¡Y con rebaja del IVA! - No me retrotraigo a las Termópilas, sino al mes de enero de este mismo año. El magnánimo Gobierno español que ahora está en funciones acababa de bajar y/o suprimir el IVA de un puñadado de productos considerados (ejem, ejem) básicos. Uno de ellos era el aceite de todos los orígenes, procedencias y calidades. Por supuesto, también el de oliva virgen. Servidor, que para ciertas cosas es muy incrédulo y cuadriculado (o viceversa), inauguró un documento de excel para seguir la evolución de los precios de todos esos artículos teóricamente rebajados. Antes de cumplirse el primer trimestre de la entrada en vigor de la medida que habría de aligerar milagrosamente nuestros bolsillos, comprobé que los huevos, el pan, la leche, el arroz y las legumbres habían superado de largo el precio con que inauguraron el año. Y no en un puñadito de céntimos, sino en una auténtica barbaridad que, para mayor descojone, no se recogía en el reporte mensual del jodido IPC. Daban ganas de acordarse de los ancestros de todos los estadísticos al leer o escuchar que la media teórica era una broma al lado de lo que uno pagaba al hacer la compra. 

La misma partida - Y eso que ha pasado con los garbanzos, las lentejas, la txapata más normalucha o el brick de leche de marca blanca de batalla, es una minucia al lado de la brutal escalada del precio del mentado aceite. Cuando empezó el año, en mi supermercado de referencia, una garrafa de tres litros de zumo de aceituna virgen extra costaba 15 euros. El pasado viernes, tonto de mí, compré una por 25 leureles. Me fustigo llamándome tonto por varios motivos. Primero, porque seguramente, pese a que nos han calentado los cascos con lo del AOVE, es más que seguro que mi paladar no note la diferencia con un aceite de menos pedigrí. Segundo, porque al mirar la etiqueta con lupa (algún día alguien obligará a usar unas tipografías al alcance de un ojo humano y no de lince), comprobé que mi adquisición pertenecía a la misma partida que la que hace ocho meses costaba diez euros menos.

A Planas se la bufa - Aquí es donde bañé de exabruptos querellables, entre otros, al ministro español de la cosa, Luis Planas, que el otro día pretendió explicarnos que el sablazo se debía a la sequía y la pésima cosecha de oliva. Porque sí, uno puede entender que las circunstancias estacionales unidas al tantín especulador influyan en la fluctuación del precio. Pero es que, como les estoy contando, la garrafa por la que me han clavado es de la temporada anterior. ¿No hay autoridad para impedirlo? Claro que no.