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BARCELONA Valdés; Alves, Piqué, Mascherano (Puyol, m.77), Sergio Busquets, Xavi, Iniesta, Pedro (Adriano, m.83), Messi y Villa (Alexis, m.75).
MILAN Abbiati; Abate, Mexes, Zapata, Constant, Ambrosini (Muntari, m.60), Montilivio, Flamini (Bojan, m.75), Niang (Robinho, m.60), El Shaarawy y Boateng.
Goles 1-0, m.5: Messi. 2-0, m.39: Messi. 3-0, m.55: Villa. 4-0, m.92: Jordi Alba.
Árbitro Viktor Kassai (Hungría). Mostró tarjeta amarilla a Boateng (m.22), Pedro (m.41), Flamini (m.46) y Mexes (m.54).
Estadio Camp Nou. 94.944 espectadores. La mejor entrada de la temporada en esta competición.
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Barcelona. Acostumbrado a destrozar récords, a acumular títulos como si no costara, a doblegar rivales en las finales con facilidad pasmosa, el Barcelona necesitó esta vez remontar el 2-0 de San Siro y golear al Milan en el Camp Nou (4-0) para seguir vivo en la Liga de Campeones, una gesta que este equipo aún no tenía en su repertorio. Xavi ya dijo hace unos días que este equipo, esta fantástica generación de futbolistas que pasará a la historia no solo por todo lo que ha ganado sino por cómo lo ha ganado, quizá necesitaba una remontada épica como la que firmó ayer para ser eterno. Y la logró de la mano del mejor Messi, ofreciendo todas las virtudes del decálogo futbolístico que le ha hecho grande y que parecía haber dejado olvidado en algún lugar remoto estas últimas semanas.
El Barça se encontró con el guión de partido soñado: con un público entregado mucho antes del inicio del choque, los jugadores enchufados desde el primer minuto y un gol en la primera ocasión de que dispuso. A los cinco minutos, Messi y Xavi abrían el camino de la remontada al fabricar una pared en la frontal del área que acabó con una rosca del argentino a la escuadra de Abbiati.
El Barça jugaba con intensidad y presionaba con hambre voraz. Al equipo italiano le duraba el balón un suspiro. Mexes y Zapata se multiplicaban achicando balones desde el eje de la zaga. Y hasta El Shaarawy bajaba a ayudar a Constant para tapar las internadas de Alves, una imagen ya vista en el Camp Nou con cracks de la talla de Rooney o Drogba en otras eliminatorias de Champions.
Antes de cumplirse el primer cuarto de hora, Iniesta y Xavi ya habían puesto en serios problemas a Abbiati con dos tiros envenenados y Pedro había sufrido un posible penalti de Abate. El Barça, casi con el mismo once que en la final de Wembley de hace dos años -Jordi Alba ocupó el puesto de Abidal-, con Alves prácticamente de extremo, Villa jugando de nueve y Messi en la media punta, había recuperado su mejor versión, pero el segundo gol no llegaba y pareció tomarse un respiro. El equipo de Massimiliano Allegri lo aprovechó para recomponerse e intentar buscar fortuna en alguna tímida contra de El Sharaawy.
Sin embargo, Niang, el sustituto ayer del lesionado Pazzini, se llevó un balón aéreo después de que Mascherano midiera mal el despeje y se plantó solo ante Valdés, pero acabó estrellando en un poste la oportunidad de haber dejado sentenciada la eliminatoria. En la jugada siguiente, Iniesta robó un balón para asistir a Messi, que marcó, de disparo raso, el 2-0 a falta de seis minutos para el descanso. El Barça se fue al vestuario con la eliminatoria igualada y la sensación de que no le abandonaría la suerte de los campeones.
El Milan salió algo más ambicioso tras la reanudación y lo pagó caro. Porque los de Jordi Roura encontraron más espacios para acercarse a las inmediaciones de Abbiati. Jaleado por un Camp Nou entregado, el Barcelona olió la sangre y se fue a por el tercero. Una pérdida de balón rossonera, el enésimo robo de Mascherano, acabó en las botas de Xavi, que cedió para que Villa definiera magistralmente el tercero. Aun quedaban 35 minutos para el final del partido y, aunque un gol clasificaba al conjunto transalpino, éste parecía herido de muerte.
Los locales pusieron entonces la pausa al partido y dejaron que languideciese hasta que el Milan despertó en los últimos diez minutos de la mano de Bojan y Robinho, que entraron en la recta final del choque para revitalizar el ataque visitante. Fue un acoso tosco, sin poner en verdaderos apuros a Valdés, pero asfixiando una y otra vez la salida de balón azulgrana y obligando a multiplicarse a los locales. Hasta que Alba, a la contra y en el descuento, sentenció una remontada tan ansiada como merecida.