pamplona - Los usuarios del Canal de Navarra, tanto regantes como entidades locales, ahorrarán 50 millones de euros al desecharse la opción de un canal a cielo abierto y al decantarse el informe técnico por construir tuberías soterradas para llevar agua a la Ribera en la segunda fase de esta infraestructura. El 50% del coste de la obra es asumido por los usuarios, y la otra mitad por el Estado y el Gobierno de Navarra -aunque todavía las dos administraciones deben negociar el modelo financiero que van a utilizar-.

El pago de la construcción del canal hasta la Ribera repercutirá en un 50% en regantes y en entidades locales, pero no solo en los usuarios que se van a beneficiar de este tramo de la infraestructura sino también deben abonar los usuarios de la primera fase y de su ampliación. Por ese motivo, cualquier ahorro en su ejecución siempre se acoge de manera positiva. Las ingenierías Ingiopsa-Eptisa han analizado cinco alternativas para la construcción de la segunda fase. Rechazaron la opción de cielo abierto por su elevado coste 252,5 millones (126,2 millones Estado y Navarra y la otra mitad, usuarios) y por las afecciones medioambientales y de servicios, y se decantaron por construir dos tuberías soterradas en fases diferentes, con un coste total de 151,9 millones, de esta cantidad 75,9 millones deben ser asumidos por los usuarios. La diferencia entre los 126,2 millones que deberían afrontar regantes y entidades locales si se escogiera la alternativa de canal a cielo abierto, y la elegida por las ingenierías, que supone un desembolso de 75,9 millones por parte de los usuarios, hace que estos últimos se ahorren 50 millones.

La primera fase del Canal, construido a cielo abierto, costó 486,7 millones, de los que 243,4 millones tuvieron que asumir los usuarios. En este punto, surge una pregunta: ¿si el transporte de agua a través de tuberías soterradas alcanza estos ahorros, por qué en la primera fase no se barajó esta solución? Porque en los 90 los avances en materiales y en diámetros no estaban tan adelantados como en la actualidad, lo que impedía desarrollar en ese momento esta alternativa. La primera fase cubrió 98 km de Canal a cielo abierto y el riego de 22.500 hectáreas, y la ampliación de la primera fase usa las tuberías soterradas para llegar a 15.275 hectáreas (una obra que todavía se encuentra en construcción tras las modificaciones que se han tenido que llevar a cabo por la renuncia de comunidades de regantes a formar parte de esta infraestructura y a la necesidad de incorporar nuevas hectáreas para rentabilizar el canal, con la consiguiente modificación del proyecto, - proceso en el que ha estado inmerso el departamento de Desarrollo Rural los últimos cuatro años-.

A finales de este mes, Canasa prevé convocar su consejo de administración para concretar qué solución de las emitidas en el informe se realizará en la segunda fase. Además del canal a cielo abierto, las ingenierías Ingiopsa-Eptisa descartaron la construcción de una única tubería soterrada por su alto desembolso, 178,3 millones. De esta forma, el informe se detiene en la posibilidad de construir dos tuberías, o en fases diferentes o al mismo tiempo, por sus ventajas técnicas, hidráulicas y de explotación. Estas alternativas disminuyen el consumo de energía en los bombeos de regadío, con unos ahorros de 1,3 millones al año, según sus cálculos; además de perfeccionar el funcionamiento hidráulico y la sostenibilidad.

Entre la opción de construir dos tuberías en fases distintas, con un coste total de 151,9 millones, y la de hacerlas al mismo tiempo, con un presupuesto de 148,3 millones, Ingiopsa-Eptisa se decantaron por la primera, porque el ritmo de construcción del canal y el coste económico se amoldan al desarrollo de la zona regable.

Si Canasa elige la propuesta de Ingiopsa-Eptisa, se haría primero una tubería, con un coste de 84,9 millones -de los que 42,4 millones aportarían los usuarios-, para regar entre 9.000 y 10.000 hectáreas. En esta primera fase también se dejaría hecha la instalación por si fuera necesaria colocar una segunda tubería si la demanda de agua en la Ribera así lo requiere. En el caso de que finalmente se pusiera esta segunda tubería, su coste ascendería a 67 millones -de los que 33,5 millones abonarían los usuarios-. El informe prefiere esta alternativa porque de esta forma disminuye el riesgo de la inversión y se adecua a la demanda real.

busca disminuir el riesgo inversor

Abonar en dos fases y no de una sola vez. Ingiopsa-Eptisa defienden construir dos tuberías soterradas en fases diferentes. La obra total ascendería a 151,9 millones: la primera tubería costaría 84,9 millones, de los que 42 millones abonarían los usuarios, y la segunda tubería, si fuera necesaria, 67 millones -33,5 millones aportados por los usuarios-. Ingiopsa-Eptisa avalan esta alternativa para disminuir el riesgo de la inversión y para responder a la demanda real. El informe contempla la opción de hacer las dos tuberías al mismo tiempo, con un presupuesto de 148 millones -de los que 74 millones abonarían los usuarios de una vez-.

¿Por qué hay agua para 15.372 hectáreas en la Ribera y no para 21.522? La actual concesión de agua de Itoiz para riego -340 hm3 cada año para todo el proyecto del Canal-, la dotación de agua -6.400 m3 por hectárea al año- y la ampliación de la primera fase del Canal a 15.275 hectáreas, aprobada por UPN, han condicionado el número de hectáreas que se pueden regar en la Ribera con esta infraestructura. Por eso, actualmente, pueden cubrirse un máximo de 15.372 hectáreas en la segunda fase del Canal y no 21.522 hectáreas, como repiten UPN, PPN y PSN. Son matemáticas.

¿Hay una fórmula para llegar a las 21.522 hectáreas? Primero, debe haber esa demanda. El informe de Intia de 2017 detectó que había para entre 9.000 y 10.000 hectáreas. En el caso de que creciera la solicitud de zona regable hasta las 21.522, la solución pasa por un incremento de la concesión de agua de Itoiz por parte de la Confederación Hidrográfica del Ebro o que los regantes de la primera fase y ampliación disminuyan su dotación en favor de la Ribera.