El 2 de septiembre de 1986, con un amistoso entre la Real Sociedad y la selección vasca (1-3), se despidió del fútbol uno de los mejores futbolistas navarros de todos los tiempos, Jesús Mari Satrustegui.
Nacido en Pamplona el 12 de enero de 1954, Satrus se formó en el CD Pamplona y con 17 años fichó por el Sanse, filial de la Real Sociedad, que jugaba en Tercera. Apenas dos años después, daba el salto al primer equipo, donde iba a permanecer trece temporadas, hasta su retirada, aportando lo que mejor sabía: hacer goles.
Las cifras son rotundas: 162 goles (133 en la Liga) en 374 partidos oficiales. Es decir: máximo goleador de la historia del club txuri urdin muy por delante del segundo (Chorín, con 136). Y no estamos hablando de una época flojita de la Real, sino de la mejor de sus 102 años de existencia (los cumple este miércoles): aquellos en los que, a las órdenes de Alberto Ormaetxea, ganó las Ligas de 1980/81 y 1981/82 y, de postre, la Supercopa de 1983, además de llegar a semifinales en la Copa de Europa (actual Liga de Campeones).
La calidad de Satrustegui le llevó, de paso, a la selección absoluta, en la que marcó 8 goles en 32 partidos (incluidos dos encuentros de la Eurocopa'80 y cuatro del Mundial'82).
Por todos esos motivos, la despedida de Satrus fue por todo lo alto: la Real Sociedad, con su equipo de gala, y una selección vasca que jugó con once jugadores distintos en cada tiempo, y en la que participaron los navarros Genaro Celayeta, Etxeberria, Goikoetxea y De Luis, así como los Urruti, Alonso, los dos Salinas, Sarabia, Argote... y hasta el mexicano Javier Aguirre, que en esa época militaba en Osasuna.
En el minuto 78, el jovencito Loren salía del campo para que Satrustegui jugara sus últimos minutos con la Real, y el viejo Atocha se vino abajo con los aplausos. Y al delantero navarro, según reconocía después, se le puso la carne de gallina cuando sus compañeros le hicieron dar la vuelta al campo tras el partido mientras una fanfarre le tocaba el Agur Jaunak y la afición donostiarra le aplaudía a rabiar.
"Ya tenía asumido desde hace tiempo que me tenía que ir, pero mientras calentaba he sentido cierta nostalgia. No porque me arrepienta de haberlo dejado, sino porque he estado quince años jugando en este club", explicaba después Jesús Mari Satrustegui.
"Lo de hoy ha sido lo más emocionante de mi vida, demasiado como para poder olvidarlo nunca", resaltó. Solo le faltó ese día meter un gol. Pero en doce minutos en el campo habría sido excesivo, incluso para él.