La cosa se está poniendo tan chunga que, con una migaja de suerte, pronto hay adelanto electoral. Tal es el sueño húmedo que empieza a instalarse estos días en las cabeceras de orden. El editorialista de ABC ya toca las urnas con la yema de los dedos: "Es la legislatura de la opacidad y la mentira. Y en efecto, cuanto antes concluya, antes podrán reponerse los españoles de una coalición tan tóxica para el interés colectivo".

Disfrutando del desastre desde butaca de patio y con palomitas, Francisco Marhuenda se regodea esperando que lo mejor (es decir, lo peor) está por llegar: "El Gobierno socialista-comunista tiene un problema muy grave. Se ha instalado un estado de cabreo generalizado. Hay demasiadas personas y sectores afectados, pero todo indica que la situación irá empeorando". Ñam, ñam.

Si el director de La Razón hace lúgubres vaticinios, es perfectamente compresnsible que el editorialista ayude en la tarea de profetizar el apocalipsis: "Y, claro, con las negras perspectivas de que nuevos colectivos de trabajadores, como los conductores de las grúas de auxilio en carretera o los taxistas, igualmente castigados por los altos precios del combustible, se unan al paro, comienzan a oírse las primeras voces que reclaman estados de emergencia o la intervención del Ejército para romper la huelga o, en su defecto, asegurar la cadena de abastecimiento de productos básicos".

En Libertad Digtal, Carmelo Jordá no disimula su felicidad al ver cómo todo se va al carajo: "El tiempo de las paguitas se ha acabado: ya no es posible ir repartiendo dinero a pequeños grupos de interés y con ello tener garantizada una mayoría electoral suficiente, la conversación política y la actualidad no se dictan desde Moncloa y mucho menos desde Ferraz, ya no vale con la propaganda, hay que gobernar y, por tanto, Sánchez lo tiene crudo".

El editorialista de El Mundo también aporta su párrafo al guion de la película de terror: "Cada día que pasa la calle se caldea más, la huelga de los transportistas no solo no decae, como esperaba el Gobierno, sino que suma adeptos, la amenaza del desabastecimiento toma cuerpo en los lineales de los supermercados y la falta de concreción de las medidas barajadas por el Ejecutivo para calmar los ánimos producen el efecto contrario. Y mientras, Sánchez acumula derrotas en su gira por Europa, que parece motivada por intereses más personales que nacionales".

Eso de arriba es muy suave al lado de la comparación que se maravilla Miquel Giménez en Vozpópuli. Si les anoto que el título de la pieza es "Nerón Sánchez", ya se harán de una idea de por dónde va: "Sánchez podría ser acusado, eso sí, no de tocar la lira, sino de tocarse lo pelendengues mientras España está ardiendo debido a los innumerables conflictos que tiene: huelga de transportistas, protestas de agricultores y ganaderos, autónomos, pescadores, saharauis, partidos de la oposición y sus socios de investidura y sigan ustedes contando. Eso sí, en lo que Nerón y el presidente coinciden es en la estrategia ante la calamidad: el primero echó la culpa de a los cristianos para desembarazarse de ellos, mientras que el segundo dice que la huelga del transporte es culpa de VOX, de la extrema derecha y vayan a saber si llegará a decir que de Franco".

También en Vozpópuli, Juan T. Delgado aporta su puñadito de líneas catastrofistas: "La tormenta no amainará hasta que Moncloa no mueva pieza. Una posibilidad que se antoja cada vez más remota, a juzgar por la inacción inexplicable y cada vez más irresponsable del Gobierno, confiado en que la UE le dará hecha la solución en el Consejo Europeo de este jueves. O, en caso contrario, la posibilidad de ofrecer a los ciudadanos un chivo expiatorio, de cargar las culpas en los vecinos siempre duros del Norte, que no tienen en cuenta las debilidades de los países del Sur. Sánchez parece sorprendentemente dispuesto a dejar la herencia de una España muerta, sí, pero, por encima de todo, resiliente".

Al editorialista de El Español de Pedro J. Ramírez parece salirle un brillo del ojo derecho al titular su pieza "Los transportistas, tormento de los gobiernos de izquierda". No se sabe si ahí hay un apaluso, una acusación o un simple enunciado. ¿Y qué ejemplos tenemos? Uno muy claro aunque ya con unos cuantos años a cuestas y otro traído por los pelos: "Basta con un vistazo rápido a la historia para descubrir el poder del gremio camionero para hacer tambalear gobiernos, particularmente a los de izquierda. Sucedió en Chile, en 1972, con parones que ejercieron una presión terrible sobre Salvador Allende. Y lo comprobamos, en una dimensión menos extrema y más reciente, con la crisis que padeció el progresista Justin Trudeau en Canadá, con movilizaciones que llegaron a colapsar la capital".

Y como bonus track, una de Salvador Sostres (qué raro, ¿eh?) alineándose con el gobierno español en su giro sobre el Sahara. Según el columnero de ABC, lo importante es estar a bien con Marruecos. A los derechos humanos, que les vayan dando: "La primera obligación de cualquier presidente del Gobierno es comprar al Rey de Marruecos y para tal empresa, difícil, humillante y marrullera, no ha de tener ni siquiera el escrúpulo de los Derechos Humanos. En algo tan crucial sólo importan los intereses de España. El Rey Juan Carlos lo tuvo siempre muy claro, y gracias a los vínculos privilegiados que supo tejer con los grandes sátrapas árabes, tuvimos décadas de estabilidad fronteriza y acuerdos comerciales que favorecieron a muchas de nuestras empresas".