onviene analizar la crítica situación actual con perspectiva. Antes de que una pandemia de proporciones mundiales nos cambiara el paso, ya teníamos claro que la urgencia climática debía ser abordada conjuntamente a nivel gubernamental y social. El modelo energético actual, está agotado. Como humanidad, nos hemos convertido en la principal amenaza de este planeta, una enfermedad que, de no tomar medidas urgentes y drásticas, terminará en pocas décadas con nuestro entorno natural.

Circunstancialmente, en el ámbito empresarial, la pandemia nos ha sumergido en un incremento desmesurado de los costes logísticos y de los precios de las materias primas. Lo que debería haber sido una recuperación progresiva de la actividad económica basada en la reactivación industrial y tecnológica, se ha visto frustrada. Este incremento de los costes variables de la producción está golpeando indiscriminadamente la competitividad de nuestra industria, base para el desarrollo económico en Europa.

Antes siquiera de haber podido pergeñar planes de acción para iniciar la posibilidad de una recuperación a una velocidad al menos más lenta, el estallido de una guerra injustificable en las mismas puertas del espacio económico europeo, pero no obstante en el corazón de Europa, ha terminado por empeorar dramáticamente la situación. Los combustibles fósiles, contaminantes y finitos, que hemos acordado dejar paulatina y totalmente atrás en las próximas tres décadas, siguen formando parte primordial del sistema energético europeo. Europa, hemos aprendido, importa de Rusia una media del 40% del gas que consume. Y algunos países de mucho peso en la definición de políticas económicas en la Unión Europea, como Alemania, lo hacen por encima del 65%. El análisis geoestratégico presente nos indica que debemos alcanzar la independencia energética en Europa lo antes posible.

Ambos sucesos, la pandemia y la guerra en Ucrania son, si miramos con perspectiva temporal, hechos graves pero coyunturales. Si algo ha demostrado el viejo continente, además de su crónica inestabilidad, es su resiliencia y capacidad de recuperación.

Y si bien la guerra en Ucrania nos trae una situación geopolítica con evolución difícil de pronosticar, sin embargo, en el plano energético ha podido suponer, a pesar de las actuales inquietudes, una espoleta para acelerar el cambio de modelo. La base para ello en Europa se definió en el plan especial de acción REPowerEU, que aprobó hace unas semanas la Comisión Europea para el corto plazo 2022-2023 que se construye sobre la base del ¨Fit for 55 package¨ para el 2030 aprobado el pasado 2021, y este sobre el ¨Green Deal¨ para 2050 de 2019, abanderado por una entonces recientemente nombrada presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen.

Cabe destacar que en el REPowerEU la comisión ya apuntaba, para el caso español, a la posibilidad de que el MITECO pudiera intervenir de alguna manera el mercado energético y minorar los beneficios de las tecnologías infra-marginales ocasionados por el alto precio del gas que condiciona, por su definición, el sistema de retribución de parte del mercado energético, a nivel europeo. Sobre esta base, trabajada de largo, es por donde los países de la península ibérica han conseguido abrir una rendija en la pasada Cumbre de la Unión Europea. Bajo el argumento de excepcionalidad del mercado eléctrico Ibérico por su débil conexión con el resto de Europa, exactamente del 3% y la alta penetración de la generación renovable, que alcanza casi el 50% del mix eléctrico en España, se aprobó un acuerdo esencial: poder modificar, eso si de manera temporal, el mecanismo común de fijación de precios de la energía.

También incluye el plan REPowerEU, medidas para mitigar o eliminar totalmente la dependencia de Europa de los combustibles fósiles mediante, principalmente, la diversificación del suministro de gas. Pero también, y lo más importante en términos no ya coyunturales sino de medio y largo plazo, el plan REPowerEU, no hace sino confirmar que debemos avanzar en la electrificación de la economía a partir de energías renovables, eso sí, ahora ya pisando el acelerador. Esto nos devuelve al punto de partida en cuanto al diagnóstico sobre el problema de fondo que no es otro que el cambio climático y su solución, la urgente transición energética ya iniciada.

Esta es la senda por la que las sociedades debemos circular para lograr que Europa se convierta en el primer continente climáticamente neutro para el año 2050. Objetivo también suscrito por Estados Unidos e incluso por China, aunque su compromiso se retrasa hasta el 2060, en las sucesivas Cumbres Climáticas desde la de París de 2016 hasta la última de Glasgow del año pasado. En la actualidad la lista incluye a 140 países que representan el 90% de las emisiones a nivel mundial.

En este contexto, y en clave foral, dando cumplimiento al principio estructural "pensar globalmente, actuar localmente", la recientemente aprobada por unanimidad en el Parlamento de Navarra, Ley Foral de Cambio Climático y Transición Energética, debe suponer, por tal apoyo unánime y carácter generalista inherente a su propia naturaleza, el colocar a Navarra en la senda correcta de esta transición energética obligatoria a través de los desarrollos que devendrán de la propia ley. El punto de partida, no sin esfuerzo y trabajo parlamentario, está definido. La coyuntura tan dolorosa actual nos urge y el planeta no puede esperarnos más. Y por el camino se encuentran para Navarra buenas oportunidades en términos empresariales para generar empleo de calidad, bienestar social y una causa que nos mantenga unidos por el bien común.El autor es director gerente de Enercluster