El 24 de febrero de 2022 Vladímir Putin se lanzaba sobre Ucrania ante el estupor del mundo entero. Al mismo tiempo que los bombardeos comenzaban y los tanques rusos penetraban por la frontera, las reglas que habían imperado en el orden internacional desde las Segunda Guerra Mundial saltaban por los aires. Lo que parecía un desenlace seguro, la derrota de la débil Ucrania, fue evitado gracias al coraje ucraniano y a la ayuda norteamericana y europea. Una resistencia que, con el tiempo, logró arrebatar territorios al ejército ruso y que llegó a albergar la esperanza de expulsar a los invasores de territorio ucraniano la primavera pasada.

Dos años después, la situación ha cambiado completamente. Putin, que parecía incapaz de resistir el aislamiento internacional y el bloqueo económico, ha logrado dar la vuelta a la situación. A pesar del fracaso inicial de su denominada “Operación Especial Antiterrorista”, en la que trató de hacer huir al gobierno de Volodimir Zelenski y establecer un régimen títere pro-Moscú, y de los primeros éxitos ucranianos al resistir el empuje ruso, llegando incluso a contratacar meses después recuperando Jersón, sin olvidar la rebelión de los Wagner, que hizo mucho daño a la imagen del ejército ruso; el presidente ruso supo parar, coger aire y cambiar de estrategia.

El ejército ruso necesitaba reorganizarse tras el fracaso del ataque inicial y de las debacles del primer otoño de la guerra. De ello se encargó el general Serguéi Surovikin, antes de ser relevado por sus relaciones con los Wagner. Primero, se cavaron líneas de defensa en profundidad, de varios kilómetros, en los que atrincherarse y aguantar los ataques ucranianos. En segundo lugar, Putin logró alinear la industria y la economía del país hacia la producción armamentística, logrando los medios para mantener sus cañones y tanques a pleno rendimiento, a la vez que los arsenales europeos se vaciaban y las industrias de armas occidentales eran incapaces de surtir de equipamiento al ejército ucraniano.

Además, los aliados de Rusia no han abandonado a Putin a su suerte. Irán y sus drones, junto a la artillería norcoreana, han sido piezas clave para mantener al ejército ruso en pie. Al mismo tiempo, los aliados occidentales de Ucrania, a pesar de su resuelta reacción inicial al ataque ruso, han ido debilitando su ayuda paulatinamente. Desde la inicial ayuda tecnológica y armamentística de los primeros días, que hizo posible la resistencia inicial, junto a los misiles Himars, necesarios en la recuperación de Jersón, las cosas han cambiado drásticamente. Desde las eternas polémicas sobre el envío de cazas, hasta la lentitud en el suministro de los tanques Leopard y Abrams la primavera pasada, terminando con la ayuda financiera congelada en el congreso norteamericano, no auguran para los ucranianos un abastecimiento continuo y contundente.

El presidente ruso, Vladímir Putin, coloca una corona de flores en el monumento al soldado desconocido.

Rusia toma la iniciativa militar

Mientras, Putin se rearma a través de su industria y de sus fieles aliados, al mismo tiempo que consigue eludir el bloqueo a sus recursos energéticos buscando nuevos mercados o reforzando el de sus aliados. Las últimas victorias en el campo de batalla, como la toma del importante punto estratégico de Avdiivka, en una brutal batalla que supera incluso la carnicería de Bajmut, indican que el ejército ruso está tomando la iniciativa en el campo militar. Algo que se refuerza con las filtraciones sobre hipotéticos planes de invasión de los países bálticos que maneja el ejército alemán, o las declaraciones histéricas de varios mandos militares europeos pidiendo que se comience a preparar la población para un futuro conflicto a gran escala en Europa.

Los que predecían que la guerra significaría un enorme desgaste para la figura del presidente ruso parecen haberse equivocado también. El apoyo de parte del país parece firme, e incluso da la impresión de haber reforzado su capacidad de reprimir al disidente, como ha ocurrido con Yevgueni Prigozhin, e incluso con su principal opositor político, Elekséi Navalny, fallecido en una cárcel del Ártico. En puertas de las elecciones rusas, todo parece indicar que Vladímir Putin orquestará su victoria en los comicios como un aviso a Occidente de que su régimen sigue fuerte y de que Ucrania lo tendrá difícil.

El régimen de Zelenski, al contrario, parece hacer aguas por todos lados. Si al inicio de la invasión, la decisión de Zelenski y su gabinete de no huir y mantenerse firme en Kiev fue clave para organizar la resistencia y sostener la moral del pueblo ucraniano, dos años después del inicio de la guerra, la figura del presidente ucraniano y de su gobierno parecen haberse eclipsado completamente.

Por un lado, Ucrania, al no poseer tantos recursos humanos como Rusia, sufre un desgaste social mucho mayor que su enemigo. Las protestas por la falta de relevo de los hombres en el frente o por carnicerías como la de Bajmut minan políticamente a un Zelenski cuyas promesas de victoria parecen haber caído en el descrédito desde la fallida contraofensiva de la primavera pasada. Sin olvidar que el presidente ucraniano no ha convocado aún elecciones, algo que muchos de sus opositores no paran de echárselo en cara.

Por si esto fuera poco, el reciente relevo del general Valerii Zaluzhny ha causado estupor tanto en el ejército como entre la población. El general es visto como el gran héroe de la guerra, como el genio que hizo posible parar a los rusos con la brillante contraofensiva que recuperó territorio a los rusos los primeros meses de la guerra. Los niveles de aceptación de Zaluzhny son mucho más elevados que los de Zelenski, lo que para algunos ha sido clave a la hora de tomar la decisión de cesarlo por un presidente que, cada vez, parece actuar más como un superviviente político que como un héroe de la resistencia.

Además, la elección para el relevo de Zaluzhny también ha causado polémica. Si Zaluzhny criticaba tanto las reticencias del gobierno a un reclutamiento masivo como a la debilidad de Occidente a la hora de surtir tecnológicamente al ejército ucraniano, Zelenski ha decidido elegir a un hombre completamente alineado con su forma de entender el devenir de la guerra. Oleksander Syrskyi, organizador de la defensa de Kiev y responsable de la brutal batalla de Bajmut, toma la difícil tarea de relevar a un héroe popular como Zaluzhny.

Pero el principal problema de Zelenski no se limita al campo de batalla. Cada vez queda más claro que la guerra en Ucrania tiene un protagonista más decisivo que los dos contendientes que pelean en el barro. Las recientes declaraciones de Donald Trump afirmando que estaría dispuesto a abandonar a los europeos a merced de Rusia si no incrementan su contribución a la OTAN, han caído como losas sobre Kiev. Cada vez está más claro que Ucrania se sostiene gracias a la ayuda norteamericana. Si Washington cierra el grifo, difícil será para Kiev mantenerse en pie ante los rusos.

Las elecciones de EEUU, claves

Las elecciones presidenciales de noviembre en Estados Unidos pueden ser claves en el futuro de Ucrania. Una victoria de Trump no significaría únicamente el corte del suministro económico y militar a Ucrania. También podría significar un acercamiento a Rusia, algo que siempre ha marcado la política exterior cuando los republicanos han dominado la Casa Blanca. Un acercamiento que, quien sabe, podría significar el abandono norteamericano de la defensa europea, algo que podría ser posible teniendo a Trump en la presidencia.

El incesante rearme de Polonia y los países escandinavos parecen confirmar como posible este nuevo escenario.

Si Trump llega a la Casa Blanca las decisiones que tome respecto a Ucrania no solo condicionarán el devenir del conflicto, también lo harán con el futuro orden internacional. Si los Estados Unidos continúan con el apoyo a Ucrania el orden liberal que rige el tablero mundial se mantendrá aún en pie, como está ocurriendo hoy mismo. Sin embargo, dejar caer a Ucrania haría saltar por los aires ese orden y dejaría a Rusia como vencedora, a la vez que abriría el camino a otros países a movimientos parecidos que podrían incendiar regiones con alto potencial de riesgo que se mantienen congelados como Taiwan u Oriente Medio.

Lo que ocurra en Ucrania, por tanto, puede marcar el futuro de todo el mundo. Parece que el régimen que había dado estabilidad al mundo las últimas décadas se está derrumbando. La paz americana comienza a resquebrajarse y es en Ucrania donde han aparecido las primeras grietas. Una victoria rusa podría poner fin a ese orden e iniciar uno nuevo que, quizás, sea mucho más peligroso. El brutal e imparable rearme a escala global iniciado desde aquel 24 de febrero de 2022 parece confirmarlo.

El futuro de Ucrania parece por tanto más sombrío de lo que aparentaba tras el primer año de guerra y las consecuencias de todo esto pueden marcar el futuro, no sólo ucraniano, también el de Europa, Occidente y el del resto del mundo. El orden mundial que hemos conocido desde hace 70 años parece tambalearse y uno nuevo parece a punto de surgir. En los campos de Ucrania se juega mucho más que una rivalidad atávica entre dos pueblos hermanos, se juega también el destino de las venideras reglas de juego de un futuro que nadie es capaz aún de vislumbrar. Un futuro que, por desgracia, parece que será más peligroso que el presente.