ochagavía. A cuatro kilómetros del casco urbano de Ochagavía, rodeado por un cercado de piedra se levanta el santuario de Muskilda, la ermita y la casa adyacente en la que en un tiempo vivieron el ermitaño, el capellán y la serora, y que ahora, aunque no está habitada permanentemente, sigue siendo la sede del Patronato. El templo, de tres naves y tres tramos, es de la segunda mitad del siglo XII, muy arreglado, sobre todo en su entorno, a mediados del siglo XVII. La talla de Santa María de Muskilda, que los expertos datan a finales del siglo XIV o principios del XV, presenta la imagen sedente de la Virgen con el Niño sentado en la rodilla izquierda, en madera policromada.

Según el trabajo de Mariano Estornés Lasa en la Enciclopedia Auñamendi, la iglesia de Muskilda fue muy importante, como lo demuestra el hecho de que en el año 1697 tenía tres seroras encargadas de la limpieza y aseo del recinto. El Patronato podía permitirse un capellán fijo y bien remunerado que oficiaba misa diaria y que hasta 1943 residió en la casa. El último fue Ángel Goicoa. Como tantos lugares del Pirineo, Muskilda sufrió en 1794 las iras del Ejército francés, que quemó la casa junto con otras 184 viviendas y 52 bordas de Ochagavía. Entre 1796 y 1797 la casa fue reconstruida por los vecinos, según relata Estornés.

La situación orográfica de Muskilda, a 1.025 metros de altitud, hace que en ocasiones sea innaccesible por carretera, de forma que ahora no hay culto permanente. De mayo a diciembre se celebra misa los viernes y a lo largo del año hay varias romerías: San Jorge (26 de abril), Santa Cruz (3 de mayo), San Bernabé (13 de junio), San Cristóbal (11 de julio), Santa Ana (26 de julio), la Novena del 25 de abril al 3 de mayo, la Asunción (15 de agosto), la Natividad (8 de septiembre), la Virgen de Muskilda (20 de septiembre) y Santa Lucía (13 de diciembre).

La fiesta grande es el 8 de septiembre y, además de su componente religioso, destaca porque ese día se bailan las danzas de Muskilda, uno de los tesoros etnográficos de Navarra. Ocho dantzaris y el Bobo repiten año tras año el ancestral dance centenario transmitido de generación en generación que sólo interrumpieron las guerras. Según la investigación de Rosa Villafranca y Ángel María Aldaia en su libro Danzas de Ochagavía. 300 años de historia, el primer documento escrito en el que se cita expresamente a los danzantes data de 1695. En la relación de gastos de la basílica de aquel año aparecen los 56 reales que se libran a "Joseph Goiena juglar, tambor, ocho danzantes y Vobo" por "la ocupación del día de Nuestra Señora de Muskilda, día 8 de septiembre, e incluiendo la enseñanza de los danzantes".