MUJER COSIFICADA- Cómo pensar que una teta de plástico diera para tanto. Pero los amanuenses se han puesto las botas con el asunto. Abrimos boca con Rebeca Argudo, que hace una cuchufleta desde El Mundo a los seguidores de Bandini: "Me puedo imaginar perfectamente a los de la teta de la Bandini desquiciados porque, fíjate tú, gana la de la mujer cosificada en lugar de la que la quiere descosificar. Me hubiese encantado ver la cara que se le quedaba a Jordi Évole, ese follonero devenido en periodista, que daba casi por seguro que el duelo final era Rigoberta vs Tanxugueiras".

CATALANA Y ESPAÑOLA- Lo de la "mujer cosificada" va, evidentemente, por la sorpresiva ganadora, Chanel Terrero, de la que rápidamente se declara fan Pablo Molina en Libertad Digital. Y no por su canción, precisamente: "Las manadas pijoprogres se han abalanzado en el Twitter de los cojones contra la artista, que además ha tenido la osadía de proclamarse española a pesar de llevar casi toda la vida en Cataluña. Ah, otro fallo del sistema".

"DURAS Y ALTAS" - También Arcadi Espada está feliz con la victoria de Chanel. Y al proclamarlo en su columna de El Mundo, además de comparar a la artista con Massiel, lo deja todo perdido de machirulina: "Pero, como en el 68, hemos acabado ganando. Un huracanado reguetonazo ha mandado a tomar viento al monjerío y España irá a Turín con una canción de tetas duras, altas, como le gustaban a Tierno, y un culo que se mueve (porque la tierra no es plana) y cuya portadora pide a su hombre lo que importa: slowly, slowly, es decir, que grabe ese soberano culo en SloMo".

"TÍAS PIJAS" - En idéntica senda de ranciedad, el columnero de El Debate Antonio R. Narajo se dirige a Rigoberta Bandini por su nombre de pila real con una chulería que lo retrata aunque no lo conozcamos de nada: "Paula, bonita, en lo relativo a las tetas lo que nos atemoriza es no tener contacto con ellas con una frecuencia razonable. Y más feministas son las gallegas recordando a nuestras madres y abuelas que una Ada Colau en bragas pretendiendo convertir la innegociable apuesta por la igualdad en una guerra de géneros en la que tíos normales aparecemos caricaturizados como orcos y tías pijas como vosotras os hacéis las víctimas mientras pedís sushi para cenar".