Bien distinto resultó el último día del mercado de fichajes, que echó el cierre en la medianoche de ayer, para Osasuna y su rival de mañana, un Granada que no pudo concretar las contrataciones que había planeado por culpa de sus problemas económicos, derivados de los elevados emolumentos de alguno de sus futbolistas, la ausencia de un patrocinador y el tope salarial que le ha impuesto la Liga de Fútbol Profesional. Fue un día de contrastes, porque no hubo movimientos en la plantilla de Osasuna, pese a que desde la directiva reconocieron haber desestimado ofrecimientos para fichar y también se especuló con la posibilidad de que algún club abonara la cláusula de rescisión de alguno de sus jugadores -extremo que finalmente no se produjo-, mientras que en el club nazarí trabajaron a destajo para deshacerse de futbolistas con salarios altos -Raúl Baena puso rumbo al Melbourne Victory australiano, pero no hubo acuerdo con Javi Varas, pese a contar con ofertas de otros clubes-, aunque esta salida no permitió que el Granada acometiera más contrataciones -el exrojillo Borja Lasso era uno de los pretendidos, pero finalmente se quedó en el Sevilla pese a que todavía no ha tenido minutos en partido oficial-. La cuestión es que el mercado echó la persiana y Osasuna y Granada se quedaron como estaban: los rojillos, por voluntad propia; los nazarís, por exigencias del guión. “Está siendo un mercado duro y complejo”, reconoció ayer Diego Martínez, extécnico de Osasuna y ahora entrenador del Granada. “Tenemos claro qué necesidades tenemos, otra cosa es que económicamente podamos”, añadió. Finalmente no pudieron. La calma rojilla en contraste con el estrés nazarí.