Deportivamente hablando, nada que objetar. Ha sido uno de los Mundiales de los últimos años donde el nivel de pilotaje exhibido por los dos contendientes ha sido más alto, llevándose el uno al otro a un nivel superior. Es cierto que pocas batallas directas hemos tenido, y que se han ido repartiendo los fines de semana de forma casi alternativa. Y también que el nivel de Ducati, sobre todo de las 2024, ha sido abrumador. Han sacado más del doble de puntos que KTM.

Y tampoco me atrevería a decir que ha ganado el mejor. Tendríamos que estar mucho tiempo discutiendo si el mejor es el más rápido, el más regular, el que mejor domina la estrategia, el que tiene la mentalidad más fuerte, etcétera. Porque si Pecco hubiera ganado su tercer título consecutivo, tampoco nadie se atrevería a decir que no era merecido. Y menos aún con 11 victorias en los domingos, algo impensable, pero que también dice mucho de su (poca) regularidad.

Es cierto que el fin de semana ha carecido de tensión. Pecco es tan caballero, comedido, pausado, elegante, tan yerno perfecto, que no ha intentado nada que pudiera hacerle no dormir por las noches. Yo no digo intentar sacar a Jorge de la pista, rollo Melandri, pero hombre, cuando te estás jugando el Mundial y solo te vale un error de tu adversario, esperarle, ponerle un poco nervioso, dejarte adelantar para volver a adelantarlo, algo que varíe el ritmo monótono de última carrera que hemos tenido. Un poco de pimienta. Pero Bagnaia es así, para lo bueno y para lo malo. Creo que es el personaje más limpio y educado que ha pasado por un campeonato como este. Pero dentro de unos años, cuando repasemos este Mundial, alguien no nos creerá. Porque el relato es absurdo de narices. Un campeón del mundo desechado meses antes por su propia marca para subir al equipo oficial, cuya escudería, además, también deja la Ducati para irse a una triste Yamaha. Ahí es nada.

En 2027 tendremos cambio drástico en MotoGP: nueva cilindrada, limitaciones en aéreo, etc. Borrón y cuenta nueva. Pero hasta entonces nos quedan dos temporadas, 2025 y 2026 con desarrollo de motores congelados (excepto Honda y Yamaha) y donde solo una Ducati va a ganar. Así de claro. Por eso, Jorge debe celebrar este campeonato de MotoGP como si fuera el primero (que lo es) y también como si fuera el último. Porque el martes se sube a una Aprilia en desbandada, a la que llegó tras un arrebato de enamorado despechado y traicionado, cuando podía haberse quedado donde estaba. Que no le pase nada.