pAMPLONA - La primavera guatemalteca. La hora de los indignados en Latinoamérica. Nadie sabe aún cómo calificar todo un fenómeno sociólogo y político que ha sacudido este país durante estos meses. Juan Carlos Verdugo, responsable de ISIS-Medicus Mundi en el país tiene una larga trayectoria y conocimiento de los movimientos sociales de Guatemala y trata de aportar su análisis desde la experiencia.

¿Qué está pasando en su país? ¿De Guatemala a Guate-mejor...?

-En Guatemala está pasando en los últimos meses algo impensable. Desde hace 20 años no se daban unas movilizaciones similares. Las ultimas referencias eran las de 1944 y 1962, con dos movimientos sociales enormes que repercutieron en la historia del país. Hoy, con todo lo que ha pasado, no sabemos qué repercusión tendrá porque no hay una salida explícita hacia un escenario. Guatemala ha tenido una clase política corrupta. Todos los ciudadanos y ciudadanas lo sabían y el gobierno de Otto Pérez Molina, un militar vinculado con el genocidio, ha sido un mal gobierno en cuanto a eficiencia. No había obra social ni pública, la crisis económica era grande..., pero lo que ha ido a romper todo es que en Guatemala está la Comisión Internacional contra la Impunidad. Es un ente que viene de la ONU para investigar qué estaba pasando y lograron detectar un fraude de millones y millones de quetzales. Con escuchas telefónicas y documentación demostraron, al principio, que detrás estaba el secretario privado de la vicepresidenta, y posteriormente que eran la propia vicepresidenta y el presidente los responsables de lo que se conoce como La línea: una estructura paralela que defraudaba en las aduanas. Ante estas pruebas y con el lema #denunciaya, sectores sociales no politizados hasta ahora, convocaron a la población a través de la redes sociales. La gente empezó a llenar las calles desde abril. Primero hubo manifestaciones de 10.000 personas, luego de 100.000 y, finalmente, el 27 de agosto, más de 250.000 personas. Esto provocó la dimisión de la vicepresidenta, que está en cárcel provisional, y posteriormente el presidente. El presidente hizo una comparecencia en la que negaba todo y diciendo que era una calumnia. Pero a los cuatro días tenía ante sus puertas la manifestación más grande de los últimos tiempos.

¿Quién o qué está detrás de todo esto?

-Hay un sentimiento de indignación. No hay un líder fijo, no hay una organización política que lo conduzca. En la calle se ven a todos los estratos sociales, desde la clase alta hasta los pobres, saliendo juntos. Un fenómeno muy extraño. El movimiento histórico campesino indígeno coincidió con las clases medias. Movimientos que han luchado siempre por transformaciones estructurales salen ahora a la calle con nuevos actores de todas las ideologías, como jóvenes de derechas y de izquierdas... Todos unidos por la corrupción.

Y de modo pacífico además...

-Sí. El segundo rasgo novedoso del fenómeno es que han sido manifestaciones pacíficas y cívicas. En una marcha de 200.000 personas la gente recogía la basura, daba de comer y de beber a la policía... Es una cosa rara. Sorprende que el Gobierno no hubiera infiltrado las manifestaciones con gente violenta para tratar de distorsionar las protestas, algo que habitualmente hacía. Podías estar con tu celular tomando fotos y nadie te lo robaba. Un ambiente pacífico, de armonía, cantando el himno nacional cada hora todo el mundo a pulmón... Se te erizaban los pelos.

Y ahora, este domingo, llega la segunda vuelta de las elecciones...

-La sociedad guatemalteca ha tomado conciencia de que estaba en manos de unos corruptos y de que se podía parar ese proceso y echarlos. Lo primero que se logró fue expulsar a la vicepresidenta. Luego al presidente. Y, el candidato que quedó tercero en las elecciones, del partido Líder, Manuel Baldizón.., un candidato relacionado con el narcotráfico, corrupción..., tampoco salvó el corte. Y eso que tenía el lema de “me toca”, que es una costumbre en Guatemala entra al gobierno, si salen los anteriores. Pero la sociedad guatemalteca le dijo que “no le tocaba” y así quitamos los peores candidatos de la primera vuelta. Ahora nos queda para la segunda vuelta de las elecciones de octubre a un cómico que la gente le vota porque no representa a la clase política habitual y a Sandra Torres, que es la exesposa de Colom, el último presidente de izquierda con UNE. Vamos a la segunda vuelta este 25 de octubre con un comediante sin experiencia ni equipo, pero que atrae por la novedad, y con Sandra Torres, más sólida pero con un fuerte antivoto. La diferencia entre ambos escasa, según los sondeos.

¿Y a quién va a votar toda esta nueva corriente social?

-Van a ser unas elecciones muy ajustadas, pero la pregunta del millón es ¿qué queda de toda la movilización? Se detectan pequeños grupos nuevos que se pusieron en contacto. Por ejemplo hay una renovación del movimiento estudiantil. Las viejas asociaciones de estudiantes ya corruptas, los propios estudiantes los están desconociendo y salen a las calles uniéndose entre las universidades públicas y privadas, de gente más pudiente. Han salido grandes columnas de estudiantes. Los dos sindicatos más fuertes, el de salud y el de Magisterio, que habían pactado con Otto Pérez con beneficios impagables y fuera de lo normal, es decir con muchas prebendas y sin negociaciones que sonaban a dar dinero para comprarlos... Lo que sucedió es que trabajadores de sus sectores les dieron la espalda. Se vieron a muchos maestros saliendo a las calles rechazando a sus líderes. Ahí hay una renovación sindical. La gente está harta de las cúpulas, de los que han pactado con la corrupción. Son cambios muy interesantes. Ha habido momentos tremendos.

¿Por ejemplo?

-Hubo un suceso muy significativo. En Guatemala el presidente de la República está blindado ante los juicios. Para que pueda ser juzgado tiene que aprobarlo el Congreso. El día que los diputados iban al Congreso a votar eso, un grupo de sindicalistas bloquearon los accesos al Parlamento para que no pudieran hacerlo. Los parlamentarios estaban sin saber qué hacer, dispersos por los bares de la zona. Pero en ese momento llega la llamada por las redes sociales. Y sale gente hacia el Congreso, gente común, que abre un corredor hasta la puerta del Congreso. Los sindicalistas no se atreven a tocarles y por ese pasillo que abre la sociedad, gente anónima, los diputados logran entrar y quitar esa protección a Otto Pérez. A los tres días ya estaba ante los tribunales y de ahí a la cárcel. Ese día con la gente que hizo ese cordón se ven imágenes increíbles. Hay señoras abrazando a los policías antimotines, llueve y los manifestantes con plásticos les tapan a los antidisturbios. En las marchas animábamos a los antimotines a que se unieran a nosotros y, nerviosos, no sabían qué hacer. Guatemala, un país conocido por su violencia, no solo por su violencia política sino por el narcotráfico y las maras, tuvo una manifestación de indignación totalmente pacífica. Fue un fenómeno emocional, sociológico, psicológico impresionante.

Todos unidos contra la corrupción pero, ¿a favor de qué?

-¿Quién salió a las calles? Salió todo el mundo. El detonante común fue la anticorrupción. Había gente que decía, “yo vote por el general, pero me ha fallado”; vamos, alguien de derechas, y a lado tenías a un campesino que venía de luchar históricamente por su tierra, gente de izquierda. Hay una gran contradicción ideológica superada por la corrupción. Algunos son movimientos de académicos, otros, de gente más joven... Se coordinan en las calles y en las redes sociales pero la clave va a estar en si hay liderazgo o capacidad de articulación para que todo esto logre converger en un movimiento social fuerte y también en algo muy necesario, como sería un movimiento partidario que pueda competir en las próximas elecciones. Porque hay que llegar al poder para realizar una gestión pública diferente, con transparencia, sin corrupción. Ese sería el reto.

¿Qué futuro le augura al gobierno que salga ahora de las urnas?

-Yo estuve hablando con personas de estos procesos y creen que algo se va a recoger, pero hay mucha incertidumbre. Hay una visión de que hasta que no ocurran las cosas no se sabe lo qué va a pasar. Va a depender mucho de qué haga el nuevo gobierno. Este comediante, Jimmy Morales, tiene en realidad detrás a veteranos militares relacionados con el genocidio. La gente vota contra la clase política, pero sin darse cuenta de que sí tiene compromisos con estos sectores. La gente le vota pero además de esto no tiene capacidad pública. Le preguntan en una entrevista por datos económicos y no sabe... No sabe qué decir. Pero ya sea él el presidente o Sandra Torres, el nuevo gobierno, si no hace la cosas bien, lo tiene complicado. Este movimiento social que demostró su fuerza, puede acabar con él si comete errores. El futuro del país depende mucho de cómo gestione esto el nuevo gobierno. Si lo sabe hacer puede ser que todo baje. Pero si vuelve a haber corrupción etc, la gente saldrá de nuevo a la calles. Eso es hablar de futuro, lo llamativo es constatar que hoy en Guatemala hay sectores activos de la sociedad civil que no habían participado en política que quieren organizarse. Y que están viendo que es necesario. Preveo que alguna organización concreta saldrá de todo esto.

¿Internet está tan socializado en un país pobre como Guatemala hasta el punto de ser el canal para este gran movimiento social?

-La manifestaciones se convocaron a través de Facebook, Twitter... Los celulares, aunque sean los frijolitos, unos muy modestos, han llegado hasta la última comunidad. La gente se entera. Si yo quería saber dónde nos manifestábamos este sábado mirábamos en Facebook. Si no existieran estos sistemas, la reacción hubiera sido más difícil. La primera vez que salta este escándalo es a través de las redes sociales con grupos pequeños con el #renunciaya. Fueron rebasados. Surgieron grupos por todos los lados. Era una reacción masiva con un fenómeno muy nuevo.

¿Cuál ha sido el papel y la postura de la prensa tradicional?

-La mayoría de cadenas de TV, radio y de periódicos están financiadas por sectores del poder y eran cómplices del gobierno. Pero hubo un canal de televisión y un periódico independientes y críticos. Y con eso bastó. En Guatemala hay un canal televisivo de noche que todas las familias veíamos. Y sus analistas eran muy críticos. Yo pensaba que los iban a matar. En otros tiempos lo hubieran hecho. Este puñado de medios referenciales han ayudado mucho a dar información y análisis. Han sido pocos medios los que han actuado así pero sirvieron mucho.

¿Es un fenómeno puramente guatemalteco o puede tener una onda expansiva en Latinoamérica?

-Vengo de México y me ha sorprendido que todos me preguntaran. Me decían que éramos un ejemplo. En Honduras han tratado de hacer algo parecido a Guatemala. Siento que sí, que ha tenido influencia y se esta dando a conocer en Europa. Creo que ya hay un movimiento global indignado. Hay una crisis política y del capitalismo como un sistema corrupto global, pero también un movimiento global indignado. Son bloques de poder muy fuertes con ejército, multinacionales, narcotraficantes... que van deteriorando la calidad democrática y por eso los indignados se encuentran ante grupos de poder muy fuertes, pero también muy cuestionados. Por eso tengo esperanzas de que se pueda vivir un cambio, una alternativa a todo este sistema ya agotado aunque, como digo, fuerte. En España también se ha visto. En Italia hubo algo parecido... Hay que estar atentos a todo esto.