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DENIZ NAKI: Las balas no callan al futbolista kurdo

EL PASADO DÍA 7 ESCAPÓ A UN INTENTO DE ASESINATO. SUS MENSAJES Y DENUNCIAS EN FAVOR DE LOS KURDOS LE HAN PUESTO EN LA DIANA DEL RÉGIMEN TURCO

DENIZ NAKI: Las balas no callan al futbolista kurdo

PAMPLONA- Dos disparos de un desconocido de coche a coche cuando circulaba por una autopista en Alemania intentaron acabar con su vida el pasado día 7. Una bala impactó en la ventanilla y otra cerca de las ruedas. No es la primera vez que sufre una agresión; en 2014, cuando jugaba para el Gençlerbirligi turco fue golpeado en plena calle por tres personas. Los insultos son habituales en los estadios y en las redes sociales. También las amenazas de muerte. Para completar el perfil, la Justicia turca se ha sumado a la persecución y le ha sentado varias veces en el banquillo. Pero ni los tiros, ni los golpes, ni los insultos ni las condenas consiguen callar a Deniz Naki, el futbolista alemán de padre y madre kurdos que lleva tatuada en un brazo la palabra Azadi (libertad en kurdo).

La carrera profesional de Naki es más discreta que el fuerte compromiso político con su pueblo. No atesora en su palmarés grandes títulos ni goles de videoteca, pero alcanzó una gran popularidad cuando jugaba en el St. Pauli, un club con conciencia política y social, con el que ideológicamente se identifica. Ahí, con el equipo de Hamburgo, saltó a la fama en noviembre de 2009 durante un partido en el campo del Hansa Rostock, cuyos grupos más radicales están cercanos a movimientos fascistas. Naki marcó uno de los goles para la victoria por 0-2 y durante la celebración se dirigió a los hinchas rivales con un gesto visible de cortarles el cuello. Luego cogió la bandera de la calavera pirata con la que se identifica al St. Pauli y la clavó en uno de los fondos en señal de conquista. Las imágenes dieron la vuelta al mundo.

Naki nació en Alemania pero su origen es kurdo aleví. Kurdistán es una nación sin Estado. La división de Oriente Medio tras la Primera Guerra Mundial dejó el territorio fragmentado entre Turquía, Irán, Siria e Irán. El futbolista ha manifestado siempre su apoyo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK); se ha pronunciado a favor de la lucha de su pueblo contra el Estado Islámico; ha dado su apoyo a las milicias de las Unidades de Protección Popular Kurdas (YPG) de Siria; ha criticado al Ejército turco por sus maniobras militares en el sureste del país, contra objetivos del PKK. “Siempre he pedido paz en mis mensajes; estoy en contra de que se mate gente”, ha dicho en su defensa. En la actualidad juega en las filas del Amedspor, un equipo de la ciudad kurda de Diyarbakir que milita en la Segunda división turca.

Tras difundirse el reciente intento de asesinato, fuerzas de izquierda alemanas han denunciado la presencia de escuadronesº de la muerte turcos en suelo germano. Naki cree que detrás de la mano que le disparó está la sombra de Recep Tayip Erdogan, jefe de Estado de Turquía, con el que ha sido abiertamente crítico. A ojos del régimen, es un enemigo del Estado. “En Turquía soy continuamente un blanco por mi postura prokurda. El miedo no va a detenerme para defender los valores que defiendo”, proclamó tras ser agredido en las calles de Ankara después de aplaudir la intervención de las YPG de Siria, que defendían la ciudad de Kobane del ataque del Estado Islámico. Ahora la Fiscalía de Aquisgrán ha abierto diligencias por un homicidio en grado de tentativa y no descarta la motivación política en el ataque.

Los problemas del futbolista comenzaron a agudizarse en 2016. La Federación turca de fútbol le impuso una suspensión de 12 partidos y una multa de 6.000 euros tras acusarle de “propaganda ideológica” después de dedicar en las redes sociales la eliminación del Bursaspor en la Copa a los pobladores kurdos muertos por el Ejército turco.

En noviembre de ese mismo año fue absuelto de los cargos abiertos por escribir mensajes en las redes sociales en favor del PKK. Pero el mismo tribunal que le absolvió le condenó en abril de 2017 por “propaganda terrorista” a un año, seis meses y dos días de prisión que quedaron en suspenso: no fue a la cárcel pero sobre Naki pesan cinco años de libertad condicional en los que cualquier irregularidad que cometa puede dar con sus huesos en prisión.

Pero las balas no van a cambiar sus convicciones. Como escribió en el prólogo del libro St. Pauli, otro fútbol es posible: “Quiero levantarme y oponerme a cualquier forma de opresión. Con todos los recursos que tengo disponibles. A pesar de la represión, seguiré levantándome y no pienso doblegarme. Lo último que me podrán robar es mi alma y mis ansias de libertad”.