En 1905, apenas veinte días después de que en el puerto ruso de Odesa se izara por vez primera la bandera roja de los bolcheviques en el famoso acorazado Potemkin, Pamplona celebraba tranquila sus fiestas de San Fermín. En la imagen puede verse a una tropa de niños que marchan detrás de los kilikis, e incluso puede aún apreciarse, en el extremo inferior de la foto, la cabeza del Coletas, a punto de desaparecer de la imagen, llegando ya a la plaza del Castillo. Predomina la blusa sobre otro tipo de atavíos, y se comprueba que el uso de la txapela era entonces generalizado, incluso entre los niños y en verano.
El nombre de la calle proviene de la palabra chapitel, expresión vulgar que equivalía al capitolium del latín culto, y al que los pamploneses del siglo XIV añadieron el artículo a de la lengua vasca en la que habitualmente se comunicaban, para formar la palabra Txapitela o Chapitela. En cuanto al chapitel propiamente dicho, era el lugar donde obligatoriamente había que comprar y vender el grano, reservándose el rey un sustancioso impuesto. Sabemos, además, que este chapitel se encontraba en la parte superior de la calle, muy cerca de la fortaleza que dio nombre a la plaza del Castillo, levantada por el rey Luis el Hutín en el siglo XIV, y que ocupaba la zona del hotel La Perla.
HOY EN DÍA, la arquitectura de la calle de la Chapitela ha cambiado poco, y es fácil identificar el mismo paisaje urbano de 1905. Vemos, en primer plano, la óptica Rouzaut, que había sido fundada en el año 1864 por Esteban Rouzaut, nacido en Francia (Bagnères de Luchon, 1828). Y comprobamos que la fachada del establecimiento ha cambiado, respecto a su aspecto de principios del siglo XX, más de lo que cabría pensar.
La calle de la Chapitela muestra hoy un aspecto sin duda más racional, amplio y desahogado que en 1905. Tal vez, incluso, podamos decir que tiene una apariencia más ordenada y aseada. Pero no cabe duda de que en ese tránsito de 105 años ha perdido parte de su encanto decimonónico, y hoy presenta también una imagen menos "viva". El aspecto rectilíneo y homogéneo de su pavimento, así como la apertura de comercios a los que con demasiada frecuencia se ha dado un aspecto moderno e impersonal, provoca que echemos de menos las pequeñas tiendas de antaño, con sus toldos abatidos, sus carteles hechos a mano, y los escaparates forrados de madera y con minuciosa decoración tallada. Dicho lo cual, tan solo nos resta mandar un cordial saludo a Maritxu Zelaia, pamplonesa de la calle Chapitela, que sigue fielmente los artículos de Adiós Pamplona desde su domicilio en California (EEUU).