tradicionalmente, se ha sido especialmente conservador en lo relativo al ejercicio físico con mujeres durante el embarazo, reduciéndose éste como ya comenté en la última columna, a paseos preferentemente de intensidad baja. Hoy en día hay suficiente evidencia científica para poder recomendar a la mujer embarazada un trabajo físico de intensidad moderada por los enormes beneficios que aporta para la salud de la madre y del feto. Incluso, ya van apareciendo artículos que describen las bondades de la práctica del ejercicio vigoroso durante el embarazo.

Si estudiamos la bibliografía científica existente, observamos que hay diferentes tipos de prácticas físicas, sin embargo, no existe consenso sobre cuál de todas ellas es la mejor. Éste es un punto difícil de concretar ya que son muchos los factores que hacen que una actividad física específica sea más o menos beneficiosa. Entre ellos destaco, por un lado, el placer de realizar una determinada práctica, es decir, elegir algo que nos motive especialmente y por otro lado, la habilidad de la mujer en la práctica de dicha actividad. Estos factores tan relevantes resultan ajenos a la propia actividad, por eso, fundamentalmente, es tan difícil decidir cuál es la mejor actividad desde un punto de vista objetivo.

En todo caso, me parece interesante y necesario dar unas pinceladas sobre las generalidades que deben vertebrar una buena sesión de entrenamiento con embarazadas. En primer lugar es importante conocer el estado de salud general de las mujeres que desean practicar una determinada actividad física para asegurarnos de la ausencia de riesgo para ellas y para sus futuros bebés. Una vez realizada esa comprobación sería necesaria una valoración del suelo pélvico para conocer el estado del mismo en cuanto a estructura y función. Es decir, conocer cómo está la musculatura del suelo pélvico, las estructuras internas de sujeción como ligamentos o fascias y si la mujer tiene control sobre la musculatura, cómo la activa y cómo funciona todo el conjunto. Esta valoración es un indicador mas de la calidad del servicio prestado y va a redundar en una óptima planificación e individualización de las sesiones de actividad física.

La individualización de la actividad es una necesidad para poder impartir una buena sesión de fitness y para ello, además de conocer las particularidades de las mujeres también es necesario que las clases sean reducidas en número de participantes. En todo tipo de actividades, las clases con mucha gente van a adolecer de un buen control por parte de la profesional que dirige la actividad. Y en las actividades colectivas realizadas por poblaciones especiales, cuando el objetivo es el mantenimiento y mejora de la salud, la individualización debería ser una obligación.

No todas las mujeres pueden hacer los mismos ejercicios, ni deben activar por igual el suelo pélvico, ni en el mismo momento de la ejecución del ejercicio. Todo dependerá de su estado general, su grado de control motor y la situación de su musculatura interna. En todo caso, la persona que dirija la actividad debe estar siempre pendiente de la ejecución de los ejercicios, dando pautas individualizadas a cada una de las mujeres.

En cuanto a los contenidos de la sesión, ésta debe comenzar con un calentamiento de movilidad general donde, además, se vaya aumentando la frecuencia cardiaca. La parte central de la actividad debe incluir movimientos globales y armónicos, un trabajo de fortalecimiento de tren superior e inferior, trabajo postural y fundamentalmente, un trabajo apropiado de la musculatura abdominal. Todo ello, estructurado en base a los principios generales del entrenamiento sobre progresión, alternancia y variación, haciendo especial hincapié en el control de las cargas de trabajo y de las intensidades. Finalmente, la sesión debe concluir con una parte de vuelta a la calma con estiramientos, automasajes y movilizaciones globales realizadas con control y sutileza. La variación de la frecuencia cardiaca dependerá de la edad de la gestante, así como del estado físico de la misma.

En líneas generales, algunas instituciones referenciales sobre ejercicio y embarazo establecen que entre los 20 y 30 años, presentando normopeso, las mujeres en baja forma física no deberían sobrepasar las 144 pulsaciones por minuto (px’), las mujeres activas las 150 px’ y las embarazadas en muy buen estado de forma física las 160px’. Para las mujeres de la siguiente década, recomiendan en cada situación (sedentarias, activas y deportistas) disminuir en 5 el numero de pulsaciones. Sin duda alguna, lo más interesante es ponerse en las mejores manos, es decir, en manos de profesionales del ejercicio físico formados en salud cuando no hay ninguna patología o disfunción y en manos de profesionales de la salud formados en ejercicio físico cuando sí hay patología o disfunción. Obviamente, cuanto mayor sea su nivel de formación específica y de experiencia, mucho mejor.