La Antártida muestra su hostilidad
tras 101 kilómetros en el polo sur, la expedición vasca vivió su primer percance al caer un trineo por una grieta
Scott se la dejó allí, en el viaje de regreso tras haber alcanzando su meta, donde una carta dejada por Amundsen le hizo saber que él había llegado un poco antes, el 14 de diciembre de 1911, 35 días antes de que lo hiciera la expedición del inglés. Meses más tarde se encontró el cuerpo del militar de su Majestad y los de sus cuatro compañeros, mientras que el explorador noruego obtuvo la fama y el reconocimiento mundial al convertirse en el primer hombre en alcanzar el extremo más austral del planeta.
Con el paso de las décadas los exploradores fueron dejando paso a los aventureros, pero el Polo Sur ha seguido ejerciendo la misma irresistible atracción que entonces, como lo demuestra la expedición vasca que el guipuzcoano Alberto Iñurrategi, el vitoriano Juan Vallejo y el pamplonés Mikel Zabalza llevan a cabo por la Antártida coincidiendo con el primer centenario de la gesta de Amundsen.
Llegaron el pasado 16 de noviembre en un avión Hércules que les depositó en la base Novolazarevskaya y tras dormir unas pocas horas, montaron sus trineos de 180 kilos para comenzar la larga, fría y solitaria travesía por el continente helado, donde los problemas y las situaciones de riesgo extremo no han tardado en aparecer.
El pasado martes, cuando llevaban recorridos 101 kilómetros, se vieron inmersos en un accidente que a punto estuvo de terminar en tragedia de no ser porque Iñurrategi y Zabalza evitaron que su compañero Juan Vallejo cayera por una grieta de unos 35 metros de profundidad. Según informó su equipo de apoyo, cuando apenas habían recorrido un kilómetro desde su último lugar de descanso el trineo de unos 170 kilos que arrastraba Vallejo cayó en un grieta semioculta que había pasado inadvertida para los expedicionarios en una superficie muy irregular.
El trineo quedó pendiente del arnés atado a la cintura del montañero, aunque Vallejo logró aguantar el peso sin dejarse arrastrar hasta que Iñurrategi y Zabalza cortaron la cuerda y dejaron caer el trineo. "Tiene unos abdominales de Hércules", bromearon después los montañeros, tras subrayar que "la prudencia" de caminar siempre encordados, los "reflejos" de Alberto y Mikel y "algo de suerte" dejaron el accidente en un "simple susto y en un toque de atención". Una vez recuperados, los montañeros descendieron al foso para vaciar el trineo y en varios turnos recuperaron tanto el aparato como el material, víveres incluidos, que cargaban en él.
Dos días antes también tuvieron otro percance, aunque en esta ocasión motivado por el frío. "La Antártida es un infierno de hielo", comentó Juan Vallejo en el teléfono satélite cuando las previsiones alertaban de vientos de hasta 100 km/hora. "Viendo lo que se nos echa encima hemos preparado un muro como el de Berlín y a rezar para que no se rompa la tienda". Los tres pasaron varias horas dentro de la tienda tras la trinchera de hielo que tuvieron que construir para cobijarse de una fortísima tormenta que barrió la zona donde se hallaban.
trinchera de hielo La experiencia es mucho peor de lo que se esperaba Alberto. "Estamos habituados a aguantar temperaturas muy bajas, pero las condiciones que estamos soportando aquí son terribles. Tenemos viento pero la irregularidad del terreno no nos deja utilizar las cometas a sí que tenemos que caminar subiendo el desnivel arrastrando los 170 kilos de trineo. Estamos sufriendo bastante pero aún así hacemos más kilómetros de los que pensábamos aprovechando el viento a ratos y buscando el mejor hielo para avanzar; pero nos hemos encontrado con sastrugis enormes, esas formas irregulares que ha creado el viento y eso nos impide usar los esquíes y las cometas, como habíamos previsto".
Los pocos que han cruzado la Antártida saben y avisan de que la entrada en ese continente inmenso y helado es lo peor, pero este año el extremo sur de la Tierra está castigando aún con mayor dureza a los expedicionarios. "Para que os hagáis una idea -añadía Iñurrategi- durante las tres primeras horas del sábado, tan sólo avanzamos 3 kilómetros y medio y nos quedamos hechos polvo. Nos dimos un respiro de unos veinte minutos, y sacamos las cometas pequeñas para avanzar más rápido, andando. Más tarde abrimos las más grandes y en total recorrimos 20 kilómetros".