El otro día Ana Rosa se cabreó en directo. No es la primera vez que lo hace y tampoco es que quiera meterme con ella. No. En el fondo coincidimos un poco. Ninguno de los dos entendemos por qué deberíamos ser testigos de lo que va contra nuestros principios. El cabreo de Ana Rosa se debió a que en su programa pusieron imágenes de cómo follaban dos concursantes de GH Dúo. Y es que también eran un dúo los que maniobraban sin que ni siquiera se les viera debajo del edredón; una prenda que ha generado un vocablo nuevo: edredoning que viene a decir lo que antes era hacerlo debajo de la manta. Ana Rosa es ya una señora de las de toda la vida y habló con esa autoridad que se debe sentir después de años siendo una señora de toda la vida. Se plantó. Dijo lo que sintió porque así hacen las señoras de toda la vida con profundas convicciones cuando ven cómo en su programa les ponen escenas de folleteo y no vale que los asquerosos se tapen con el edredón. A Ana Rosa le salió aquello de “¿por qué tengo que ver esto?” como a Jesucristo aquello de “Dios por qué me has abandonado” que, también es cierto, se convirtió en una de las grandes redundancias del cristianismo, puesto que según las teorías de tres personas en una, está claro que se lo estaba diciendo a sí mismo. Bueno, la cuestión que hoy nos ocupa también es trascendental en cuanto que plantea si, en realidad, en Ana Rosa conviven dos personas en una misma o no. Se podría pensar que cuando se pregunta ¿por qué tengo que ver esto? nos está indicando el camino de nuestra salvación o, por el contrario y en el fondo, es un simple prejuicio por ver cómo echan un polvo en su programa. Unos creen que la verdad auténtica es la primera: Ana Rosa quiere que nos cuestionemos que, la televisión es algo que se nos impone y que impide nuestra libertad. Luego están los de toda la vida: esos que aseguran que follar en la tele es una cuestión de mal gusto. Y usted qué: ¿otra vez viendo GH?