Cada lunes después de la carrera en Australia, todo el mundo nos preguntamos el porqué este trazado nos regala siempre semejantes batallas y carreras de morderse las uñas y, a la contra, nos pegamos medio año aguantando soporíferas carreras en trazados ultra mega modernos, anchísimos y segurísimos. Hay un halo de romanticismo (y un alto porcentaje de nostalgia) cuando destacamos siempre estos circuitos old school. Pero la realidad es la que es y raro es el año en el que el trazado de la isla no nos hace vibrar. Ayer no fue menos y aunque esta vez no fue un grupo, la carrera nos tuvo en tensión hasta las dos últimas vueltas. Y no fue tanto la victoria de Marc, que entraba en lo plausible, sino la épica que parece rodear a este chaval.
Porque si Marc se hubiera escapado desde la salida, teniendo en cuenta la posición que tenía en parrilla y el ritmo que había demostrado en todas las sesiones de entrenamientos, a nadie le hubiera extrañado esta victoria. Pero no, tiene que hacerlo siempre complicado y retorcido. Y esta vez fue una miserable lámina de plástico del visor de su casco la que puso esa nota de tragedia. Y, ojo, porque esta vez quedó en anécdota y risas, pero el peligro que supone un piloto semi parado en salida, tal y como están ahora todos con los dispositivos de las motos, pudo no tener ninguna gracia.
Pero parece que necesitaba eso para hacer después lo imposible. Ni gestión de neumáticos ni presiones ni nada de nada. Cuando el corazón va encendido y Marc enroscando el acelerador es como si volviéramos 25 años atrás cuando solo contaba eso, cuando un tal Rossi era capaz de salir donde le diera la gana y ganar como le diera la gana, sin tener en cuenta absolutamente nada de lo que le rodeara.
La sensación ayer con Marc era exactamente igual. Daba igual lo que pasara, ni frío ni calor, ni aire, ni presiones. Era capaz de hacerlo, de ganar de cualquier forma. Eso y el miedo que expande sobre cada piloto al que se pone en rueda. Sabes que te la va a hacer, sea a izquierda o a derecha, da igual. Y tampoco te salva que lleves una 2023 o 2024. Cuando el Coco huele sangre, es imposible hagas lo que hagas. Cierres puertas o ventanas. Encontrará el hueco o, peor, lo inventará. Jorge también lo entendió y aunque le costó convencerse, irse con 20 puntos de Australia no es moco de pavo. Y el Coco es mucho Coco.