Contemplar el cielo en una noche de Luna Nueva puede llevarnos a hacer una reflexión: ¿cómo sería la vida si no hubiera Luna?

La Luna es el objeto más grande y brillante de nuestro cielo nocturno y el único satélite natural que posee el planeta azul. Es 400 veces más pequeña que el Sol, pero al estar 400 veces más cerca de la Tierra, hace que los veamos del mismo tamaño. 

El cambio de la posición de la Luna con respecto al Sol es el responsable del ciclo lunar y de las cuatro fases por las que el astro pasa cada mes. Estas son: Luna Nueva (la Luna está entre la Tierra y el Sol y no la vemos porque no podemos ver su hemisferio iluminado), Luna Llena (la Tierra está entre el Sol y la Luna y la mitad iluminada es la que vemos), cuarto creciente (la parte iluminada que se ve desde la Tierra es la que tiende a crecer) y cuarto menguante (cuando la parte iluminada que vemos es la que tiende a menguar). 

Así, la Luna Nueva nos deja noches muy oscuras. Acostumbrados a levantar la vista y verla siempre brillando en el cielo, no somos conscientes de la importancia que tiene para la estabilidad de los movimientos de la Tierra y en consecuencia para la vida. Si no hubiera Luna, podríamos contemplar todas las noches las estrellas, pero a cambio estaríamos sumidos en una total oscuridad

Luna llena durante un atardecer en la montaña. Freepik

En cuanto a las mareas, la Luna tira de la Tierra. Su poderosa atracción crea una especie de protuberancia cerca del ecuador de la Tierra lo que hace que haya menos agua en los polos. Sin Luna, el agua de los océanos se redistribuiría y aumentaría el nivel del mar en la costa y también alrededor de los polos. Las mareas serían prácticamente inexistentes, lo que pondría en peligro la vida de muchas especies y la de los animales que se alimentan de ellos. Los ecosistemas sufrirían un daño irreparable. 

La fuerza gravitacional o la atracción de la Luna, además, ralentiza la rotación de la Tierra y mantiene su inclinación en unos 23 grados respecto al plano de su órbita. Sin la Luna, el eje de rotación de la Tierra, clave para la sucesión de las estaciones, perdería esta estabilidad y podría variar entre los 0 y los 90 grados, produciendo un importante cambio en el clima. Podrían darse veranos con temperaturas superiores a los 100 grados e inviernos a 80 grados bajo cero.

Si en un caso extremo el eje de rotación se alineara con el sol, habría lugares del planeta siempre a oscuras y otros siempre iluminados. Las diferencias de temperatura entre un hemisferio y otro provocarían otros fenómenos meteorológicos extremos como vientos de más de 300 km/h.

La Luna Llena brilla en la oscuridad. Freepik

Sin Luna, nuestros calendarios también se verían alterados, ya que los días no durarían 24 horas, sino entre seis y ocho horas, y los años tendrían más de mil días. 

Tampoco podríamos disfrutar de fenómenos naturales como los eclipses, ni solares ni lunares, ya que para que se produzcan hace falta que se alineen el Sol, un planeta y la Luna. 

Además de tener que adaptarnos a la oscuridad total de la noche, se alterarían los ritmos biológicos de todas las especies animales y vegetales, lo que afectaría, entre otros aspectos, a las migraciones.

En definitiva, si no existiera Luna, la vida en la Tierra sería extremadamente difícil y en muchas partes de ella imposible: muchas especies morirían, desaparecerían las mareas, cambiaría el clima y la duración de los días y de los años; las temperaturas serían insoportablemente altas o bajas y las noches muy oscuras. Sin la Luna, el panorama en la Tierra sería muy negro.