Aparcado el susto ante Fabio Fognini, Carlos Alcaraz tuvo un partido relativamente más plácido ante el novato Oliver Tarvet, el número 733 del mundo, para sellar su presencia en la tercera ronda de Wimbledon (6-1, 6-4 y 6-4).

Nunca es fácil jugar contra un absoluto desconocido para el circuito. Tarvet, que apenas podrá llevarse 9.000 euros de los 115.000 que ha generado aquí, por las reglas del deporte universitario, era un completo misterio para todos los espectadores, y es que antes de su triunfo en la primera ronda ante Leandro Riedi nunca había jugado más allá de Futures.

El salto, de jugar en las pistas de Monastir, San Diego, Nottingham y Shrewsbury a la Catedral del tenis ante 15.000 personas es impresionante, pero Tarvet dio la talla y mostró una versión parecida al correcaminos para cubrir cada hueco de la pista y complicar lo máximo posible a Alcaraz, que por segundo día consecutivo estuvo incómodo al servicio.

Tras el 6-1, Tarvet maquilló su marcador con un 6-4 que anticipaba la derrota, una relativamente dulce para él, porque se llevó puntos muy bonitos, instantáneas para el recuerdo y el apoyo de una grada que difícilmente olvidará que durante minutos vio al 733 de la clasificación pelearle de tú a tú al dos veces campeón. 

El partido, además, sirvió para demostrar que muchas veces la diferencia entre el 700 y alguien que está entre los mejores se decide por detalles y que, con varios ajustes, sobre todo de mentalidad y nervios, la brecha tenística puede acotarse bastante. No lo suficiente para cargarse a Alcaraz, pero sí para que este no se pasee completamente impune.

Alcaraz, que descansará el jueves, volverá a escena el viernes contra Felix Auger-Aliassime, al que he ganado en los últimos cuatro choques o un viejo conocido aquí, Jan Lennard Struff, que ya le llevó a cinco sets en 2022, además de eliminarle en Roland Garros un año antes