acabado el mes de enero los clubes de fútbol ya no pueden fichar en el mercado de invierno. Quien no hizo bien sus tareas o quien quiso reforzarse para conseguir sus objetivos ha sacado la billetera estos días y ha puesto nuevas caras en el póster del equipo. Aunque en el caso de Osasuna alguna cara no es muy nueva que se diga.

Ya con cada mochuelo en su olivo hay quien ha descansado y se ha podido sentar en su sofá por lo menos un rato. No les hablo de gente de los clubes, sino de los agentes o representantes de los jugadores que estos días han chupado más kilómetros que la maleta del fugitivo.

Hoy en día todo jugador profesional tiene su representante o, mejor dicho, su agencia de representación. La mayoría de la gente conoce a los más famosos, entre los que destaca el portugués Jorge Mendes. Comenzó con alguna cosita en Portugal y desde hace años se pasea con una cesta llena con los mejores por donde quiera que haya mercado. En España destaca el famoso Petón con su agencia o el hermano del Guardiola, como dirían los catalanes. También Sergio Ramos tiene a su hermano en el tema. Ya ven, todo queda en casa.

La competencia en dicha profesión cada vez es más alta y la tarta se tiene que repartir. Las labores de un repre con los profesionales son claras. Lo primero llevarlo a tu jardín y, una vez allí, tenerlo feliz para que su rendimiento sea el mejor posible. Lo bueno para el jugador será lo mejor para todos.

Pero las agencias no pueden esperar y deben actuar antes que su competencia. Los ojos se ponen en chavales cada vez más pequeños por si alguno de ellos va a ser un mirlo blanco. Hace no muchos años, la edad juvenil daba el pistoletazo de salida. Hoy en día cada vez se desciende más y no descarto ver a algún bebé con la teta en la boca y leyendo su contrato. De momento los agentes no muerden, en casos son muy necesarios y hacen buena labor, pero siempre mírenles a los ojos.

El autor es técnico deportivo superior