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El sufrimiento físico no siempre implica mejora

El sufrimiento físico no siempre implica mejora

En el mundo de las actividades deportivas y el fitness está muy extendida la idea de que el sufrimiento físico lleva parejo, de forma implícita, una mejora generalizada en todas las capacidades condicionales (fuerza, resistencia, velocidad y flexibilidad), existiendo una relación proporcional entre el nivel de sufrimiento y el nivel de mejora. De hecho, han proliferado bastantes actividades donde se equipara o se convierte el entrenamiento físico en un tipo de entrenamiento militarizado donde la máxima es el altius, citius, fortius (más alto, más rápido, más fuerte) elevado a la enésima potencia. En esta dinámica entran o son obligadas a entrar muchas deportistas. Mujeres que, además, queriendo no ser menos ni sentirse ninguneadas por sus compañeros de sala o actividad, se esfuerzan, si cabe un poco más, para no ser tildadas de “flojuchas”. Incluso en ocasiones, queremos demostrar que podemos tanto o más que ellos aunque para ello nosotras tengamos que dar el 150%, con el consiguiente probable perjuicio para nuestra salud. Sin embargo, la teoría y práctica del entrenamiento deportivo echa por tierra esta creencia tan arraigada como falsa y que responde al principio pedagógico de tiempos pasados y oscuros de “la letra (en este caso, el músculo) con sangre entra”.

Actualmente sabemos que la actividad física y deportiva, en general, debe ser como una medicación: precisa de una determinada dosis, de unos intervalos en su dosificación y de un tiempo pertinente de descanso que debe ir en relación a las características de la persona que lo practica. De esta forma, podremos conseguir el mayor nivel de adaptación y, por tanto, de mejora, consiguiendo que el ejercicio físico nos aporte el máximo beneficio. Más no siempre es mejor, incluso, puede llevarnos a dolencias y alteraciones musculoesqueléticas de variada intensidad y a las mujeres, a disfunciones urogenitales. Por tanto, parece necesario cambiar esa errónea corriente del entrenamiento físico.

Como comentamos en el primer artículo, sabemos que no es fácil cambiar inercias, sobre todo cuando éstas han estado instauradas durante décadas. En cualquier caso, para cambiarlas el primer paso a dar, necesariamente, es la toma de conciencia. Sin ella, ningún cambio es posible . La toma de conciencia, a su vez, precisa de una comprensión de lo que ocurre y de una aceptación de esa situación . La aceptación, por su parte, precisa de un convencimiento y éste es mas fácil de adquirir si conocemos en profundidad lo que ocurre y entendemos las causas de aquello que acontece. Es por eso que en esta ocasión voy a describir con mas detalle la prevalencia de disfunción urogenital en el mundo del deporte practicado por mujeres, dejando para próximas entregas la casuística que subyace a esas alteraciones así como su prevención.

Como comentamos en el anterior artículo, la incontinencia urinaria (IU) es la disfunción urogenital mas frecuente entre las mujeres. Existen diferentes tipos de IU, simplificando: incontinencia de urgencia (no poder retener las ganas de miccionar cuando éstas aparecen), incontinencia de esfuerzo (perdidas de orina unidas a esfuerzos fisiológicos como la tos, el estornudo o unidas a esfuerzos físicos como levantar pesas o saltar), mixta (una mezcla de las anteriores) o de rebosamiento (alteración de la fisiología miccional por la que las perdidas se producen cuando la vejiga esta llena). De los diferentes tipos de IU existentes, la de esfuerzo (IUE), también conocida por sus siglas en inglés como SUI (stress urinary incontinence) es la mas frecuente entre las deportistas. Podría citar gran cantidad de estudios científicos que corroboran esta realidad, pero solo mencionaré los más relevantes. La doctora Nygaard, especialista en uroginecología, es una de las personas que mas ha investigado en este ámbito, junto a la doctora en Fisioterapia y Ciencias del ejercicio físico Kari Bo. La primera tiene un estudio que se remonta a los años 90, en el que describe el efecto de algunas disciplinas deportivas sobre la funcionalidad del suelo pélvico en mujeres nulíparas (que no han parido) de 21,5 años de media, concluyendo que las actividades gimnásticas son las que mayor disfunción provocan, afectando al 65% de la muestra. En 2002, Thyssen y colaboradores realizaron un estudio similar con idénticos resultados. Una vez mas, las actividades gimnásticas estaban a la cabeza en las tasas de incontinencia entre las deportistas encuestadas, seguidas del ballet y de las actividades aeróbicas. Si nos fijamos, todas ellas, actividades practicadas fundamentalmente por mujeres y desde una edad temprana. El grupo de investigación del doctor Elleuch comparó a mujeres nulíparas de 21 años, deportistas y no deportistas, concluyendo que la tasa de incontinencia en las primeras duplicaba a la tasa de IU en las no deportistas. La doctora Bo publicó en 2011 un trabajo en el que estudiaba a más de 600 monitoras de fitnes, yoga y pilates (paradigma de la salud entre el púbico en general) con una media de edad de 33 años, concluyendo que mas de una cuarta parte de la muestra presentaba incontinencia urinaria. La doctora Elliasson publicó un estudio más que preocupante en el que concluyó que el 80% de las integrantes del equipo nacional sueco de trampolín presentaba incontinencia urinaria. Lo más impactante es que la media de edad de estas deportistas de élite era de 15 años.

Es decir, señoras y señores (me dirijo también a ellos, puesto que la mayoría de entrenadores, a día de hoy, incluso de equipos de mujeres, son hombres y la mayoría de personas en cargos de poder en el mundo del deporte, léase federaciones o instituciones reguladoras, también), tenemos un problema. Hay un problema de salud en el mundo del deporte realizado por mujeres. Hay que visibilizarlo porque solo así podremos afrontarlo y ponerle solución. No se puede ocultar por más tiempo. No se debe ocultar. Hay que tomar conciencia y hay que tomar conciencia YA. No podemos seguir ignorando los problemas que afectan a las mujeres en el mundo del deporte por más tiempo. Que no se hable de ello no implica inexistencia, solo ceguera, ignorancia o inmovilismo.