César Pérez Gellida escribe un jardín literario en el que tal vez Nada bueno germina, pero donde todo lo que florece nos mantiene despiertos hasta la última página. Su nueva novela cierra la historia iniciada con Bajo tierra seca y nos devuelve a los oscuros senderos de Sebastián Costa y Antonia Monterroso. Repletos de traiciones, 44 cadáveres y un estilo que no da tregua, le instamos, con o sin abogado, a que confiese los entresijos de su novela más cruda hasta el momento.
Personajes de Bajo tierra seca vuelven a las andadas ahora en Nada bueno germina. ¿Fue por amor a ellos, por presión editorial o simplemente porque no le dejaron dormir hasta que los sacase de nuevo a pasear por la novela?
Ja, no, presión editorial ninguna. Fue simplemente porque yo tenía la intuición de que Antonia Monterroso y Sebastián Costa merecían continuar con sus andanzas. Y no solamente era una intuición, es que a mí me cuesta mucho desprenderme de los personajes con los que he convivido durante tiempo. Lo tenía muy claro, lo que pasa es que esa decisión la tomé cuando estaba terminando Bajo tierra seca. No obstante, el final que tenía la novela podía perfectamente ser uno conclusivo, pero igual no es lo que deseaban los lectores.
De Jaén a Valladolid, pasando por Córdoba y Madrid. ¿Cómo se documenta para que todos estos escenarios huelan a historia y a pólvora sin dinamitarse a sí mismo?
(Risas). Yo hago una fase de documentación previa que me sirve para generar la atmósfera. Hablo del entorno social, político, económico... Lo que pasa es que luego tienes que aprender a dosificar muy bien esta información, porque no puedes caer en el error de hacer alarde de esa documentación. Bajo mi punto de vista, lo que mejor funciona es hacerlo a través de los detalles. Si yo tengo una escena en la que quiero que tú te subas a un tren acompañando a los personajes, no te voy a hablar de las características de la locomotora Mastodonte 1.400 modelo 7, que las tengo, sino que te voy a hablar del ruido que hacía, del humo, de cómo olía... Esto es lo que hace que tú puedas viajar con los personajes.
Costa y Monterroso se desean, se traicionan, se alían y se dedican a atracar bancos. Me atrevería a decir que son los predecesores de Bonnie and Clyde versión ibérica.
(Risas). Sí, me lo han dicho varias veces. Son de estas parejas en las que no sabes muy bien quién lleva las riendas, y que son como dos imanes que tienen polos que se atraen y polos que se repelen. Tienen objetivos comunes, pero por dentro les mueven distintas emociones. Antonia está muy movida por la ambición y Sebastián por la lealtad, entendida como un sentimiento de camaradería. Esto es más divergente que convergente.
Dice que su misión es incomodar al lector y hacerle tragar saliva. ¿Alguna vez alguien le ha escrito solo para decirle: “Oye, gracias por el mal rato que he pasado”?
(Risas). Sí, muchas veces. Y me insultan a través de redes sociales, yo entiendo que de forma cariñosa. Para mí es muy buena señal, porque significa que he cumplido ese objetivo de incomodar, de engañar y de agitar al lector. Creo que este género lo exige. Un thriller negro con estos ingredientes exige que el lector experimente ese tipo de sensaciones.
Sabemos que tiene ambiciones audiovisuales, ya que en 2023 se estrenó la adaptación cinematográfica para la serie de Memento Mori. Si ocurriera con Nada bueno germina, ¿aceptaría un cameo como cadáver número 44?
Ojalá. Tuve la oportunidad de salir en Memento Mori, pero cuando me involucré en el rodaje y empecé a vivir la rutina y la cotidianidad de todos los intervinientes me pareció una falta de respeto meterme yo ahí por inmortalizar mi careto, ¿no? Me dio mucho pudor y no lo hice, pero no lo descarto. Igual en otra cosa me pongo un papel (risas).
La historia culmina en Valladolid y afirma que no es casualidad. ¿Fue una decisión narrativa o un mensaje secreto a su ciudad para que le pongan una calle antes de los 60?
¡Ay, ayer estuve hablando de esto! (risas). Estuve hablando con la gente que me lleva las redes sociales y la comunicación. Estábamos hablando en tono jocoso de que yo con que me pongan el nombre al estadio me sirve. Que al estadio José Zorrilla le pongan el estadio Pérez Gellida. No, en realidad, si algo tenía claro cuando empecé a escribir la novela es que el desenlace se iba a producir en Valladolid. Ahora, lo que no tenía tan claro era el camino a seguir, cómo llegar desde Jaén, que es donde arranca la acción, hasta Valladolid. Y había que hacerlo de forma honesta, progresiva y que tuviera sentido.
Ya tiene un Premio Nadal en la estantería. ¿Qué pesa más, la presión de superarse o la tentación de mandar a Costa y Monterroso a una jubilación tranquila?
Es que yo no pienso en nada de eso cuando estoy escribiendo. No tengo la presión de haber ganado el Nadal, no tengo la presión de tener miles de lectores, no tengo la presión de la editorial... Yo solamente me meto los personajes en la cabeza, estoy metido de lleno en la historia y trato de divertirme como propósito fundamental. Nunca he sentido nada de presión externa, jamás.
Y ya que el título es Nada bueno germina, ¿nada de nada? ¿Ni un lector que termine el libro y diga: “Qué buena cosecha de drama me he llevado”?
(Risas). Siempre germina algo. Hay un vínculo entre los lectores y el escritor que o se fortalece o se debilita o se queda como está, pero yo creo que en esta novela se fortalece. Los lectores que ya me han leído, que se consideran gellidistas, van a encontrar eso que estaban buscando. Y a los lectores que no me conozcan, seguro que no les va a dejar indiferentes, y eso ya es un punto de partida maravilloso.