Sofía Sánchez Maestro (Santander, 2000) pese a nacer en Cantabria asegura que es donostiarra, ya que es el lugar donde ha crecido como persona y profesionalmente. Llegó a la capital gipuzkoana en 2018 para empezar sus estudios de piano en Musikene con el pianista canario Gustavo Díaz Jerez como profesor principal en ese instrumento. Sofía actualmente está en cuarto curso y al mismo tiempo ya se encuentra preparando la maleta para todos los viajes -pruebas de entrada al Máster de Interpretación al piano- que le esperan durante los próximos meses y que serán los que a la postre determinen su futuro más inmediato a partir del curso que viene.

La primera prueba la realizará del 1 al 6 de marzo en la ‘Manhattan School of Music’ de Nueva York. Reconoce que uno de sus sueños es poder recibir clases del profesor de piano Salomon Mikowsky, no solo por lo bueno que es sino porque su actual profesor en Musikene, Gustavo Díaz Jerez, fue su alumno. Tras la prueba de estadounidense, de la que sabrá el resultado en abril, volará a los Países Bajos, concretamente al Conservatorio de Ámsterdam para hacer lo propio y además recibir una clase magistral del pianista holandés Frank Van den Haar. Las siguientes dos pruebas serán en la Escuela Reina Sofía de Madrid, a la cual es muy complicado acceder dado que acogen a muchos talentos internacionales, y por último, en el Conservatorio de Berlín. Sea cual sea su destino final lo disfrutará y trabajará como siempre ha hecho para “Desde que tengo 13 años lo tengo, quiero emocionar a la gente a través de la música, a través del piano”, confiesa la pianista Sofía Sánchez.

Pese a su talento, Sofía no lo tuvo nada fácil, pues no tuvo las facilidades que, quizá otros, con mayor capacidad económica, sí pudieron tener. La joven se enamoró de la música gracias a su padre, Santiago, con quien recorrió los escenarios donde tocaba música folk con la gaita y diferentes flautas tradicionales de todo el mundo, en grupos como ‘Atlántica’ o ‘Garma’. De él ha sacado su vena musical, asegura.

Así, un día le dijo a sus padres, Montse y Santiago, que quería dedicarse a la música y no iba en broma. La apuntaron a la Escuela de Música de Santa Cruz de Bezana a que estudiará violín y su padre decidió acompañarla. Aun así, en apenas año y medio vieron que Sofía tenía dotes para la música y finalmente terminó entrando en el Conservatorio Ataulfo Argenta con apenas 7 años. Se terminó decantando por el piano pero no oculta que estuvo a punto de hacerlo por el violonchelo, ya que sentía verdadera pasión por todos los instrumento de cuerda.

Sus primeros años en el Conservatorio los hizo con el pianista Javier Laborio y recuerda aquellos años como algo maravilloso, ya que les hacía aprender a tocar el piano como si fuera un juego. Mientras tanto. en casa, a diferencia de otros niños, no tenía un piano con el que poder practicar. Un día le dijo a sus padres que quería uno, pero su padre le aseguró que tendría uno si superaba la prueba de tocar ante él. Así, ese verano se lo pasó practicando y tras demostrarle a su padre sus capacidades, logró que le comprasen el piano con el que a día de hoy sigue practicando.

Así, fue avanzando de curso en el conservatorio mientras lo compaginaba con sus estudios, como cualquier joven de su edad. Los problemas llegaron cuando cumplió los 16 años. Sentía que no avanzaba como tenía que hacerlo y que había llegado a su tope en el Conservatorio. Pronto le surgió la oportunidad para ir a Musikene, en Donosti, pero sus padres se negaron en rotundo, la única vez que lo han hecho. Le dijeron que tenía que estudiar Bachillerato para finalizar los estudios y que ya tendría ocasión de ir más adelante a Musikene.

Dos años después de la primera llamada de Musikene para que Sofía Sánchez hiciese las pruebas para entrar a estudiar piano, entró Sofía en el prestigioso centro donostiarra. Tenía 18 años y unas ganas tremendas por pelear por su sueño, el de ser pianista profesional. Sus primeros días en Donosti fueron duros. Era nueva y la soledad del piano, provocada por las numerosas horas de ensayo, le habían creado una ansiedad social que poco a poco fue superando. Así, dio paso a una nueva vida profesional y personal.

“Llevo con el mismo piano desde los 12 años, pero ahora necesito ya un piano de cola”

“Nunca le hemos puesto pegas a Sofía para que se dedique a la música. Tiene nuestro apoyo”