Para el que no sepa de qué va el Reglamento del Tenis en las cuestiones de conducta, se lo intentaré explicar. El Código de Conducta se reguló hace ya bastantes años y, a decir verdad, ha hecho un gran favor al tenis porque hubo tiempos en los que el comportamiento de algunos jugadores invitaba a no volver a frecuentar semejantes espectáculos. El Código de Conducta hay que aplicarlo siempre que haya algo reseñable en cuanto al mal comportamiento de los jugadores (abuso de material, abuso verbal, comunicación externa-coaching, conducta antideportiva, falta de esfuerzo?). Esto lo saben perfectamente los que juegan y los que arbitran. Así de claro. Todos. Por lo cual, aquello de que el que la hace la paga es lo que hay y lo que se aplica a todos los jugadores, sean del nivel, sexo o raza que sean.

Cuando un jugador comete una infracción contra el Código, el juez de silla debe cantar un warning (advertencia). Esto, para entendernos, es algo así como la tarjeta amarilla en el fútbol. Si recae, la sanción es la pérdida de un punto (se le suma el punto siguiente al contrario). Si vuelve a recaer se le sanciona con la pérdida de un juego (el que se está disputando o el que vaya a iniciarse). Y por cada recaída, la sanción es de un juego. En este caso, lo normal es que el juez árbitro descalifique al jugador por reiteración. Además, hay que decir que un jugador puede (y debe) ser descalificado directamente, haya habido previamente warnings o no, cuando su comportamiento es calificado como especialmente grave.

En la final del US Open, a Serena Williams le cantaron el primer warning porque tuvo comunicación con su entrenador, algo que está prohibido y que se denomina coaching. Cuando al cabo de un tiempo destrozó la raqueta contra el suelo al final de un juego, el juez de silla volvió a aplicar el obligado Código de Conducta y entonces le sancionó con un punto. O sea, hizo lo que tenía que hacer. Es cuando la Williams montó en cólera y le dijo de todo al juez (entre otras lindezas, “ladrón”). Entiendo que el juez de silla fue entonces bastante benévolo y, en lugar de pedir al Juez Árbitro la descalificación directa de la americana, volvió a aplicar el Código y le sancionó con la pérdida del juego que iba a comenzar. Este es el relato objetivo, es lo que pasó en la pista y lo que vio todo espectador.

Deberíamos acostumbrarnos a ver en todos los deportes la aplicación de las normas sancionadoras de comportamientos antideportivos como algo normal; pero ya sabemos que las circunstancias condicionan las tomas de decisión de los árbitros. Estas circunstancias como que el jugador es local, o que es el mejor o el más mediático, o que tiene influencias a nivel de altas esferas, no deberían contemplarse en ningún momento. Serena Williams metió la pata porque quiso aprovechar su condición de jugadora local y de mujer para desestabilizar al juez de silla y al juez árbitro. Su actitud fue impresentable, especialmente en lo que atañe a su peculiar guerra de sexos en un deporte que desde hace ya muchos años paga lo mismo (y mucho) a hombres y mujeres. Serena no hizo honor a su nombre? a pesar de todas las batallas que ha librado.

Quizá el deportista debería pensar un poco más en la labor de los árbitros. Quizá los estamentos deberían exigir a los árbitros como algo natural la aplicación de las normas con el deportista (sea quien sea) que incumple los principios de deportividad. Quizá los árbitros de todas las disciplinas deberían tener más apoyos y menos presiones. Porque un juez que debe regular estos casos tiene que actuar con total libertad.