Os lo cuento como lo he visto y oído este mismo sábado. Tarde soleada y fresca en el campo de fútbol de uno de nuestros hermosos pueblos navarros, cerca de mí un grupo de jovenzuelos comentan el partido, a veces con humor a ratos enfadados, el resultado empeora rápidamente para el equipo local.

El árbitro va llevando el partido con sus errores y sus aciertos y llega la frase que me sorprende en boca de uno de los chicos: “Está adulterando el resultado”. Toma ya, así de corrido, lo miro y no consigo adivinar si lo dice en serio o es un proyecto de filósofo irónico. Me agrada constatar que a pesar de tantas leyes de educación empeñadas en confundir a nuestra prole aún quedan muchachos que amplían y enriquecen su vocabulario.

Adulterar ha dicho, sí. A mí la palabra me suena a aquello de la mujer adultera de los Evangelios, creo que de San Juan, o a la costumbre, tan nuestra, de añadir agua al vino o la leche para mejorar el balance comercial de los tenderos, pero ahora resulta que mis colegas, los árbitros en activo, se están dedicando a adulterar, vaya por Dios, también esto, es que no nos falta de nada.

Por ir ampliando ángulos de visión me cambio de sitio y tomo asiento cerca del banquillo local. El entrenador también ve la televisión y lee la prensa igual que el joven filósofo, y toma prestados gestos y frases de sus colegas mediáticos, martiriza literalmente al asistente con las frases de rigor: “Aplica el mismo criterio”, “Señálanos alguna a favor”, “¿Ésta tampoco?”, mientras se concentra en presionar al mozo del banderín su equipo va encajando goles. Así está el patio.

Cambio de nuevo mi posición y voy pensando que estamos en febrero y éste es el mes de los perseguidos, todos los años en estas fechas, indefectiblemente, los equipos se sienten muy, pero que muy, perjudicados por los árbitros, no importa en qué categoría y casi nada la clasificación. Siempre he creído que cuando se decide un tiro penal o una expulsión, sea más justa o injusta, hay un equipo perjudicado y otro que se beneficia, pero no intentes buscar a este último, no existe, nunca aparecerá. Sólo aparecen los perseguidos y así cada mes de febrero, luego todo se va pasando, unos ganan campeonatos y otros no, unos ascienden y otros descienden y aquí no ha pasado nada.

Sorprende ver que hasta los clubes más grandes, esos que manejan cientos de millones juegan a esto de llorar. “Pa mear y no echar gota”, que diría mi abuelo.

*El autor es Responsable de Formación del Comité Navarro de Árbitros.