Se cuelgan los ojos como los de un niño frente a una tienda de chucherías de los miradores que dan al Mar Adriático y a los garabatos dela imaginación. Siempre hipnótica la mar, en la tormenta y en la quietud, en la nostalgia y en la dicha. El recorrido, que trazaba por la línea de costa adriática, en la región de los Abruzos, miraba, obnubilado, a la mar y al agua de cristal.

Las playas, de sedosa arena, aplaudían el paso del pelotón, relajado, a la caza del esprint, la única salida al mar que baña Francavilla al Mare, vibrante en verano, cuando el sol se descuelga en la línea del horizonte y todo encaja con sencillez.

La fusión del sol con la mar pinta postales en verano en un derroche de belleza. La mar, la línea de playa y los sueños. Todavía no hay prisa ni frenesí porque el repiqueteo gomoso de las chancletas es aún silencio. El jaleo llegó con el vociferante, histriónico y gesticulante Giro. Siempre con prisas. A Francavilla al Mare llegaron urgentes las bicis, que también son para la primavera.

Pletórico Jonathan Milan

El Giro pregona el verano y anuncia el esprint. El desembarco de las bicis impulsadas por la adrenalina y el subidón que provocan la velocidad mezclada con el riesgo, la tensión y los nervios. En ese hábitat sobresalió el culturista Jonathan Milan, una cordillera de músculos, que sacude la bici con saña. Esprinta el coloso italiano a cabezazos.

Refractario a la estética, modelo del brutalismo, Milan se abre paso a cabezazos en los esprints. Con ese estilo espasmódico, acaso ortopédico, festejó su segunda victoria en el Giro. Luce el ciclamino. Por el momento es el mejor velocista de la carrera.

Después del triunfo en Andora, chapoteó dichoso en Francavilla al Mare. Baño de alegría para Milan, muy superior al resto en el pleito de la velocidad, que es un pestañeo de potencia. Bestia en estampida, derrotó a Tim Merlier (descalificado por cerrar contra las vallas a Molano) y Kaden Groves, dos esprinters más académicos y fluidos que el gigante italiano. Milan es más eficaz que estilista. Un bisonte de 1,93 metros y 83 kilos desatado.

Mecido en la pista, en los rituales del anillo, en esas arrancadas brutales y los desarrollos ciclópeos, Milan aprende rápido los entresijos del asfalto agarrando victorias. Suma diez en su biografía. No pierde el tiempo Milan, que resopla como un cohete.

Con esa determinación emergió por el centro y nadie pudo seguirle en un esprint que contó una aparatosa caída, resuelta sin más tiritas que las del susto y la espectacularidad de una bici volando junto a las vallas. Ajeno al incidente, voló Milan, supersónico en Francavilla al Mare.

Uitjdebroeks, fuera de carrera

En mayo se intuye el estío, ese latido vital de la alegría desbordada, del griterío, las tumbonas, la música, la playa, el baile, las terrazas y los idilios que no sobrevivirán a las vacaciones aunque se prometan amor eterno en una puesta de sol desde el paseo marítimo o con los pies mojados por las olas.

El Visma es invierno. Un tratado de supervivencia en el Giro, que parece repudiarle. No hay idilio rosa. Cian Uijtdebroeks, quinto en la general, se bajó de la carrera antes iniciar la marcha por una enfermedad. Solo cuatro dorsales de la formación neerlandesa resisten en el Giro.

En un ataque de dignidad, dos de ellos, Affini y Van Dijke se fugaron. Para hacerles compañía se sumó Benjamin Thomas, un guía formidable. El francés conocía la manera de abrir el vino espumoso de la victoria. En Lucca, en la quinta etapa, gritó su alegría. Los amigos del Visma y Thomas, se despidieron hasta otra ocasión tras compartir un buen puñado de kilómetros y paisajes calmados.

Tadej Pogacar, que en la víspera optó por la diplomacia y que otros también tuvieran la sensación del deleite, promulgó el mismo deseo, pero no siempre se cumple. Grossschartner, uno de los costaleros del líder, sufrió una caída.

Le amortiguó la hierba, mullida. Un cojín de césped le recibió. Nunca se sabe cuándo se percibe el aleteo de la mariposa que desencadena un mecanismo perverso y maldito.

El movimiento exige equilibrio y no siempre se mantiene. La caída del austriaco alertó a Pogacar, encaramado en el frente para esquivar mayores riesgos.

Se los dejó a los velocistas, tipos que se alimentan con esas sensaciones electrizantes de agitación, arrebatos y pulsiones. Todas concentradas en un enjambre alocado, donde prevaleció la ley del más fuerte. El rey de los esprints. Colosal Milan.

Giro de Italia

Decimoprimera etapa

1. Jonathan Milan (Lidl) 4h23:18

2. Kaden Groves (Alpecin) m.t.

3. Giovanni Lonardi (Polti) m.t.


General

1. Tadej Pogacar (UAE) 41h09:26

2. Daniel Martínez (Bora) a 2:40

3. Geraint Thomas (Ineos) a 2:56