pamplona. Con permiso del maratón, la prueba por excelencia de cualquier cita olímpica, los 100 metros lisos se han convertido en los últimos años en la prueba más esperada en los Juegos. Así se volvió a demostrar el domingo. Cuando el reloj marcaba las 22.50 -hora londinense-, millones de espectadores fijaron su vista sobre la televisión. Unos cuantos afortunados, tantos como 80.000, se recrearon en vivo y en directo en el estadio olímpico con la carrera más rápida de la historia, en la que siete de los ocho participantes corrieron por debajo de los 10 segundos.

Del silencio más absoluto tras el gesto de Bolt, que pidió silencio a la grada, se pasó en unas pocas milésimas de segundo a la locura. Un estallido de júbilo se apoderó del graderío, donde miles de flashes se disparaban a cada instante en busca de la mejor y más llamativa instantánea. Hubo hasta quien, en plena efervescencia, lanzó una botella al tartán, a la calle cuatro, varios centímetros por detrás de donde se encontraba Yohan Blake, la bestia, que ni se inmutó, erguido sobre los tacos a la espera de despegar. Detenido tras la fiesta de la velocidad, el lanzador acabó en el calabozo, lejos del estadio olímpico de Stratford, donde el relámpago humano celebraba su reconquista del oro olímpico en los 100, algo que hasta la fecha solo Carl Lewis -en Los Ángeles'84 y Seúl'88- había conseguido, aunque en la segunda cita olímpica lo hizo en los despachos, tras la descalificación del canadiense Ben Johnson.

El pequeño incidente tampoco le alteró el pulso a Usain Bolt, que ni tan siquiera se enteró. Salió de los tacos, como siempre de manera irregular y cruzó la meta un cuerpo por delante de Blake y Justin Gatlin, segundo y tercero, respectivamente. Paró el crono en 9.63 segundos, la segunda mejor marca mundial de todos los tiempos y estableció un nuevo récord olímpico. Para ello, generó una fuerza directa aplicada al suelo en cada una de sus 41 zancadas, que apenas contactaron con el tartán durante tres centésimas de segundo, de más de 400 kilos, todo ello gracias a su chasis de 1,96 metros de altura y un pie de la talla 52.

ENTRE DUDAS Y HALAGOS

"Yo hablo en la pista", sentenció nada más terminar la prueba el jamaicano, eufórico después de realizar la vuelta de honor por el estadio olímpico acompañado de Blake. Desde el graderío, a viva voz, solo se escuchaba: "¡Usain, Usain!". La inalcanzable estela de Bolt, superado por su compatriota en los trials jamaicanos tanto en los 100 como en los 200, volvió a ser eso, inalcanzable. Su supuesta vulnerabilidad quedó descartada. Y qué mejor que unos Juegos Olímpicos. Acabada la celebración, el velocista de 25 años volvió a hablar para no dejar duda alguna: "Cuando se trata de un título, ahí estoy. Sabía de lo que era capaz".

Tras las dudas que suscitaron sus dos derrotas consecutivas, llegaron los halagos. Una leyenda viva de la natación como Michael Phelps, que no volverá a competir tras hacer historia y convertirse en el deportistas con más metales olímpicos, calificó de "asombrosa" la carrera. "Simplemente es el hombre más rápido de la tierra", añadió.

Sebastian Coe, presidente del Comité Organizador de los Juegos de Londres también se rindió ante la superioridad demostrada por Usain Bolt. "Esa capacidad de control en los 40 minutos anteriores es lo que le hace mejor que nadie", explicó el excampeón olímpico de 1.500 metros en Moscú'80 y Los Ángeles'84.

LOCURA EN JAMAICA

La final de los 100 metros se vivió de manera muy especial en Jamaica. En la isla caribeña se vivieron momentos de máxima tensión hasta que una explosión desenfrenada y festiva llevó la locura a la capital jamaicana, a Kingston. Cientos de personas saltaron, bailaron, cantaron y golpearon tapas de cacerolas celebrando una nueva victoria del rey de la velocidad en los 100 metros, esta vez en el mejor lugar y día posible para ellos: en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y en la víspera del aniversario número 50 de la independencia de Jamaica del Reino Unido, que se celebró ayer por todo lo alto en la isla.

Para completar el júbilo, la medalla de plata fue para otro hijo de la tierra, Yohan Blake. Dos jamaicanos conquistando la capital británica medio siglo después. La primera ministra, Portia Simpson Miller, no cabía en su cuerpo por la "brillante" actuación de Bolt y Blake, que se sumó a la rutilante victoria del sábado de la siempre sonriente Shelly-Ann Fraser-Pryce en la versión femenina de la carrera más rápida del atletismo olímpico. La fiesta no pudo ser completa por la desgraciada lesión de Asafa Powell, el tercer jamaicano en liza, y que se vio relegado a la última posición de la carrera al notar un pinchazo en uno de sus muslos.

HOY, DE NUEVO A LA CARGA

No hay tiempo para celebraciones. La competición olímpica sigue y Bolt sueña con otras dos preseas de oro más. La primera de ellas la podrá conseguir el jueves, en la final de los 200 metros, prueba en la que iniciará su andadura hoy a partir de las 12.50 (hora londinense). El otro objetivo del jamaicano pasa por el relevo 4x100, en el que será un duelo total entre Jamaica y Estados Unidos. Una batalla de la velocidad a cara de perro. Habrá que esperar al sábado.