A punto de cumplir tres meses de huelga, Nerea Etxaniz –37 años trabajando en las instalaciones deportivas de Aranguren con el 33% de la jornada– sigue firme junto a sus compañeras en un conflicto que no atisba el final. Del que se han ido descolgando algunas plantillas, como la de Peralta o la de Huarte, pero que revela las deficiencias de un modelo que hace agua de manera recurrente. 

“Estamos dispuestas a seguir parando hasta junio”, dice Etxaniz. Su caso, como el de otras trabajadoras, muestra la realidad de un sector feminizado, donde escasean los empleos a tiempo completo y donde los monitores deportivos, que componen el grueso de las plantillas, cobran por horas y sufren para alcanzar un salario de 1.000 euros al mes. “Yo estoy al 85% de la jornada, seré la que más cobro aquí y ando en los 1.140 euros al mes, pagas incluidas”, añade Yanira Díaz. 

Como ellas, cientos de trabajadores y, sobre todo, trabajadoras, iniciaron el 18 de octubre un paro indefinido que busca ordenar y mejorar sus condiciones labores, pero también agitar un sector que se debate entre la gestión directa por parte de los municipios –la solución que alargo plazo plantean sindicatos y trabajadoras– y la adjudicación con presupuestos muy ajustados a empresas que tratan de preservar su margen. Los sindicatos reclaman la renovación del convenio navarro con unas condiciones que les permitan mantener su poder adquisitivo. "Yo estoy ganando como en 2014", dice Cristina Araiz.

Las trabajadoras se van a manifestar este viernes en Barañáin, desde las siete en la plaza Consistorial, en un acto organizado por los vecinos del pueblo.

Cobrar todas las horas, mejorar la cobertura de las bajas

“Nos hemos planteado varias líneas claras: un 6,6% de subida salarial, rebajar las horas de jornada, que, a la hora de cubrir vacantes, se priorice a las personas que ya están trabajando y que se mejore la cobertura en caso de baja por enfermedad”, dice Yanelis Guevara, que trabaja en club Natación de Pamplona y que, día a día, ve cómo no se le paga por todas las horas de trabajo. “Si tengo una clase en la piscina que acaba a la cinco y media y empiezo otra en el gimnasio a las seis, esa media hora, que me sirve para secarme y prepararlo todo, no la cobro. De este modo, de seis horas de jornada acabo cobrando menos”, dice.

Las reclamaciones son diversas. Las trabajadoras recuerdan que su trabajo supone en muchos casos riesgos y un esfuerzo físico que se paga en forma de lesiones; que las empresas no proporcionan la ropa de trabajo , tal y como está el convenio, y que, en algunos casos, presionan a las plantillas más allá de lo tolerable. "Hay una verdadera violencia laboral, no cumplen con los protocolos y presionan con las horas de trabajo que adjudican a cada uno: 'eres buena, trabajas; protestas, te quito horas'", dice Yanira Díaz.

La huelga no ha servido para desatascar las negociaciones. Las empresas (Gesport, Sedena y Urtats, fundamentalmente) presentaron una oferta del 4,5%, que no fue aceptada y que terminó siendo retirada. Y las trabajadoras se sienten profundamente decepcionadas con las instituciones, sobre todo ayuntamientos. “Han subido el IPC a las empresas, pero estas no lo han repercutido en los trabajadores”, dice Etxaniz. “Las instituciones no han hecho nada por nosotras, de hecho nos han boicoteado y esquiroleado, han enviado a la policía a abrir las instalaciones”, dice Oihana Erro.

Las trabajadoras justifican su rechazo a la subida planteada por las empresas. “En la práctica nos dejaba fuera a las monitoras, que no estamos en tablas y nos suponía una subida de apenas 40 céntimos la hora”, dice Yanelis Guevara. Como ella, Cristina Araiz y Alejandra Montiel piden a los ayuntamientos que se impliquen de verdad. “Se me parte el alma viendo que la gente mayor se queda sin clases, para ellos es salud, dice Montiel”, quien trabaja por las mañanas en una administración de fincas. Es la manera de completar su salario