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Egaña: profesional del fútbol, apasionado de la pelota

el legendario defensa derecho (1952-62), capitán de osasuna y campeón de españa de pala, fallece en pamplona a los 80 años

Egaña: profesional del fútbol, apasionado de la pelota

cuando su cuerpo robusto asome por la puerta de ese vestuario blanco e inmenso que acoge a los futbolistas eternos, entre los extremos de su época habrá codazos intencionados y algunas miradas de sobresalto. "Mira, es Egaña", cuchichearán con la misma turbación que cuando le encaraban por la banda con el balón y sabían no solo que se enfrentaban a un defensa recio y rocoso, sino a una ley de la física futbolística que muchos zagueros cumplían entonces a rajatabla: por aquí puede pasar el balón pero no pasa el delantero.

Pero la leyenda, en este caso, vive de las anécdotas y no hace justicia a la larga trayectoria deportiva de un hombre que amó con la misma pasión al fútbol y a la pelota.

Pello Egaña Urdíroz falleció en la noche del domingo. Llevaba tres años ingresado en el hospital San Juan de Dios de Pamplona. Le acompañaban su esposa, sus cuatro hijas y sus dos hijos. El pasado 15 de abril había cumplido 80 años.

Ingresó en Osasuna en 1952 y abandonó el club diez años más tarde con una brillante hoja de servicios como profesional. Antes y después jugó a pelota; primero a mano en su Villava natal y luego con herramienta, llegando a proclamarse campeón de España de pala, además de participar en la obtención de diferentes títulos con la Federación Navarra.

biografía

El deportista y sus compañeros

De Egaña se pueden escribir dos biografías; una, personal, con capítulos dedicados a sus particulares hitos deportivos (único jugador de Osasuna que ha estado en tres ascensos a Primera; cuarto futbolista rojillo con más partidos consecutivos de Liga en Primera División) y a sus múltiples anécdotas; otra, coral, con referencias a los deportistas, a los amigos mejor, asociados a su nombre.

El "gigante Egaña", como lo describió un periodista de La Vanguardia, fue un defensa contundente. Pero solo con eso no se juegan cerca de doscientos partidos durante tres temporadas en Segunda y cinco en Primera. El villavés era un deportista fuerte, con fuelle, resistente, lo que le permitió, entre otras cosas, no perderse un solo partido de Liga durante dos años y medio. Hasta que se rompió.

De sus anécdotas, la más repetida es aquella que rememora cómo le sacaron a punta de pistola de un campo en Venezuela porque, expulsado por el árbitro, se resistía a irse. Pero hay otra que habla de fútbol de otro tiempo, del método para combatir las pájaras, y que él contaba así: "Si me fatigaba en un entrenamiento, me comía en el vestuario un bocadillo de chorizo y continuaba con los ejercicios".

Esta es una mínima parte de la historia de Pello Egaña. Pero hay otra, igual de densa, en la que no se entiende a Egaña sin González, a Egaña sin Salvatierra, a Egana sin Sabino, a Egaña sin Mendiluce.

Si Egaña fue un futbolista duro. tenía a quien parecerse. Heredó el brazalete de capitán de Jesús Salvatierra. La Leyenda del Mau-Mau, aquella que inventaron en Santander y que comparaba a los defensas de aquel Osasuna con la fiera tribu africana, no hubiera hecho fortuna si Salvatierra no inspira al periodista saltando a la grada en busca del espectador que pasó la tarde insultándole. Egaña no jugó aquel partido, pero también cargó con el sambenito.

Manolo González fue luego su pareja, en la primera época dorada en la máxima categoría. Una relación prolongada fuera de los campos y cultivada durante años hasta que la enfermedad les separó.

Como con Sabino Andonegui, su socio dentro y fuera de los terrenos de juego. La complicidad de ambos rompe el estereotipo más difundido de Egaña. Cuentan quienes les vieron jugar que el defensa tocaba el balón con guante de seda en los saques de falta y lo ponía en la cabeza del delantero para que rematara.

Esa complicidad del césped la trasladó igual a los frontones, con la misma pasión y fidelidad. La pareja Shanti Mendiluce-Egaña congeniaba tanto que, con el tiempo, sus hijos Fernando Mendiluce y Pello Egaña, heredaron la supremacía paterna en las canchas.

Las hemerotecas hablan de un Egaña pelotari dominador y elogian sus "portentosos palazos". Pero, como queda dicho, es injusto ceñirlo todo a la fuerza física. Egaña era un deportista astuto, no solo para contener a los hábiles y veloces extremos de la época, sino manejándose con la pala. Así quedó recogido en una crónica pelotazale: "Egaña se las ingeniaba para mandar la pelota, con el saque, a una puerta trasera que existía en el recinto del Club de Tenis. La pelota se aplastaba y los contrarios, cansados de quedarse con un palmo de narices, se desesperaban. Era una mañuetería honesta y lícita".

El deportista y el hombre estuvieron siempre muy vinculados a Villava. Y la localidad también le reconoció, al menos en dos ocasiones, como uno de sus deportistas emblemáticos. Lo curioso de los homenajes a Egaña en Villava era que, como en su larga vida de deportista, primero hacía el saque de honor en el viejo Atarrabia y luego se vestía de cortó para volver a formar con su Osasuna ante el equipo de su pueblo. Porque Egaña también tiene su percha en el vestuario de los pelotaris eternos.