Pamplona - Pocas fronteras se le pueden poner a la naturaleza: impenitente, armada hasta los dientes, caprichosa. Pocas barreras le quedaban al himalayismo y ayer derribó una Alex Txikon. El vizcaíno venció al invierno y a sí mismo, al cronómetro, al calendario, al espacio y a la naturaleza. El alpinista de Lemoa tumbó al Nanga Parbat y a sus 8.126 metros de altura junto a su inseparable Ali Sadpara, con quien intentó el mismo hito el curso pasado sin éxito, Simone Moro y Tamara Lundger. Alex Txikon expuso la terquedad como arma, el tesón, la tenacidad para derrotar a una fuerza primigenia, tallada en la parte más noroccidental de los ochomiles, en la que en los últimos 30 años, en los que se probó hasta en 28 ocasiones hollar su cumbre, nadie tuvo éxito. Solamente queda una barrera ya, muy alejada de las posibilidades de cualquier persona, el K2 (8.611 metros) en invierno, una trampa que costará todavía mucho por coronar.
Nadie hasta Txikon, Sadpara y Moro pudo poner su nombre en los libros de historia de la montaña, en la que los alpinistas vascos tienen su capítulo aparte. La referencia ahora se personifica en el lemoarra, un tipo abierto y con grandes dotes de comunicación, cuya reverencia al Nanga Parbat acaba con dos cursos con la montaña entre ceja y ceja. Coronó ayer a las 10:37 horas (17:37 horas en horario local) tras diez horas de travesía junto a sus compañeros de cordada, aunque Tamara Lundger no llegó a coronar al tener que parar poco antes, al sufrir cansancio extremo y malestar físico. El vizcaíno y sus compañeros solventaron sin dificultades la cuenca Bhazin, sobre la que había una alfombra de nieve dura desplegada, hasta alcanzar la Pirámide. No obstante, más adelante el paquistaní se desmarcó de sus compañeros para aferrarse a un terreno más rocoso hasta hacer cima. Así las cosas, al grupo no le duró demasiado la alegría. Y es que, al optar por marchar desde el Campo 4 (7.100 metros) a la salida del sol porque sino el frío era demasiado extremo, el bloque de alpinistas tuvo que llegar a la cima y bajar directamente de nuevo hasta el Campo 4 con dos horas de luz por delante. Allí pasaron la noche y hoy bajarán directamente hasta el Campo Base. Igone Mariezkurrena, responsable de prensa de Txikon, manifestó que “Alex se siente contento y satisfecho, pero ha sido duro y largo. Se encontraron un terreno más duro de lo que esperaban”.
La cuestión es que el descenso también tiene peligro, pero Txikon, Moro, Sadpara y Lundger no pueden esperar más. La ventana de buen tiempo se puede cerrar y, cuanto menos tiempo pasen en el Nanga Parbat en invierno, mejor.
Al imponente macizo pakistaní lo llaman la Montaña Desnuda, pero también le apodaron Asesina por su crueldad con los montañeros, con un rango de fallecimientos del 22%, una barbaridad. Y en invierno, todos los intentos se dieron con un canto en los dientes. El Nanga Parbat es una cumbre árida en la que las borrascas pegan fuerte y el viento es una tortura. De hecho, el propio Alex Txikon tuvo que volverse a apenas unos cientos de metros de la cima el año pasado. Regresó junto a Daniele Nardi y el propio Sadpara porque el asiático sufría una borrachera de altura. En esa derrota nació su victoria. Y en la paciencia.
Contaba Alex antes de la expedición de este curso que lo tenía claro. El vizcaíno sabía que quería volver al Nanga Parbat para probarse en invierno de nuevo. Era algo personal. Por eso se tiró a refundar el equipo del curso anterior y se citó con Daniele Nardi y Ali Sadpara. También comenzaron el grupo el polaco Janusz Golab y Ferrán Latorre, que finalmente ni partieron hacia Islamabad el 24 de diciembre. El italiano, el paquistaní y el vasco afrontaron una secuela de su particular búsqueda de la excelencia con uno de los objetivos más importantes del mundo del alpinismo en mente. Pisar donde nadie ha pisado en invierno. Llegar a donde nadie ha llegado en la peor de las condiciones. La diferencia comenzó en la aclimatación: optaron por Argentina en verano y escalaron el Falso Moracho, el Volcán San Francisco y el Incahuasi.
Las primeras semanas de trabajo fueron buenas y equiparon la ruta elegida. El 2 de enero, tras dos días en la Pradera de las Hadas (4.200) poniendo a punto el Campo Base, portearon por primera vez los 70 kilos de material hasta el Campo 1 (4.850). El plan previsto tuvo en cierta medida la clave de la victoria en la elección de la ruta Kinshofer, a pesar de encontrarse en peores condiciones que el curso pasado, por encima de otras como la Mummery Ridge. Incluso Simone Moro y Tamara Lundger tenían previsto atacar por la Rupal.
Una semana más tarde de llegar al Campo 1 y decidir seguir el proyecto inicial, los polacos Adam Bielecki y Czech se adhirieron al equipo y colaboraron durante unos días. Después, Txikon, Sadpara y Nardi consiguieron equipar hasta el Campo 2 (6.200) y el 3 (6.700). Tenían todo preparado para el 23 de enero. Y llegaron los rigores invernales. Tardaron un mes en volver al Campo 3.
El equipo del vizcaíno tuvo que estar parado durante casi un mes en el Campo Base, con algunas excursiones para no perder el tono muscular, pero sin opción alguna de sumar para la aventura. Incluso el 29 de enero sufrieron una avalancha que se quedó en susto importante y se les acumularon los problemas por el abandono de Nardi de la expedición tras dos semanas sin novedades en el Campo Base.
LA UNIÓN CLAVE CON MORO Simone Moro es toda una institución en el alpinismo mundial. Con el hito de ayer, además, pone su nombre en la historia. El escalador de Bérgamo coronó su cuarto ochomil en invierno e iguala al polaco Jerzy Kukuczka, que ascendió en tres años Dhaulagiri, Cho Oyu, Kanchenjunga y Annapurna. Además, el alpinista transalpino tiene el honor de haber sido el primero en hollar en la época más fría del año el Shisha Pangma, el Makalu y el Gasherbrum II.
Experimentado y con las ideas claras, se unió a Txikon y Sadpara para reintentar el Nanga Parbat. A principios de la pasada semana trataron de hacer el primer intento. No pudieron. En el Campo 2 el viento era una cuchilla. Bajaron. La ventana buena era la que empezaba el martes y acababa mañana. Así era. Lo consiguieron. Alex Txikon es leyenda.