Peralta, Cáseda y la importancia de las empresas industriales En Navarra, este deterioro de los salarios como fuente de riqueza es perceptible, a pesar de que la industria, siempre que aporte innovación y valor, supone una garantía para una comunidad que, por su propio tamaño, tiene dificultades para hacer crecer algunos servicios de alto valor añadido. Basta mirar, por ejemplo, a Peralta, convertida en un eje relevante de empleo ya no mecánico, sino tecnológico, de la mano de empresas como Azkoyen y Jofemar, que han sabido evolucionar la fabricación de productos a la fabricación de soluciones. Las rentas de esta localidad de 6.000 habitantes, que pudo beneficiarse asimismo del incremento del precio de los alimentos entre 2021 y 2023, crecieron en cerca de 8.800 euros, el doble que en buena parte de los barrios de trabajadores de Pamplona. Un fenómeno similar se aprecia en Cáseda, dependiente de la poderosa Viscofan.
La clase media se evapora en Navarra por los extremos: el mapa de la desigualdad calle a calle
Las rentas de las personas más acomodadas crecen hasta cuatro veces más que en las zonas menos prósperas y el doble que en los barrios de trabajadores jóvenes de Pamplona. El alza del precio de la vivienda desarbola a los salarios, que pierden capacidad para generar ahorro y riqueza
La clase media navarra, una de las grandes fortalezas históricas de la comunidad, vive un proceso inédito de erosión. Una crisis de rentas generalizada en toda España, con la vivienda como una de las grandes fuentes de desigualdad, que deteriora la capacidad adquisitiva de buena parte de las personas que viven de su salario, y que se refleja con precisión en el mapa de la riqueza navarra, cada vez más polarizado.
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Los ingresos de los hogares con mayor renta de Navarra, las 100 secciones censales más ricas, sobre todo urbanizaciones y municipios a las afueras de Pamplona, zonas del centro de la capital, pero también localidades concretas repartidas por toda la geografía de Navarra, crecen en los dos últimos años casi cuatro veces más que las menos acomodadas. Y al doble de velocidad que en la mayor parte de los barrios de de trabajadores creados alrededor de Pamplona durante los últimos 20 años.
Los datos del Atlas de la Distribución de la Riqueza, publicados recientemente por el Instituto Nacional de Estadística, permiten medir la evolución de las rentas entre 2021 y 2023, en pleno embate inflacionario. Y lo hacen además prácticamente calle a calle, analizando más de 1.100 secciones del censo de población de Navarra, con un grado de desagregación que no solo se refleja en los números, ya de por sí muy concluyentes. No analizan, eso sí, lo sucedido en 2024 y 2025, donde los salarios han comenzado a crecer algo por encima de la inflación, si bien de modo insuficiente para corregir, en tan breve espacio de tiempo, tendencias ya casi estructurales y con raíces muy profundas.
En las 100 zonas más ricas de Navarra, la renta crecieron en dos años en unos 8.100 euros, desde los 52.300 euros de 2021 hasta los 60.400 euros de 2023. Por el contrario, la renta en las zonas menos acomodadas se incrementa en apenas 2.350 euros, hasta los 31.690 euros de renta media por hogar. La distancia entre unos y otros, que geográficamente a veces es escasa, se amplía. De hecho, dentro de la Comarca de Pamplona, apenas a diez minutos en coche, se encuentran los dos extremos de la escala de la renta de la Comunidad Foral: Gorraiz, con más de 86.000 euros de renta media por hogar (10.000 más en dos años); y Echavacoiz, con unos 25.500 euros de media, donde el ingreso medio avanza, pero a un ritmo muy inferior: 3.426 euros.
El detalle del análisis permite concluir también el origen de las rentas y corroborar asimismo una cierta brecha generacional, especialmente visible en Pamplona y en su comarca. Aquellas zonas urbanas relativamente jóvenes, barrios y localidades de trabajadores, donde los salarios suponen la fuente casi exclusiva de riqueza, avanzan menos que las calles y barrios donde sus vecinos, con una edad media algo superior, cuentan con rentas extra procedentes del capital, de actividades empresariales o de inmuebles alquilados.
“Vivimos un proceso de fragmentación social inédita”, concluye el noveno informe Foessa, elaborado para el conjunto de España por Caritas, quien recuerda que la Comunidad Foral, que contaba con una posición de partida más sólida que la media, no es ajena a esta dinámica. “La clase media se contrae y la sociedad se dualiza”, señala el estudio, quien recuerda que España ya es uno de los países con una una mayor desigualdad, y donde los grupos de rentas más bajas pesan cada vez más en el total. Millones de familias se están viendo desplazadas hacia estratos inferiores o incluso hacia situaciones de vulnerabilidad y exclusión.
Qué pasa con los sueldos:el caso de Sarriguren, Ezkaba, Lezkairu, Ardoi, Artica, Ripagaina y Buztintxuri
Sarriguren, Ezkaba, Artica, Ardoi, Buztintxuri, Ripagaina y Lezkairu comparten algunas características. Son zonas relativamente jóvenes (35-50 años), edificadas en las últimas dos décadas dentro del área de influencia de Pamplona. Se hallan habitadas en buena medida por familias con hijos, a quienes los salarios aportan más de tres cuartas partes del total de la riqueza, cuando la media de la capital apenas llega al 57%. Viven, en suma, de su trabajo, la mayor parte por cuenta ajena. Hasta ahí las coincidencias.
Los barrios representan sin embargo escalones diferentes de renta: mientras que Buztintxuri y Ezkaba se encuentran por debajo de la media de renta de la comunidad (35.000 euros) y han absorbido a una parte de la emigración reciente, Ardoi, Artica, Sarriguren y la mayor parte de Ripagaina ocupan una posición intermedia (entre 40.000 y 45.000 euros). Solo en las zonas más altas de este último desarrollo y en casi todo Lezkairu la renta media familiar supera los 50.000 euros, en algún caso con holgura, y se sitúa entre el 10% más próspero de la comunidad.
En los dos últimos años, las diferencias entre unos y otros se han ampliado. Mientras que en las zonas más modestas los incrementos se mueven entre los 3.500 y los 4.300 euros y en alguna de las intermedias se aproxima a los 5.000, en Lezkairu, la más próxima al centro, elegida por profesionales cualificados, y donde las viviendas de tres habitaciones superan ya los 450.000 euros, los ingresos parecen estar creciendo a un ritmo destacado, en torno a 9.000 euros en dos años.
Un trampolín de ascenso social roto
Todos incrementos de la renta por hogar no se corresponden además con subidas salariales puras: recogen asimismo el impacto de la fuerte creación de empleo vivida. Para que suban, en ocasiones de manera modesta, los ingresos, ha sido necesario que más personas de un mismo hogar comiencen a trabajar.
“Sucede que el mercado de trabajo se está polarizando”, señala el informe de Cáritas, con un crecimiento relevante en los puestos de alta cualificación, sobre todo en grandes núcleos urbanos, pero también un aumento muy importante en los puestos de baja cualificación. Por el camino, las ocupaciones intermedias, desde las meramente administrativas hasta las más rutinarias (operarios) y fáciles de automatizar van perdiendo peso y erosionándose. Esto provoca que trabajadores antes estables caigan en la precariedad o tengan que competir por puestos peor remunerados, reduciendo el sustento tradicional de la clase media.
¿Y cómo se traduce esto?
•Aumento en la cúspide (salarios altos): Crecen los puestos de trabajo de alta cualificación y no rutinarios (gestores, científicos, desarrolladores tecnológicos, médicos, directivos). Estos empleos son difíciles de automatizar y generan los mayores salarios.
•Aumento en la base (Salarios Bajos): Crecen los puestos de trabajo de baja cualificación y no rutinarios (servicios de cuidado personal, limpieza, delivery, camareros). Estos empleos requieren interacción humana o flexibilidad física y son difíciles de automatizar, pero generan salarios bajos y precarios.
• Contracción en el centro (Erosión): Las ocupaciones medias, que son rutinarias y basadas en reglas, son las más fáciles de automatizar mediante nuevas tecnologías y robots, o de externalizar a lugares con menores costes laborales. Cuando estos puestos desaparecen o se precarizan, la clase media pierde su base económica.
Estas dinámicas son visibles ya en los barrios de trabajadores, donde el peso de otras rentas, desde las puramente profesionales a las procedentes del patrimonio financiero e inmobiliario, es mucho menor. Y han coincidido con una etapa de fuerte incremento del precio de los bienes esenciales (vivienda, alimentos, agua luz, electricidad), que suponen ya casi el 50% del presupuesto familiar, diez puntos más que hace una década.
Las familias se han visto obligadas asimismo a hacer frente a mayores gastos educativos, desde las extraescolares tempranas, a los precios de las matrículas universitarias y sus gastos añadidos si se estudia fuera, a los masters posteriores al grado, que se han instaurado como la única vía de acceso a determinados puestos de trabajo. La competitividad creciente por acceder a la cúspide en un entorno cada vez más complejo provoca asimismo que algunos empleos más codiciados a veces se reparten directamente entre las propias élites.
La extensión de los empleos mal remunerados, combinada con el incremento del precio de la vivienda, que no parece haber tocado techo, ha comenzado a agrietar el conocido como “trampolín de los salarios”, ese empujón que, durante décadas, ha permitido a las familias ascender socialmente o mantenerse dentro de la clase media. “En su lugar, el empleo precario se convierte en una trampa que prolonga la vulnerabilidad”, señala el informe Foessa, quien apunta asimismo a una “desconexión entre el crecimiento económico y el reparto salarial, lo que erosiona la función social del salario como principal fuente de integración y estabilidad económica”.
La diferencia la marcan las rentas (y la edad)
Con el ascensor social de los salarios no solo polarizado, sino renqueante o directamente averiado, especialmente para los trabajadores más jóvenes, hoy la diferencia en el crecimiento de los ingresos hay que buscarla en el peso creciente de otras rentas. Las pensiones son la más importante de todas ellas: crecen año tras año merced al envejecimiento de la población y a su revalorización. Son las que, cada vez en mayor medida, contribuyen a sostener el consumo y explican el soporte familiar que reciben miles de jóvenes.
Su peso es muy relevante en barrios prósperos de Pamplona, como San Juan en Iturrama, donde suponen casi una tercera parte de la riqueza. Y también ayudan a frenar el desequilibrio territorial: la mitad de los municipios navarros tiene más pensionistas que trabajadores y ayudan a entender la todavía buena salud económica del envejecido noroeste de Navarra. Su efecto es, en todo caso, redistributivo, por mucho que en ocasiones se las señale como las causantes de la brecha generacional de ingresos entre los nacidos en los años 50 y quienes se incorporaron al mercado de los trabajo sobre todo a partir de 2010.
Sigue la brecha con el sur de la Comunidad. Pese a que el impacto de la inflación parece haber beneficiado a la renta de numerosas localidades agrarias, lo cierto es que, en términos generales, la brecha entre Pamplona y el sur de la Comunidad Foral se sigue ampliando en términos de riqueza. Pese al despunte de algunas localidades como Peralta o Funes, los datos muestran que los ingresos no crecen al mismo ritmo. La creación de empleo, eso sí, es más intensa en el sur, con una mayor presencia de personas de origen extranjero.
Son otros ingresos, en todo caso, los que ganan importancia año tras año, como muestra un leve repaso a los municipios y barrios más acomodados de Navarra. Allí las rentas empresariales y del capital, los ingresos que genera el patrimonio acumulado o heredado, aportan más del 30% de la riqueza total de zonas de Pamplona como Beloso Alto, la calle Monjardín, el entorno de la Plaza de la Libertad, de las nuevas viviendas de Salesianos, la avenida de Galicia, la Vuelta del Castillo o las inmediaciones del Parlamento de Navarra.
En todas estas zonas, la renta media supera los 60.000 euros y subió en cerca de 10.000 euros entre 2021 y 2023, el doble que en los barrios de clase media. Todo hace indicar que, tras dos años de euforia bursátil, con los dividendos que reparten las empresas cotizadas en máximos, y con el inmobiliario generando rentas continuas, estos ingresos habrán continuado su ascenso a toda velocidad en 2024 y 2025. Y habrán ampliado la distancia no solo entre los extremos, sino también con una clase media que se deshilacha poco a poco.
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