El montañero y escritor azpeitiarra y Sebastián Álvaro presentan hoy (19.30 horas), en un acto organizado por la Diputación de Gipuzkoa en los cines Príncipe, este tercer libro de una trilogía que comenzó con La vida en el límite de la vida (alta montaña), siguió con La vida en los confines de la Tierra (expediciones polares) y finaliza con La vida en los vacíos del planeta, que cuenta grandes aventuras, exploraciones y personajes que han construido su leyenda en estos parajes. Dice que ha "disfrutado" con un trabajo muy intenso. No en vano, los tres libros se han publicado en apenas cuatro años.

Después de los grandes montes y los polos, se adentran ahora en los desiertos. Completan así la colección de libros sobre grandes aventuras.

-Tanto Sebas (Sebastián Álvaro) como yo nos propusimos hablar sobre la montaña, la exploración polar y los desiertos en libros que cumpliesen unos criterios importantes para nosotros: que fueran rigurosos, bellos y con capacidad para entretener, y que transmitieran además valores impregnados de limpieza. En el caso de este último libro, hemos intercalado frases o reflexiones con los hechos clave que se han podido dar en los desiertos: grandes victorias, grandes derrotas, actos humanos... contados en forma de relatos escritos con un lenguaje fresco y ágil, que se puedan leer fácilmente. Estamos contentos con el resultado porque la editorial ha hecho tres ediciones preciosas, muy cuidadas. Hemos disfrutado.

¿Qué le atrae de los desiertos?

-Yo he estado en tres desiertos, pero no de la envergadura, ni mucho menos, de los que ha atravesado Sebas Álvaro y su equipo de Al filo de lo imposible. Para mí era importante ofrecer testimonios personales de Sebas, que le dan un matiz propio al libro. Tenemos ese valor añadido que es su experiencia, su documentación para dar ese sesgo personal al libro. Esos testimonios personales y las fotos hacen que sus relatos sean especiales.

Cuenta en el libro algo que seguramente mucha gente desconoce: los desiertos de arena son apenas el 10% del total de desiertos.

-Así es. Hay grandes desiertos de arena como puede ser el Taklamakán (en Asia Central), que significa Si entras no sales, o el Gran mar de arena (en África del norte), pero hay desiertos de piedra como el Karakórum (entre Pakistán, China e India), los fríos de la Antártida o la Patagonia, desiertos como los de Norteamérica de una sequedad extraordinaria... Los desiertos son las zonas consideradas secas, independientemente de que haya hielo, por la escasa precipitación anual que tienen. Cualquier desierto, sea de arena, frío o piedras, supone grandes aventuras.

Son lugares espectaculares, tal y como se puede apreciar en las fotos que ilustran el libro, pero tremendamente peligrosos.

-En ninguno de los tres escenarios es recomendable adentrarse sin conocimiento de causa, ni en las altas montañas, ni en los polos, ni en los desiertos. Te puedes quedar ahí con mucha facilidad. Los desiertos a mí, personalmente, me han impresionado por la enorme vida que han acogido. Ya en el Antiguo Testamento se habla de ellos. El desierto ha acogido grandes aventuras, pero también ha sido lugar de paz y meditación, como Charles de Foucauld, que se instaló en el desierto, el Sáhara argelino, y se dedicó a meditar, vivir como un ermitaño y dar cobijo a los que le pedían ayuda. También ha sido lugar de descubrimientos como restos de dinosaurios. Ha habido aventura, guerras, subsistencia, grandes descubrimientos...

Hay expediciones que han explorado con éxito desiertos en su momento no conocidos, pero muchos otros no han salido vivos.

-A mucha gente no se le ha encontrado. Hay grandes mitos como los 50.000 hombres del ejército de Cambises, que se dice que desaparecieron en el Sáhara. Una tormenta de arena les pilló y se quedaron ahí. Nadie puede testimoniar que aquello fue real, pero tampoco que fuera falso. Hay indicios de haberse encontrado cascos, escudos y espadas en la zona donde dicen que desaparecieron. Los desiertos han tenido una cosa que no han tenido las montañas o los polos, y es que han sido lugares de paso. Ahí tienes el caso de Marco Polo y su gente, que llegaron a China a pie y recorrieron desiertos como el Gobi, tocaron parte de otros... una enorme aventura cuya finalidad no era la propia aventura, sino el comercio de la seda. También ha sido lugar de guerras, como el caso de Lawrence de Arabia y el levantamiento de los árabes contra el imperio otomano. Una de las batallas se libró en el desierto. Alguien que me ha chiflado es Wilfred Thesiger, un nómada que se enamoró del desierto. Venía de una familia rica británica y no quiso salir del desierto. La historia de los desiertos es muy larga en comparación con el alpinismo y las expediciones polares al ser lugares de tránsito.

¿Se queda con alguna de las múltiples aventuras históricas que relata en el libro?

-Cuando has estado año y pico escribiendo el libro, te resulta imposible elegir una. Todo lo que ha hecho Al filo de lo imposible y cuenta Sebas en el libro es bueno, riguroso y exquisito. Ellos han realzado el concepto de juego limpio, han reclutado la gente más válida y han acercado la montaña, los polos y los desiertos a la sociedad. Han trasladado valores que sirven como escuela de vida. Su importancia en el alpinismo y la aventura en general ha sido grande.

Realzan también la labor histórico de la mujer en la aventura. La impresión general es que los grandes exploradores han sido hombres, pero no es así.

-Tienes a Gertrude Bell, considerada la reina del desierto, que se instaló en el desierto entre finales del siglo XIX y principios del XX. En las montañas y en los polos la incorporación de las mujeres ha sido más tardía, pero en el desierto han tenido un papel fundamental. Se puede mencionar a Alexandra David-Néel, la primera mujer que entró en Lhasa, capital del Tíbet, tras atravesar el desierto del Gobi, o Freya Stark, una gran viajera.

Los escenarios de sus tres libros -montañas, polos y desiertos- son testigos directos del cambio climático que vivimos.

-Desde la primera vez que se va a un sitio, luego se vuelve y se puede contrastar y ver, por ejemplo, que en la Antártida una zona que era absolutamente helada ahora ya no lo es. Lo vemos en los Pirineos, apenas ya hay un glaciar ahora. Es obvio que estamos en pleno cambio y que tenemos que controlarlo porque no hemos cuidado adecuadamente el planeta hasta ahora. Estamos acelerando el cambio climático y esto puede tener consecuencias muy negativas.

En el Sáhara se encontraron pinturas de nadadores.

-El conde Almásy escuchó a un beduino que había una cueva con pinturas en el Sáhara. No tenía indicaciones muy claras, pero llegó. Está en una de las zonas más calientes de la tierra. En su momento era un lugar perdido, aunque ahora hay turismo que se acerca a ese lugar. Lo llaman la Capilla Sixtina del Sáhara. Es una cueva prehistórica con pinturas que reflejan nadadores y peces, lo que evidencia que en aquel lugar, hace miles de años, no sabemos cuántos, había agua.