las estadísticas dicen que están para romperse y todos sabemos que en algunos casos no son más que coincidencias numéricas caprichosas. Pero cierto es también que pueden llegar a condicionar comportamientos si son tan llamativas como en este caso. En Assen desde 2011, en una serie numérica de ocho años, los años pares han ganado las Honda mientras que en los impares han sido las Yamaha. Y ninguna más. De esta estadística se hablaba mucho desde el jueves e incluso se les preguntó a los pilotos sobre ello. Todos evidentemente afirmaron que no tenía más sentido que una casualidad. Una casualidad que el año que viene también habrá que afrontar otra vez. Maverick y su Yamaha consiguieron una victoria balsámica, como bien correspondía a un año impar, fraguada también a base de más eventos de azar. Porque después de dos vueltas lideradas por las Suzuki qué bien pintaba este GP para Rins. El chasis de Hamamatsu se adapta como un guante al histórico y tan auténtico trazado de La Catedral. Pero un error probablemente fruto de un exceso de confianza y empuje tiró por los suelos una posibilidad de victoria tan cierta. De ahí al final, lucha entre una Honda oficial, una Yamaha oficial, y una Yamaha satélite, pilotada por la perla francesa cada vez menos promesa y más “anti Márquez” real. Pero cuando todos esperábamos esa pelea que llevamos más de dos años esperando, entre Marc y Maverick, duelo entre dos pilotos tan antagónicos con los dos grandes monstruos japoneses detrás, todo quedó en fogueo. Márquez tras un par de avisos hizo algo a lo que hasta este año no nos tenía acostumbrados, que era sacar la Casio y pensar que Viñales, que estaba a más de 60 puntos en el campeonato, no era rival para el mundial. Y así, una vez que el de Yamaha se fue con medio segundo, rebajó el ritmo para dar por más que bueno un segundo puesto que le aleja aún más de su principal rival, Dovi y su Ducati, y más aún de Rins después de su cero digno de parvularios. Y así continuar una año más con la tradición.