pamplona
ricardo Izecson dos Santos Leite, Kaká, se lesionó hacia el minuto 70 del partido que el pasado sábado disputó su equipo, el Milan, en el campo del Torino. Abandonar Kaká el juego y empatar su equipo (2-2), que hasta entonces perdía por un rotundo 2-0, fue todo uno. ¿Casualidad?, ¿un capricho del destino? Probablemente para el futbolista brasileño, de profundas convicciones religiosas, hay algo más. Kaká es de los que asocia cada suceso, por cotidiano que sea, al designio divino.
Al día siguiente colgó en su página web un vídeo en el que anunciaba la decisión de "suspender el sueldo" mientras no pueda estar físicamente disponible y en condiciones de jugar en el Milan, al que pidió "cariño y apoyo" para recuperarse lo antes posible y porque está viviendo un momento "muy duro y difícil".
Kaká estará al menos tres semanas sin jugar a causa de una lesión en el aductor del muslo izquierdo. Otra vez las lesiones. Los fantasmas. La razón principal que le impidió triunfar en el Madrid. Y justo cuando ha retomado su idilio con el Milan, el club donde alcanzó la gloria entre 2003 y 2009, dejando un rastro de 70 goles en 193 partidos, el Balón de Oro del año 2007, su liderazgo en la conquista de la séptima Copa de Europa que atesora el club lombardo.
Convertido en una obsesión para el Real Madrid, su entonces presidente, Ramón Calderón, no pudo consumar su promesa de fichar al crack brasileño, pero sí Florentino Pérez, el coleccionista de galácticos, que en junio de 2009 pagó 65 millones de euros al club rossonero, convirtiéndose entonces en el tercer fichaje más caro de la historia del fútbol, pero sobre todo en el mayor fiasco que se recuerda en el club blanco.
Unos 50.000 aficionados le aclamaron como a un mesías el 30 de junio de 2009, día de su presentación en el estadio Santiago Bernabéu. Kaká firmó por seis temporadas y solo ha cumplido cuatro. Para visualizar el fracaso de la operación, al altísimo costo de su fichaje hay que añadir los 15 millones anuales que abonaba el club en concepto de ficha, una barbaridad si nos atenemos a su bajísimo rendimiento.
el 'alcorconazo' En su primera temporada, y fue la mejor, llegó a disputar 25 encuentros de Liga, en los que anotó ocho goles. Pero no fue el futbolista determinante que se esperaba, en parte porque mediada la campaña las lesiones interrumpieron su contribución al juego merengue. El Real Madrid, entonces dirigido por el chileno Manuel Pellegrini, no ganó título alguno y en la Copa sufrió el Alcorconazo, la humillante derrota y eliminación del torneo ante el Alcorcón. Kaká quedó marcado por el partido de vuelta, en el Bernabéu, pues él debería haber liderado la remontada frente a un equipo de Segunda B que en la ida había cometido la osadía de golear al mismísimo Real Madrid (4-0).
Kaká fracasó en otros dos momentos culminantes de aquella temporada. Primero frente al Barça en el Camp Nou, donde tuvo una discreta actuación. Pero, con ser deficiente su contribución futbolística, se supo además que la estrella brasileña tenía problemas de pubalgia.
Todavía escoció más entre el madridismo la eliminación de la Liga de Campeones ante el Olympique de Lyon en octavos de final, con Kaká de portaestandarte. Pellegrini optó por sustituirle en el descanso, señalándole directamente. Luego se supo que Kaká intentó preservar su cuerpo para ambiciones mayores, pero ajenas al club que le pagaba un dineral: la selección brasileña y el Mundial de Sudáfrica.
el revés moral El desencanto físico y deportivo transcurrió casi paralelo con el desencuentro emocional, sobre todo en lo que representa el epicentro de su vida: la religión. En diciembre de aquel año, Ricardo Kaká y su mujer, Carolina Celico, decidieron abandonar la iglesia brasileña Renacer en Cristo, una comunidad evangelista en la que el matrimonio estaba muy implicado, sobre todo económicamente. Sus padres espirituales, fundadores y dirigentes de esa comunidad, Estevam Hernandes Filho y Sonia Haddad Moraes Hernandes, fueron condenados a cuatro años de prisión por un delito de evasión de divisas. Además, estaban acusados de haber acumulado una gran fortuna personal gracias a los donativos de los cientos de miles de fieles que tenían en Brasil. Especialmente generosa (800.000 euros anuales en su anterior etapa milanista) era la contribución de Kaká y su esposa, que además ejerció de pastora de la citada iglesia, amén de ser el principal reclamo para captar adeptos para la causa. El futbolista tuvo una discreta actuación en el Mundial'2010 de Sudáfrica, y a su término decidió tomarse vacaciones pasando por alto que su pubalgia se había agravado.
Cuando regresó al Madrid pasó por el quirófano y transcurrió toda la primera mitad de la temporada recuperándose. Pero llegó a tiempo y forma para afrontar en mayo de 2011 el partido de vuelta de la Champions frente al Barça, en el Camp Nou. José Mourinho, que ya estaba al frente de la escuadra blanca, le otorgó un voto de confianza y le puso de titular. Había que remontar un 0-2. El Madrid no pasó del empate (1-1). En realidad jugó con uno menos. Kaká, el presunto crack, brilló por su ausencia en otro partido trascendental.
Un año después Mourinho decidió repetir la jugada. Darle otra oportunidad. Quiso rescatar al héroe en otro encuentro decisivo, también en la vuelta de unas semifinales de la Champions, esta vez frente al Bayern de Múnich y en el Santiago Bernabéu. y Kaká falló durante el partido, y en la tanda de penaltis, y el equipo bávaro se clasificó para la final.
El Madrid tenía un serio problema con Kaká. Nadie lo quería, ni regalado, porque nadie estaba tan loco como para asumir su enorme ficha con esos antecedentes. Pero se acerca otra cita mundialista, y además en Brasil. El pasado mes de agosto, tras un partido amistoso en Riazor contra el Deportivo, Kaká dijo al fin: "Me quiero ir". Y se fue, al Milan, y gratis, no sin antes reducir su ficha a 4 millones. Comenzó jugando. Pero al tercer partido el divo hizo crack. ¿Otra vez el calvario de las lesiones? Kaká imploró a Dios caridad cristiana y a los tifosi paciencia y comprensión.
La decisión de renunciar al sueldo mientras dure su convalecencia ha calado entre los hinchas milanistas, pero sobre todo ha soliviantado a los madridistas, para quienes Kaká jamás tuvo un gesto de parecida generosidad, al menos para justificar su palmario fracaso deportivo.