ALAVÉS Roberto; Aguirregabiriria (Tachi, min. 89), Laguardia, Ely, Adrián Marín; Manu, Pina (Camarasa, min. 80), Burke (Paulino (min. 74), Edgar; Joselu y Lucas Pérez (Borja Sainz, min. 89).

GETAFE Soria; Cabaco, Djené, Timor, Olivera; Arambarri, Jason (Duro, min.83), Maksimovic, Cucurella (Amath, min. 92); Jaime Mata y Molina.

Árbitro González Fuertes (Comité asturiano). Amonestó a los locales Martín (min. 21), Manu (min. 56), Laguardia (min. 75) y Ely (min. 82); y a los visitantes Cucurella (min. 12) y Mata (min. 35).

Estadio Mendizorroza. Sin público.

- El Deportivo Alavés perseguía ayer esa victoria tras la que tanto tiempo lleva y que le hubiese permitido certificar de forma virtual su permanencia en Primera División. Tres puntos eran el premio máximo, pero mirando en la distancia el único que se cosechó puede acabar siendo decisivo. En todo caso, apunta ya a mucho más punto de lo que parece; no en vano, obliga a Leganés y Mallorca a no fallar en cada uno de los dos compromisos que les quedan por delante, mantiene a los albiazules a más de un partido de distancia de sus perseguidores y corta la mala racha que se venía sufriendo. Hay que consolarse con lo que hay. No queda otra. Porque encima pudo ser mucho peor. El miedo se instaló en Mendizorroza en un trallazo de Cucurella al palo en la primera parte, pero los corazones alavesistas casi explotan con el gol de Hugo Duro que subió al electrónico justo antes de ser anulado. Hay que seguir remando, pero el punto vale muchísimo.

Retocó muy ligeramente López Muñiz la alineación inicial con respecto a su estreno, con incidencia principal en un centro del campo al que regresaron Pina y, sobre todo, un Manu que apenas había jugado desde la reanudación del curso. En un inicio tibio por parte de los albiazules, el capitán se encargó de entorpecer el juego del Getafe hasta que sus compañeros se fueron enganchando. El plan pasaba por tratar de explotar la debilidad defensiva de los madrileños con la velocidad de Burke y sobre el costado izquierdo se volcó todo.

En todo caso, lo que marcaba el partido era lo trabado del mismo. Avanzar un simple metro era una labor titánica. A la mínima situación de ventaja por parte del rival, garrotazo al canto. El problema es que a veces el remedio es peor que la enfermedad, pues los servicios al área se convirtieron en una constante. A falta de fluidez en el juego, bombardeo por las dos partes.

Tanta acción de estrategia, sobre todo por parte del Getafe porque el Alavés repartió lo suyo, provocó más sensación de temor por el peligro que siempre llevan asociado -por partida doble para Roberto, con el sol de cara- que amenaza real. Nada. La imprecisión reinaba en los servicios e imposibilitaba la opción de los remates en primera instancia, al tiempo que las defensas se hacían fuertes a la hora de dominar las segundas acciones.

En la única conexión de calidad por parte de alguno de los dos equipos en toda la primera parte -Djené desbarató cualquier intento alavesista-, Jason no fue capaz de enganchar bien un remate que salvó Marín. Eso sí, el miedo de verdad se instaló en el alavesismo con un zapatazo de Cucurella que hizo temblar la portería, y de paso a todo el equipo, cuando se estrelló en el palo.

El paso por los vestuarios no varió ni un ápice lo que se venía viendo con anterioridad. Los pocos jugadores con un mínimo de calidad para generar ventajas por parte vitoriana se mantenían desaparecidos -encima la defensa azulona tiraba a la perfección la línea del fuera de juego- y todo era más mantener los propio intacto, sobre todo ante un Cucurella que metía mucho miedo, que tratar de percutir sobre el rival.

Ya se había cumplido una hora de juego cuando por primera vez se encontraron Edgar y Lucas, pero Cabaco desbarató la clara ocasión del coruñés cruzándose justo a tiempo. Un espejismo, pues a partir de ahí el partido se metió de nuevo en el intercambio de golpes -literales, no figurados- que provocaron hasta que corriese la sangre.

Cuando ya se daba el punto por bueno, un escalofrío recorrió la espina dorsal de todo el alavesismo. Se pararon los corazones con el gol de Duro, pero en esta ocasión desde el videoarbitraje se detectó la mano de Mata previa a ese tanto del Getafe que fue anulado. Exhaló el aire de sus pulmones todo el equipo tras haberlo contenido durante unos segundos angustiosos, aunque no fue tensión lo que faltó en un tramo final en el que el encuentro se descosió por completo. Fallaban las fuerzas y las ideas, por lo que nadie fue capaz de aprovechar los pasillos. Al final, un punto que puede ser mucho más importante de lo que parece.