Madrid - El Barcelona reafirmó su superioridad en el clásico para asestar un golpe a la Liga ante un Real Madrid de trincheras, en depresión e instalado en una realidad difícil de asumir, que dijo adiós a la segunda competición en tres días y, un año más, se juega todo a la carta de la Champions.

El duelo de ayer nacía con una amarilla tempranera a Busquets que condicionaría su partido. Antes de ejercer el líder una clara superioridad llegaron los intentos de Benzema, sin puntería, y Kroos que probó a Ter Stegen. Pero fue Modric el que desperdició la ocasión de gol más clara en la primera incursión con brillantez de Vinicius por la izquierda. Nada asustaría a un Barcelona que fue adelantando metros hasta la conquista.

La velocidad de Dembélé amenazaba a espaldas de Carvajal y condicionaba sus subidas. La movilidad de Messi ponía en jaque a todos. La primera que tuvo instaló el miedo. Su balón picado a la salida de Courtois se paseó por la línea de gol. Los jugadores del Real Madrid se alejaban de sus virtudes por intentar taponar al rival.

La descomposición se personaliza en el centro del campo con Casemiro superado, Kroos desconocido y Modric reducido. Se esperaba la frescura de Ceballos, pero Solari insistió con lo mismo sin éxito. Su falta de consistencia provocaba los nervios defensivos. Cada llegada barcelonista transmitía mayor peligro hasta que Rakitic ejecutó. Castigando la lentitud de Ramos, que jugó tocado, picando el balón con calidad a la salida de Courtois.

Cuando falta fútbol solo queda tirar de orgullo. A él recurrió el Real Madrid en un intento de reacción con dos centros de Bale en su única aparición en el clásico y un disparo lejano de Reguilón.

La polémica siempre presente en un clásico aparecía con las quejas madridistas a un desplazamiento del balón de Busquets con amarilla y en una jugada repleta de impotencia. Un codazo innecesario de Ramos en la cara de Messi en un final de primer acto que reafirmaba la falta de puntería madridista.

Era un momento de entrenador. Solari se equivocó en refrescar poco su once y debía buscar soluciones. Todo el Real Madrid se volvió a reducir a los intentos de Vinicius. En manos de un niño de 18 años al que le sobra voluntad y le falta acierto en los últimos metros. Con una defensa adelantada corriendo riesgos. Un pequeño error impulsaría la sentencia. Lo cometió Carvajal, pero a Luis Suárez le faltó el acierto de la Copa. Dembélé tampoco atinó.

Nada se le puede achacar en la entrega a los jugadores del Real Madrid. Se dejaron todo buscando el gol en un nuevo ejercicio de falta de pegada. Con Benzema desaparecido en la zona del 9 a la hora de la verdad. Intrascendente y sin remates de peligro. Pagando la mala planificación deportiva al no fichar para cubrir la salida de Cristiano Ronaldo. Vinicius encaraba y se iba, cuando le tocaba disparar se lo pensaba. Esta es la imagen del Madrid.