Con las elecciones de Brasil, la Amazonía se juega su futuro y, en parte, el planeta también. El gigante sudamericano alberga en su territorio la mayor parte de la selva amazónica, el bosque tropical más grande del mundo y considerado el pulmón de la Tierra por su capacidad para absorber dióxido de carbono. “Los bosques tropicales son, junto con los océanos, los grandes regulares del clima. Y la Amazonía es la principal región del planeta”, explica Nanqui Soto, responsable de las campañas de Bosques en Greenpeace.

Las elecciones tienen lugar en un momento álgido del debate sobre el cambio climático, con temperaturas inéditas para esta época del año, y la misma semana que la Agencia de la ONU para el Medioambiente ha publicado el informe sobre la brecha de emisiones 2022, en el que alerta de que la temperatura subirá de 2,4-2,6 °C para final de siglo, lejos del objetivo del Acuerdo de París de limitar el calentamiento global muy por debajo de 2°C, preferiblemente 1,5° C. “Entender la lucha contra el cambio climático es entender que necesitamos mantener la gran cuenca del Amazonas en un estado aceptable y que siga cumpliendo su función como ecosistema regulador del clima”, sostiene Soto. Esta premisa, en cambio, está en peligro si el ganador de la cita con las urnas de hoy es el actual presidente, Jair Bolsonaro, a tenor de la gran deforestación que ha sufrido la Amazonía durante su primer mandato.

En los primeros tres años de su mandato se han deforestado en total 34.000 kilómetros cuadrados de bosque tropical, una superficie superior a un país como Bélgica. Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE), el año pasado fueron arrasados 13.265 kilómetros de selva, el mayor registro en 15 años. Y detrás de estas cifras está la permisividad del Gobierno de Bolsonaro con los ganaderos y agricultores, a los que ha dejado campar a sus anchas. En Brasil, el 72% de la destrucción de los bosques se debe a la ganadería de vacuno, que después se exporta a otros países como Estados Unidos o China.

Bolsonaro ha permitido que la minería, al agronegocio y los invasores de tierras campen a sus anchas. Hay una total impunidad con las actividades económicas que son los motores de la destrucción de la selva”, denuncia el responsable de Greenpeace. Y continúa: “Hay procesos de degradación que han sido incetivados por el actual presidente. Ha habido una permisividad desde el Gobierno, cuyo único interés es darle espacio a las actividades económicas, y eso implica permisividad con los invasores de tierra y con la minería de oro, que deja una factura impresionante en forma de mercurio, que es el mineral que se utiliza para amalgamar el oro. Y así los ríos son contaminados”.

Además, los incendios han batido este año récords: se han registrado 33.116 focos. “Todos los veranos, entre mediados de julio y principios de agosto hay una época de incendios donde el sector de la soja, de la ganadería para la exportación, decide quemar la selva, previamente talada ilegalmente”, explica Soto.

Instituciones ambientales

Con su política antiambientalista, el Gobierno de Jair Bolsonaro ha debilitado todas las instituciones de defensa del medio ambiente, entre ellas la Funai, la Fundación Nacional del Indio, y el Ibama, el Instituto Brasileiro do Meio Ambiente e dos Recursos Naturais Renováveis. Tras su llegada al poder, el presidente brasileño criticó públicamente al instituto como un obstáculo para el desarrollo del país y redujo su presupuesto en un 25%. “El mensaje que ha lanzado el Gobierno es que hay que crecer económicamente a costa de los recursos naturales y que no hay que poner freno al desarrollo, un discurso muy liberal en lo económico y muy antisocial”, denuncia Soto, quien advierte: “Tenemos que revertir estos cuatro años de retroceso”.

A pesar de su importancia, el futuro de la Amazonía no ha estado en el centro de la campaña electoral de la elecciones brasileñas. Sin embargo, si se echa un vistazo al programa electoral de Luiz Inácio Lula de Silva se puede apreciar una diferencia sustancial con la política de Bosonaro. Lula promete combatir frontalmente la minería ilegal, los incendios y la deforestación en la selva amazónica, fortaleciendo los órganos de preservación y control debilitados durante la gestión de Bolsonaro. Pretende asimismo desatascar los recursos millonarios del Fondo Amazonía, financiado por Noruega y Alemania y paralizado desde 2019.