Las acciones de bombardeo buscan frenar las consecuencias económicas de los ataques hutíes a cargueros que viajan hacia o desde el canal de Suez. Unas acciones probablemente instigadas por Irán, principal apoyo de los hutíes. Yemen, un país devastado históricamente por guerras internas y por los intereses de las potencias internacionales, parece repetir, una vez más, su historia.

Varias son las características que marcan la historia de Yemen. Por un lado la geografía, con un norte montañoso y pedregoso y un sur desértico con condiciones muy extremas. Por otro lado, un país dividido también en lo religioso, en el que un tercio pertenece a la rama zaidí del chiísmo, localizado en la zona norte montañosa del país. Políticamente, uno de los países con una composición política más compleja del mundo, basado en una compleja red de múltiples tribus que articulan entre ellas el poder. Y unido a todo esto, su posición estratégica en el mar Rojo, controlando una de las rutas comerciales más importantes para la economía mundial.

El Imperio británico no tardó en percatarse del valor estratégico de Yemen ya en el siglo XIX, utilizando al país como una pieza clave en el control del comercio marítimo hacia la India, convirtiendo el sur del país en un protectorado. En el norte, que se mantuvo en la órbita otomana, los zaidíes establecieron su propio reino, enfrentado a los vecinos saudíes, una constante que se repitió en el tiempo. Tras la independencia de los británicos, en los años 60 Yemen volvió a dividirse bajo influencia de otras potencias internacionales. En el norte se estableció una república socialista, amparada por el Egipto pan-arabista de Gamal Abdel Nasser, y en el sur se estableció el único estado comunista de Oriente Medio, protegido por la Unión Soviética.

Los hutíes realizan ejercicios militares en medio de una escalada de ataques a la navegación en el Mar Rojo. EFE

Ambos estados repitieron la recurrente lucha entre norte y sur embarcándose en guerras puntuales. En 1990, tras la caída del bloque soviético y tras muchos años de separación, el país se reunificó bajo el liderazgo de Alí Abdulláh Saleh, dirigente del norte, como presidente. Sin embargo, lo que parecía un nuevo comienzo para Yemen pronto se truncó. El sur sunita se rebeló contra Saleh, pidiendo incluso el regreso a la división en dos estados. Al mismo tiempo, Al Qaeda fue convirtiendo Yemen en otra de sus bases, a la vez que los zaidíes, en el norte, bajo el liderato de Hussein al-Houthi, iniciaron un movimiento en contra del gobierno de Saleh, por su corrupción y su apoyo a saudíes y norteamericanos. Yemen volvía a ser un polvorín.

En 2004 Houthi fue asesinado por Saleh, lo que no significó el fin del movimiento creado por el líder zaidí. Al contrario, tomó fuerza además de adoptar el nombre del líder abatido, pasando a ser conocido en adelante como los hutíes. En 2011, aprovechando la efervescencia de la Primavera Árabe, los hutíes volvieron a la carga, esta vez unidos a los yemeníes del sur con el fin de derrocar al presidente Saleh. Pero pronto, las protestas contra la dictadura yemení devinieron en guerra civil en la que los insurgentes hutíes, gracias a la ayuda iraní, se hicieron con el control del norte del país. Derrocado Saleh y con un norte yemení bajo control hutí apoyado por Irán, los saudíes no dudaron en apoyar al nuevo gobierno yemení y oponerse a los zaidíes. Para Arabia Saudí, además de apoyado por los ayatolás iraníes, era demasiado peligroso, por lo que no dudaron en apoyar militarmente al nuevo gobierno de Yemen en la guerra civil yemení.

La guerra civil

La intervención saudita convirtió la guerra civil de Yemen en uno de los conflictos más sangrientos de los últimos años. Los bombardeos de las tropas de Riad fueron brutales, creando devastación en todo el norte. La hambruna provocada por la guerra que asoló el país fue la mayor crisis humanitaria a nivel mundial de la última década. La guerra civil y las catástrofes asociadas a ella han dejado a Yemen completamente devastada, tanto humana como políticamente.

El fraccionamiento de los bandos enfrentados es enorme, recordando en muchos aspectos al conflicto sirio. Hutíes, gobierno provisional de Yemen, independentistas del sur, Al Qaeda, e incluso el Estado Islámico, que aún tiene presencia en pequeñas zonas del país. Todo ello, sin olvidar a las dos potencias que manejan en la sombra los destinos de los diferentes bandos, Irán y Arabia Saudí, resultando un auténtico avispero en el que se juega la hegemonía política y religiosa de Oriente Medio.

Imagen de archivo de un yemení que lleva un saco lleno de botellas reciclables, junto a un edificio destruido por un ataque aéreo saudí, en un barrio de Saná. Yahya Arhab (EFE)

Pero si la situación del país era de antes delicada, el ataque del 7 de octubre de Hamás contra el sur de Israel ha puesto de nuevo a Yemen en primera fila del frente. Los hutíes, contrarios a EEUU y a Israel, azuzados por sus benefactores de Teherán, no han dudado en formar parte del Eje de la Resistencia junto a Hamás, Hizbolá, las milicias chiíes de Siria e Irak, e Irán, siendo desde el principio su aportación a la lucha contra Israel el ataque a los barcos comerciales que se dirigían a este país, llegando incluso a secuestrar uno de los mercantes. Sin embargo, lo que a primera vista no parecía una acción de mucho peso en el conflicto entre Hamás e Israel, con el tiempo y la repetición de los ataques, la intervención de los hutíes ha resultado para su bando más eficaz de lo que parecía en un principio.

Al igual que en el pasado, la situación estratégica del país y los intereses de las potencias internacionales son claves para entender lo que ocurre en el mar Rojo y en sus orillas. El estrecho de Bab el Mandeb es el paso obligado para los barcos comerciales que se dirigen o proceden del canal de Suez. La costa norte del estrecho es territorio yemení, lo que hace que los hutíes puedan atacar fácilmente a cualquier barco que pase por aquellas aguas… y las implicaciones económicas de esos ataques afectan a todo el planeta.

El 15% del comercio marítimo

Por el mar Rojo pasa el 15% del comercio marítimo mundial. No sólo cargueros llenos de productos comerciales elaborados o materias primas, también petroleros que parten de las monarquías árabes del golfo Pérsico surcan el mar Rojo hasta el canal de Suez en su camino hacia Occidente. La ruta alternativa, rodeando el continente africano, significa alargar la travesía hasta dos semanas más en algunos casos, lo que implica una elevación de los costes de transporte, seguros, etc. que repercuten en el precio final y en la economía global.

Los efectos están siendo importantes, sobre todo en Occidente, ya de por sí afectada por la crisis inflacionista derivada de la invasión rusa de Ucrania. El aumento de precios se refleja en los productos manufacturados, pero sobre todo en la energía. En un momento en que Occidente trata de reducir su dependencia respecto al petróleo y gas rusos, el encarecimiento de los precios de estos productos energéticos a nivel mundial puede afectar mucho a la economía. Incluso sectores como el turístico, con la cancelación de cruceros por la zona, puede influir en unas economías incapaces de frenar las tendencias inflacionistas.

Simpatizantes de los hutíes protestan en Saná contra las recientes acciones de EE.UU. y el Reino Unido contra Yemen por los ataques a buques. Yahya Arhab (EFE)

Pero, además de atacar los intereses israelíes, en la acción hutí puede haber también otros intereses. El ataque de Hamás dio aire a un Putin que ha agradecido un nuevo frente que ha sacado de la primera plana internacional la guerra de Ucrania y que, a la vez, está sirviendo para debilitar a sus enemigos. El ataque norteamericano y de varias potencias occidentales a los hutíes, implica que el arsenal utilizado en Yemen no se usará en Ucrania contra las tropas rusas.

Por otro lado, Rusia obtiene otra ganancia con los ataques hutíes. El precio del petróleo ha bajado los últimos meses, lo que ha hecho mucho daño a una Rusia que ha perdido a sus principales clientes. Los ataques en Bab el Mandeb, si consiguen alterar las rutas de los petroleros que salen de Arabia Saudí, Catar, Kuwait o Emiratos Árabes, harán que estos tengan que subir los precios del petróleo, lo que significaría que el petróleo y gas ruso se encarecería, aliviando de esta manera la maltrecha economía rusa.

En toda esta historia, sin embargo, la gran instigadora de los ataques hutíes a los mercantes ha sido Irán, además de ser la potencia más beneficiada de lo que está ocurriendo en aquellas latitudes. Si los últimos años los hutíes han servido para desangrar a Arabia Saudí y meterle presión en sus fronteras, la actual estrategia significa el control de la zona más importante del comercio mundial, abarcando las rutas marítimas por las que los saudíes y sus aliados venden el oro negro que alimenta sus fortunas y las de su país. Al mismo tiempo, Irán logra crear un nuevo frente para debilitar aún más a su otro gran enemigo, los Estados Unidos, dando además aire a uno de sus grandes aliados, Rusia.

Una foto distribuida por el centro de prensa de los hutíes muestra a oficiales asistiendo a un ejercicio militar, en una zona remota a las afueras de Saná.

El caso yemení es otro ejemplo de la cada vez mayor agresividad de Irán, que ha llegado a bombardear a los kurdos en Irak y Siria, e incluso a los baluches en Pakistán. Una agresividad que no augura posibilidad de distensión alguna para la zona, sino más bien una escalada bélica en toda la zona, y un incendio en Oriente Medio que puede ser difícil de controlar.

Irán, instigando a los hutíes, ha lanzado un nuevo órdago en la guerra de Gaza. Parece que no le tiembla el pulso a la hora de echar más gasolina a un conflicto, actitud que parece compartir con el gobierno de Benjamin Netanyahu, quien, aparentemente al menos, también apuesta por la confrontación. En este juego Irán todavía guarda más cartas, además de los hutíes, y algunas tan importantes como la de Hizbolá en el Líbano y las milicias chiíes en Siria, sin olvidar, las milicias chiíes de Irak. La partida continúa, y, por desgracia, parece que todavía quedan muchas manos por jugar…