y cómo otros países cercanos han conseguido hace ya tiempo esos pequeños logros que aquí se buscan, porque el objetivo sería lograr más tiempo para la vida y menos para el trabajo. Pero también hay algo que se reflexiona en el libro, y es que una mera reducción de la jornada laboral sin pasar por las singularidades de los trabajos contemporáneos, especialmente los trabajos dedicados a la comunicación, a la investigación, a la educación... esos trabajos no están tan supeditados a la jornada laboral, a turnos u horarios definidos... Hoy en día muchos trabajos se desarrollan querámoslo o no en casa, a través del teletrabajo o porque también necesitan una parte de investigación y de concentración que no se da en los despachos ni se da en las oficinas. Esos tiempos de concentración, que ahora mismo estamos acotando a los fines de semana y a las vacaciones, son tiempos de los que no nos vamos a beneficiar con una reducción de la jornada laboral. Por eso es muy importante que, como un paso añadido para esa mejora, se nos libere de ese trabajo administrativo y burocrático innecesario, de esas tareas que muchos consideramos tareas basura, o tareas obsoletas, que ya no tienen el valor que tenían en otra época. Esa liberación de esos tiempos de burocracia sí es algo que puede favorecer una mejora en nuestro tiempo propio, y también una mejora en el trabajo que hacemos.